¿Qué debemos hacer?

¿Qué debemos hacer?

Tenemos que analizar ¿Cuál es el origen de tantos males, al unísono, permanentes en el tiempo? Luego de determinado, buscar vías de solución para cada uno de ellos y ejecutarlas.
Se me ocurre recordar, por ejemplo, que, en el gobierno de Trujillo, mi hermano Virgilio sufrió la fractura de un brazo y en el hospital Jaime Mota no había gasa especial para enyesarle el brazo y hubo que ir comprarla a la farmacia.
Ahora hay ignorantes que hablan de las “bondades” del régimen de Trujillo tiempo en los problemas nos hacían creer que todo estaba bien, que las instituciones andaban a satisfacción, aunque criticábamos, en privado, las barbaridades que cometían autoridades civiles y uniformadas. Teníamos un dogal en el cuello y en cualquier momento lo halaban y nadie sabe qué pasaría.
Soñábamos que, con la desaparición de Trujillo habría un gobierno de libertades públicas, donde la ley fuera la norma que regulara la vida en sociedad, las relaciones entre el hombre y la autoridad y las relaciones entre personas. Lejos estábamos de conocer que las ambiciones personales se impondrían contra el deseo del pueblo de vivir sin temor.
Aquel refrán que reza “cuando no es Juan, es Juana” se comenzó a aplicar la misma noche del 30 de mayo de 1961. Había llegado el tiempo de “quítate tú, para ponerme yo”. Los ricos aprovecharon para hacerse más ricos robando las propiedades que antes usufructuaron el tirano, sus familiares y amigotes.
Las regulaciones más arbitrarias y antidemocráticas se mantuvieron sin rubor y el dogal fue aflojado, aunque se mantuvo colocado encima de los hombros.
Al hacer un balance de lo que ha ocurrido de 1961 a la fecha, vemos que todo se reduce a la quinta copia al carbón de lo que siempre ha ocurrido: unos vivos acaparan desde las ideas y el talento, hasta el esfuerzo, el sudor y las lágrimas de la mayoría.
No vivimos mejor, en el sentido estricto, vivimos, o creemos que vivimos, como sociedad, somos manejados por un narigón y vemos cómo ninguna de las instituciones constitucionales opera a satisfacción: el gobierno gobierna para unos pocos, el Congreso Nacional legisla a petición, fallan la educación y la salud públicas, la seguridad ciudadana, hay un deterioro irreversible del medio ambiente y paro de contar.
A primera vista, hay que llegar a una conclusión desagradable pero cierta, lo que falla no son las instituciones, somos los hombres que las manejamos. Aunque tenemos gente idónea para mantener la organización, mejorar lo que se precisa y dirigir el país con propiedad, necesitamos hacer la transición hacia un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, un mejor país, pero para todos-

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