¡Qué doctor más insistente!

¡Qué doctor más insistente!

Ya he dicho antes que, según dicen los psicólogos, los sueños son generalmente cortos. Mientras ocurren, la actividad mental es intensa, los ojos (aún cerrados) se agitan y -en algunos casos- la experiencia es tan intensa que sus consecuencias marcan la vigilia. Menos mal que fue realmente corto un aparentemente inacabable sueño de Pancracio Ceroles de un diálogo con el Presidente Balaguer, mientras caminaban por un esplendente malecón, hace unos años.

PC: ¿Usted quiere hablar de libros? Su escritorio del Palacio Nacional siempre aparece en las fotografías y por televisión con pilas de libros. ¿Qué clase de lecturas prefiere usted?

JB: Yo dispongo, lamentablemente, de muy poco tiempo para que me lean. Podría decirle que tampoco tengo autores preferidos, sino que trato de mantenerme al día en los temas que me son afines, como la historia…

PC: Se dice que a usted le leen todos los periódicos…

JB: Yo fui periodista. Todavía recuerdo cómo cualquier artículo, el más inocente, podía impactar de manera insospechada la vida del lector. Yo leo la prensa, los diarios, porque es una manera de mantenerse enterado de por dónde marcha la opinión pública, ese monstruo difuso que somete a los políticos a sus dictados.

PC: ¿Y tiene articulistas preferidos?

JB: Todos tienen algo que decir. Algunos se ocupan de la literatura árabe y Mohammed de Shiraz, cuya versión caricaturesca fue Alí Babá. Otros no dicen nada. Y está también usted, quien no deja en paz al gran escocés Íñigo Montoya. Usted ha dicho sus cositas. Fíjese cómo ahora estamos ambos, usted y yo, atrapados en este sueño. Creo que de no haber sido por la posibilidad de conocer personalmente al Dr. Montoya, no vengo…

PC: ¿Le conoce usted, su obra? ¿Lo ha leído?

JB: ¿Leído? ¿A Montoya? Je, je, je…

PC: ¿Tiene usted amigos, señor Presidente?

JB: Yo creo que sí, que he tenido amigos entrañables, cuya ausencia he sentido más ahora que estoy tan cerca del fin de mi vida. Mis obligaciones me han impedido desarrollar una vida social intensa, o siquiera regular, que es donde con mayor facilidad se cultivan amistades calurosas o íntimas, en el transcurso de momentos de expansión, tan distintos al trajín, al trabajo esforzado. Creo que sí, he tenido y tengo buenas amistades, y lamento carecer de tiempo para cultivarlas, para darles o reciprocarles atenciones.

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