¡Qué democracia tan cara!

¡Qué democracia tan cara!

Hace dos años, a raíz de las elecciones de 2008, comenté sobre las quejas en torno al enorme gasto que representan las elecciones, a juicio de muchos un dispendio de recursos merecedores de mejor destino.

Me vino del recuerdo este asunto ahora que voceros empresariales reclaman del gobierno que ponga asunto a las denuncias de corrupción que son tan abundantes, pues defendiendo el tesoro nacional pudiera que el erario resulte suficiente para los gastos, sin necesidad de exprimir más a los pagadores de impuestos, aun sea con el subterfugio de “adelantos voluntarios del ITBIS”.

Y recordé lo del costo de las elecciones, porque en verdad lo que le está saliendo demasiado caro a este país es la voracidad de sus políticos.  Es posible que, si consideramos que tenemos apenas unos seis millones de votantes, el total gastado en propaganda, publicidad, movilizaciones y demás actividades proselitistas, resulte en una cifra grosera.

Pero cuando analizamos cómo y quiénes son responsables de esa hemorragia, y comparamos sus esfuerzos a los resultados obtenidos, podemos ver que el dispendio ocurre por lo fácilmente que cualquier grupito de gallos locos se ve con millones en las manos para politiquear. Abunda el politiquito bocón que en las primeras planas  ve magnificada (hasta caricaturizarse) su real importancia para terminar con menos votos que los necesarios para la directiva de un club de dominó. 

El costo real de las elecciones no es sólo la suma del dinero, sea del erario, de contribuciones privadas o del peculio de los candidatos ricos, que se gasta, sino la manera en que disminuye la productividad nacional, con tanto vago aspirando a mejorar su vida por vía del “trabajo” partidario, primero, y luego del presupuesto nacional, sea vía nómina o vía corrupción. Al decir que la democracia nos sale muy cara, hay que pensar más en cómo reducir o eliminar las subvenciones a los partidos, cómo desyerbar la boleta para simplificar las cosas, cómo reglamentar y transparentar las finanzas de los partidos. La prensa puede ayudar dimensionando la real importancia de cada cuál, en vez de “dar cancha” a tantos que el pueblo, sabio, pone en su justo lugar.  Un país entero no puede pasarse la vida trabajando hasta el cansancio para mantener tantos políticos malos e inefectivos.

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