¿Qué efectos mundiales representa la devaluación
del dólar?

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POR ADOLFO MARTÍ GUTIÉRREZ
En estos tiempos todo el sistema monetario y los mercados globales viven bajo una incertidumbre y fuerte tensión representada por la caída del dólar. Que es la caída no sólo del signo monetario de un país, sino de una moneda que ha estado cumpliendo el papel de dinero mundial.

En los últimos tres años ha caído en más de un 30% respecto del euro y cerca de 20% en relación con el yen. Así, mientras los Estados Unidos mantienen hábitos que parecieran ser inapropiados para ser el guardián de la principal moneda de reserva del mundo (endeudamiento desbocado del gobierno, consumo galopante y un déficit de cuenta corriente lo suficientemente grande como para haber quebrado a cualquier otro país hace tiempo), ha traído como consecuencia la pujante devaluación de su moneda ocasionando desajustes monetarios importantes en el resto del mundo.

El fondo de la cuestión es el asombroso desbalance comercial de EEUU, una economía acostumbrada a importar mucho y a exportar muy poco. Antes, ese déficit estuvo opacado por una inmensa demanda de inversores extranjeros y por activos estadounidenses (acciones, bonos y propiedades). Con el final del auge del mercado de valores de la última década, la demanda decayó y el dólar comenzó su declinación. El déficit americano suma ya los 618 mil millones, igualando el 5.8% del Producto Interno Bruto (PIB), absorbiendo dos tercios de la cuenta corriente acumulada de todos los países del mundo. Al mismo tiempo, el Congreso eliminó en 2004 las restricciones a los cortes de impuestos, y ha elevado el techo de la deuda federal en 800 mil millones de dólares, lo que la lleva a totalizar los 8.18 trillones. Entre las opciones para rebajarla, la devaluación o depreciación del dólar ha constituido la prioridad, pues las empresas estadounidenses se benefician con un dólar devaluado. Pero dicha devaluación es un problema para las compañías extranjeras que se vuelven menos competitivas frente a sus rivales de Estados Unidos.

LAS JUSTIFICACIONES

Quienes apoyan la sanidad de la devaluación suponen varias cosas tres cosas: (1) que se puede sostener un crecimiento de cerca del 4% hasta el año 2008; (2) que el déficit podría crecer hasta entonces todavía en un 8%, y que la demanda podría crecer y el ahorro y la inversión continuar produciendo tasas de ganancias moderadas; (3) que las inversiones extranjeras verían llegar una reevaluación de sus bienes; (4) que el comercio se vería tonificado al mejorar su competencia; y (5) que el sector financiero recibiría alborozado un alza de tarifas. Se volvería así a la edad de oro, con todos los sectores del poder económico unificados tras una política expansionista.

En cambio, quienes se oponen a la devaluación recuerdan al menos tres objeciones que pudieran hacerse valer: (1) que las importaciones superan en un 40% a las exportaciones; (2) que unas tasas más altas de interés aumentarían las deudas de pagos a inversionistas extranjeros; (3) que hay que pagar las guerras de George W. Bush; (4) que la inversión internacional tiene un alta incidencia en la estabilidad norteamericana, que se está viendo afectada; (5) que hay una disminución o detención del crecimiento mundial; y (6) que están aumentando los precios del petróleo.

El riesgo al que temen las principales economías del mundo es que la debilidad del dólar tarde más en reactivar la economía estadounidense que en debilitar al resto del mundo desarrollado. Por esta razón, el director del Fondo Monetario Internacional (FMI), hizo un llamado a los bancos centrales y a los gobiernos del mundo para que se pongan de acuerdo y actúen conjuntamente, en caso de que el dólar se siga debilitando. De un impacto parecido queda el recuerdo de la devaluación del dólar de los años 70, que originó una considerable alza del petróleo. Entonces la devaluación fue solo de un 22%, originando cambios en la estructura financiera mundial.

Hoy es el déficit de cuenta corriente estadounidense el que está en el centro de las preocupaciones globales. El último informe de Perspectivas Económicas de la OCDE predice que el déficit llegará a 825,000 millones de dólares en 2006 (6.4% del PIB) suponiendo que no se modifiquen los tipos de cambio. Los optimistas argumentan que los extranjeros seguirán financiando el déficit porque los activos estadounidenses ofrecen ganancias elevadas y un santuario seguro contra el riesgo. En realidad, los inversores privados ya le han dado la espalda a los activos en dólares, pues las ganancias sobre inversiones en EE.UU. están siendo más bajas que en Europa o Japón.

Del mismo modo, la revista «The Economist» manifestó que EEUU dejaría de tener el privilegio de emitir la divisa de reserva internacional si sigue aumentando su déficit público por tres razones: (1) si el dólar cae con respecto a el euro y al yen en más de un 20% en 2005; (2) si la declinación llega a afectar tanto al sistema financiero que provoque una tensión global; y (3) si el país pudiera manifestar el mayor «default» (moratoria) de la historia. De seguir gastando y endeudándose a su ritmo actual, el dólar eventualmente perderá su poderoso status en las finanzas internacionales, y los norteamericanos perderían el privilegio de poder emitir la divisa de reserva del mundo y la posibilidad de tomar crédito barato y gastar mucho más de lo que ganan.

EE.UU. ha tratado de escaparle a la llegada de este momento mediante el sobre estímulo de inversiones. Se notó eso desde el 9/11, cuando el país experimentó un salto en el presupuesto militar (hoy día elevado a más de 500 mil millones), con lo que se ingresaba de plano en un «keynesianismo militar» que se fijaba como objetivos inmediatos un cierto mantenimiento del empleo y el abastecimiento de energía barata que diera nuevo esplendor el crecimiento americano como fortaleza financiera e industrial. Lo que pasa es que ese movimiento no ha cuadrado con su desastre comercial, ni ha logrado tampoco sus objetivos. Ha probado también que las inyecciones fiscales ya son por sí mismas demasiado débiles. No han podido reemplazar a la inversión directa o especulativa extranjera que está en retirada. Al fin y al cabo los déficits norteamericanos han estado siendo financiados por la banca internacional (bancos de Asia del Este).

Hay quienes sostienen que todo depende de la gradación que pueda tener la caída en el valor de cambio. En este momento, los europeos perciben la devaluación como una amenaza para su comercio, pero se dan cuenta que una moneda fuerte puede tener otros atractivos en la lucha por la hegemonía. Para los chinos, ya lanzados en una fuerte carrera expansiva y en un sobrecalentamiento de su economía, la devaluación del dólar afecta fuertemente sus reservas, hasta un porcentaje importante de su PIB. Su propio sistema crediticio se encuentra socavado por un exceso de créditos no saldables, que de no sostenerse sobre el flujo acrecido de inversiones, mayor crédito y expansión comercial, puede conducir a una severa contracción.

En el caso del resto de los países en desarrollo, el remedio que recetan es simple: desembarazarse de la divisa estadounidense. Esto significa que los países en desarrollo se deshacen del dólar y compran otra moneda que mantenga su valor, como el euro o el yen, para estar protegidos con la caída de la divisa estadounidense. Las economías que tratan de atar sus monedas al dólar se han visto obligadas a amplificar la política monetaria expansiva de la Reserva Federal, obligados a emitir cuando compran dólares para mantener bajas las cotizaciones de sus propias monedas. Este flujo de liquidez global no ha hecho subir la inflación. En vez de ello ha ido a los valores de las acciones y de las viviendas en el mundo, inflando una serie de burbujas de precios de activos.

En América Latina, una gran acumulación, en la mayoría de los casos inerte, esta a la espera de la realización de pagos de intereses de deuda. La caída del dólar tendrá un fuerte impacto sobre la reservas de los países de América Latina. Los bancos centrales de la región atesoran casi exclusivamente dólares y, como otras naciones en desarrollo, han incrementado sus reservas de moneda estadounidense desde la crisis financiera de 1997 en el este asiático. Al producirse la devaluación, toda esta masa de dólares prácticamente se derrite, y la pérdida de valor viene a ser una parte importante de la riqueza de esos países. Si se considera que tienen reservas que van del 10 al 20% del PIB esas pérdidas que siguieran a la presente devaluación pudieran alcanzar, según los casos, del 2 hasta el 5% del PIB.

Si bien muchos países «exportadores» aparentemente hacen grandes negocios a través de la entusiasta alza que han experimentado el petróleo y otras materias primas, cuyos precios nominalmente han sido afectados al alza por la caída del dólar, para otros, la depreciación del dólar frente al euro y el yen tiene un efecto fundamentalmente positivo. Una recuperación de la economía estadounidense por cuenta de la mayor devaluación los favorece en la medida en que lleven a un aumento del consumo en Estados Unidos y de su demanda por importaciones, pues un porcentaje importante de sus exportaciones tiene como destino Estados Unidos.

EL DESAFIO

El desafío para EEUU no es sólo la reducción de su déficit de cuenta corriente a un nivel en el que los extranjeros estén dispuestos a financiarlo comprando más activos en dólares, sino también persuadir a acreedores externos de que retengan sus vastos stocks de activos en dólares. El problema es que para achicar uno de los componentes del déficit de cuenta corriente (el desequilibrio comercial) necesita un dólar más débil y competitivo, que empuje las exportaciones y encarezca las importaciones. Pero para cubrir su déficit fiscal necesita atraer capitales que respondan a dos requisitos: la seguridad que ofrecen los bonos del tesoro estadounidense y las tasas de interés que en este momento, para reactivar la economía, están en su punto histórico más bajo.

El recorte al ingreso masivo que viene a imponer la devaluación y el alza de tasas deriva en contracción de la demanda, en una sinuosa baja del ahorro y de la inversión, y al fin, en el paro y el desempleo. El efecto se resume en que cada dólar en el bolsillo del ciudadano, y sobre todo del trabajador norteamericano y de los muchos migrantes, se transformará rápidamente en tres quarters, y que por ende, en este sólo sentido mecánico, su nivel de vida comenzará a experimentar un fuerte estrechamiento. No se duda que el alza de los intereses y algo de inflación será parte de tasas de ahorro casi inexistentes y grandes afanes de consumo.

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El autor es economista y profesor universitario.

adolfomarti@verizon.net.do

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