Qué decirle a una dama desnuda, la Constitución

Qué decirle a una dama desnuda, la Constitución

¿Qué se le dice a una dama desnuda? La pregunta no se refiera a una mujer desnuda, en una situación de intimidad o en una cama de hotel. Sino a una dama elegante, correctamente maquillada, cartera en mano que, por ejemplo, irrumpe en el Salón de las Cariátides del Palacio Nacional. La respuesta es: Nadie sabe qué decirle. Porque se trata de una situación insólita, absurda, “inestructurada”: Nadie tiene nociones ni experiencias previas sobre qué hacer en semejante situación.

Hay cosas que no están en libros, en códigos legales ni de etiqueta, que son lagunas culturales, normativas, vacíos de reglamentación, ante los cuales reaccionamos con perplejidad y confusión, y damos respuestas  anómalas. Generalmente, la gente sabe qué debe hacerse ante la violación de una ley conocida. 

Pero sólo se acude a la Suprema Corte de Justicia para que ésta dictamine si una ley o su interpretación están o no de acuerdo con lo que establece la Constitución. Contrariamente, se  sabe con toda claridad que si un funcionario público comete desfalco o flagrante delito, se denuncia ante el fiscal o la policía,  no ante la Suprema. Igualmente, si un jefe militar trafica narcóticos, o asalta un banco.

En casos como estos no se acude a la Suprema a preguntar si es legal o no lo que hacen. Tampoco se acude para que se pronuncie sobre un grupo de legisladores que intentan violar la Constitución ostensiblemente. Cuando las violaciones a la ley y a la Constitución son tan obvias y tan graves, y las autoridades son negligentes o se hacen cómplices abierta y manifiestamente, los pueblos ni  nadie tienen mucho qué buscar en los tribunales, ni acudir a la Suprema a solicitarle parecer o juicio alguno.

Los pueblos reaccionan con estupor, perplejidad, indignación. Luego, unos buscarían consejo en líderes espirituales, cívicos o políticos, si los tienen. Otros se sumirían en resignación, escapismo o fatalismo. Pero muchos harán uso de su derecho de rebelión; muchos otros realizarán conductas antisociales, abiertamente delictivas, como las que hace tiempo que ya ocurren en el país,  a consecuencia de las inconductas de las autoridades y políticos,  y de otros prominentes.

Si políticos en el poder, usando de su mayoría simple en las cámaras legislativas, violasen, olímpica y descaradamente, la Constitución, lo que vendría podría ser catastrófico. Para empezar, son difíciles de imaginar unas elecciones con candidaturas inconstitucionales, productos de actos de fuerza violatorios de la Constitución. Especialmente si se tratase del mismo Presidente que, en el período presente, se ha comprometido a respetar y hacer respetar la Constitución y las leyes. Antes que en la Suprema, la gente reclamaría sus derechos en los lugares más inesperados y menos deseables.

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