¿Qué efectos pudiera ocasionar la reforma
cambiaria china?

¿Qué efectos pudiera ocasionar la reforma <BR>cambiaria china?

POR ADOLFO MARTÍ GUTIÉRREZ
Recientemente China realizó la esperada apreciación de su tipo de cambio, lo que se afirma será positivo no sólo para el ajuste macroeconómico en la propia China sino también para la corrección de los actuales desequilibrios monetarios mundiales.

No obstante, existen argumentos para defender que la apreciación moderada del yuan seguramente contribuirá muy poco a reducir el déficit corriente de Estados Unidos, evitar la caída del dólar y a aliviar la presión alcista sobre el euro y el yen.

Desde hace una década, el renminbi o yuan evoluciona en un margen muy estrecho con relación al dólar (entre 8.64 a 8.28 yuanes), que muchos consideran artificial y comercialmente bajo. Por su nivel de reservas internacionales (de 655 mil millones de dólares, equivalentes al PIB de México) y sus inversiones (alrededor de 300 mil millones de dólares en bonos del Tesoro de EU, principalmente), China podría ser capaz de generar una guerra de divisas.

La mayor parte de los analistas considera que la reforma moderada del tipo de cambio (del 0.3% actual al 2%) de la banda de fluctuación le dará mayor flexibilidad al régimen cambiario chino. La fluctuación con respecto al máximo permitido será determinada a través de la creación de un sistema de cesta o canasta, en virtud del cual el yuan dejará de depender exclusivamente del dólar para pasar a hacerlo de varias divisas (como dólar, euro y yen), constituyendo así un sistema de fluctuación gestionada (managed float regime). Así, queriendo evitar un descalabro del dólar, una recesión o un aumento de los impuestos en los Estados Unidos, la apreciación de la moneda china permitirá paliar el importante superávit comercial con el país asiático y reducir el déficit corriente estadounidense. Los países de la zona euro desean que China y, por extensión, el resto de Asia oriental, absorban parte del ajuste del dólar. En cuanto a Japón, quiere evitar que la apreciación del yen quiebre su incipiente recuperación. China no quiere que se produzca una caída desordenada del dólar, en cuyo caso se reduciría mucho la demanda externa de EEUU y podría darse una depresión en la demanda mundial. Pero al mismo tiempo, Pekín tomara en cuenta las ventajas y los inconvenientes que la apreciación del yuan tendría para la propia economía china.

ANTECEDENTES

Como es bien conocido, desde hace ocho años existe una suerte de nuevo Bretton Woods, en expresión popularizada por algunos economistas de Deutsche Bank Research. Se trata de un sistema de tipos de cambio cuasi-fijos entre EEUU y Asia oriental, en virtud del cual se negocio que: (1) los países asiáticos mantengan prácticamente invariable su moneda respecto del dólar; y (2) los países asiáticos puedan invertir esas enormes reservas en bonos del Tesoro de EEUU. La estabilidad de la paridad con el dólar garantizaba a esos países el mantenimiento, en el mercado de EEUU y de la zona dólar, de la competitividad que habían ganado tras la devaluación china de 1994 y las depreciaciones forzadas de 1997-1998 en el resto de Asia oriental. A cambio, las inversiones asiáticas garantizarían que la economía estadounidense pudiese financiar su creciente déficit corriente sin necesidad de recurrir a un perjudicial aumento de tipos de interés, lo que hubiese frenado el crecimiento (y la demanda de importaciones).

VENTAJAS Y DESVENTAJAS

Los partidarios de que la moneda china se apreciara sostienen que tendrá cinco efectos beneficiosos básicos en la economía: (1) enfriaría una economía sobrecalentada; (2) permitiría luchar contra la inflación; (3) otorgaría más autonomía a la política monetaria; (4) reduciría las fricciones comerciales; y (5) favorecería la inversión directa en el extranjero de las empresas chinas.

Una apreciación serviría para enfriar una economía sobrecalentada, ya que frenaría el crecimiento de las exportaciones. Pese a las medidas adoptadas por Pekín en 2003-2004 (control administrativo del crédito, aumento de los tipos de interés), lo cierto es que no se ha producido «aterrizaje» alguno. El aumento del PIB fue del 9.3% en 2004, tras el 9.4% registrado en 2003. Según los chinos, el enfriamiento es necesario por tres razones básicas: (a) para evitar un «aterrizaje abrupto»; (b) disponer de tiempo para acometer en mejores condiciones la reforma del sector financiero (que se liberalizará por completo a finales de 2006); y (c) llevar adelante la estrategia de «crecimiento proporcionado» entre las ciudades y el campo defendida por los actuales dirigentes.

En segundo término, la apreciación permitiría luchar contra la inflación, ya que abarataría las importaciones (especialmente de productos básicos, de los que China es un enorme consumidor) y frenaría la entrada de capital extranjero y la consiguiente presión alcista sobre el yuan (con lo que habría que emitir menos moneda nacional para comprar divisas). Así, el Banco Popular de China ha tenido que comprar dólares por valor de 15,000 millones al mes durante el año pasado. Se advierte que la apreciación, al hacer posible una menor compra de dólares, supondrá que China sostendrá menos la cotización de la divisa estadounidense.

En tercer lugar, la apreciación otorgaría más autonomía a la política monetaria. Es bien conocido que, con tipo de cambio fijo y libre movilidad del capital no es posible tener autonomía en la política monetaria. Como consecuencia del tipo de cambio fijo con el dólar, la política monetaria de China está obligada a seguir a la de la Reserva Federal.

En cuarto lugar, al encarecer las exportaciones y fomentar las importaciones, reduciría las fricciones comerciales, especialmente con EEUU. El déficit comercial bilateral de EEUU en sus intercambios con China ha pasado de 124,000 millones de dólares en 2003 a 150,000 millones en 2004, equivalentes a la cuarta parte del déficit comercial total estadounidense.

Por último, se tiene igualmente en cuenta que una apreciación favorecería la inversión directa en el extranjero de las empresas chinas. Así, por ejemplo, se abarataría en varias decenas de millones la compra de computadoras; y otros gigantes empresariales chinos podrían invertir más fondos fuera del país.

En cambio, los que objetan la apreciación de la moneda sostienen que tendrá también tres efectos adversos en la economía china: (1) afectaría negativamente al sector exportador y, por extensión, al sector bancario; (2) reduciría el valor en yuanes de las reservas en dólares; (3) aumentaría el valor en yuanes de los préstamos dudosos y de los activos del sistema bancario; y (4) sería vista por buena parte de la clase política china como una concesión a los especuladores y a EEUU.

En primer lugar, afectaría negativamente al sector exportador y, por extensión, al sector bancario, al aumentar el número de quiebras empresariales y la proporción de préstamos de dudoso cobro. Dado que la situación de los bancos estatales es ya muy delicada, se estima que los préstamos dudosos suponen al menos el 30% de los préstamos totales. En segundo término, la apreciación reduciría el valor en yuanes de las reservas en dólares. Así, se estima que una apreciación cambiaria supondría una pérdida en reservas de cerca de 4% del PIB. Simultáneamente, aumentaría el valor en yuanes de los préstamos dudosos y de los activos del sistema bancario. En tercer lugar, una apreciación sería vista por buena parte de la clase política china como una concesión a los especuladores y a EEUU.

PERSPECTIVAS

El argumento es que China apreciará su moneda tomando en cuenta de que será seguida por otros países de Asia oriental, en cuyo caso la merma competitiva para los productos chinos será menor. Las condiciones en el resto de Asia oriental parecen ser más propicias para la apreciación del yuan y de otras monedas asiáticas por tres razones fundamentales: (1) la mayor integración comercial con China supone más exportaciones a ese país, ventas que se verán potenciadas con la apreciación del yuan; (2) la inflación es una creciente preocupación de las autoridades; y (3) existe un temor cada vez mayor en los bancos centrales de la zona a pérdidas potenciales en las reservas en dólares si se produce un descalabro de la divisa estadounidense. Lo que si es muy cierto es que los dirigentes chinos tienen un temor enorme a los movimientos especulativos internacionales de capital, temor plenamente justificado a la vista de lo que aconteció en otros países de la región durante las crisis financieras asiáticas de 1997-1998. También son conscientes de que la combinación entre una moneda apreciada y un sistema financiero frágil fue la causa esencial de tales crisis. Repetir esa experiencia es lo último que desean.

A finales de noviembre de 2004, el primer ministro chino enumeró lo que ellos ya consideraban serían las condiciones por las cuales harían una reforma del tipo de cambio: (1) una estabilidad macroeconómica y un sector financiero sólido y saneado; (2) la existencia de un plan estratégico para mantener el tipo de cambio en un nivel «razonable y equilibrado»; (3) la ausencia de presión exterior, esto es, de especulación masiva; y (4) considerar los efectos que tendría en la economía de China, de otros países de la región y del mundo.

No obstante, cabe dudar de que la apreciación pueda ofrecer en 2005 lo que los chinos realmente desean. Algunos prestigiosos analistas consideran que esa apreciación es innecesaria. Por ejemplo, Robert A. Mundell, premio Nóbel de Economía en 1999, ha insistido en que cualquier cambio (realineamiento de la paridad, aumento de la banda de fluctuación, paso a tipo de cambio de cesta, libre flotación) tendría consecuencias negativas. Ha destacado que una apreciación sustancial ejercería efectos nocivos sobre la inversión extranjera, la tasa de crecimiento, la proporción de préstamos de dudoso cobro, las pérdidas de las empresas estatales, el calendario para la convertibilidad plena del yuan, el desempleo y la deflación en la agricultura, entre otros aspectos. Mundell también ha señalado que afectaría negativamente al resto de Asia oriental y que apenas tendría repercusiones en el déficit corriente de EEUU.

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El autor es economista y profesor universitario.

adolfomarti@verizon.net.do

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