Hago un aparte en mi cotidiano diálogo socrático con mis maestros favoritos, los muertos, para referirme esta vez a los educadores vivientes. Me refiero a los maestros que en su constante afanar en las aulas depositan el abono donde habrán de crecer los árboles que conformarán el inmenso y hermoso monte que es la patria humanidad. En la última semana de enero 2015 se dieron cita en Cuba representantes del mundo educativo latinoamericano. Debido a la universalidad de los temas y la calidad de los expositores, hemos querido recoger algunos fragmentos que consideramos de relevante importancia presente y futura. En la conferencia inaugural la anfitriona Ministra de Educación, Ena Elsa Velásquez Cobiella, habló en nombre de los trescientos mil educadores de su país. La funcionaria se preguntó: “¿No nos estremece acaso a los educadores la alerta de la ONU acerca de que cada 15 segundos muere de hambre un niño en el mundo? ¿O pensar que con menos del 1% de los fondos económicos que han utilizado los poderosos círculos de poder para salvar el sistema financiero global, o sea, los bancos y empresas que han desatado la crisis económica, se podrían resolver los graves problemas de la casi mitad de la población mundial que sufre hambruna? …¿No hiere acaso nuestra sensibilidad de educadores saber que en el mundo viven en la calle 120 millones de niños, o que un millón 555 mil menores de cinco años mueren en el mundo como consecuencia de enfermedades asociadas al consumo de agua sucia, contaminada o no potable para el ser humano?… ¿Qué noción de paz pueden tener los hambrientos o los condenados a la muerte por enfermedades que son curables”.
De su lado, el teólogo brasileño Frei Betto en una brillante intervención cuestionaba: “¿para qué sirve la educación? ¿Para adaptar a los educandos al estatus quo? …Una educación crítica y solidaria engloba a todos los actores de la institución escolar: los alumnos, los profesores, los funcionarios y las familias de todos ellos. Y trasciende los muros de la escuela para vincularse participativamente con el barrio, la ciudad, el país y el mundo. Las puertas de la escuela permanecen abiertas a los movimientos sociales, los actores políticos, los artistas, los trabajadores… Si queremos atrevernos a reinventar el futuro, debemos comenzar por revolucionar la escuela, transformándola en un espacio cooperativo en el cual convivan la formación intelectual, científica y artística; la formación de conciencia crítica; la formación de protagonistas sociales éticamente comprometidos con los desafíos de construir otros mundos posibles, fundados en la compartición de los bienes de la tierra y los frutos del trabajo humano”.
Salud y educación son dos ejes intrínsecamente enlazados que deben marchar en paralelo, ya que ambos se complementan para una satisfactoria función psicosocial, biológica y cultural de la persona y de la colectividad. Debemos aprovechar los grandes avances tecnológicos de la era digital, insistiendo en reducir la brecha entre países ricos y pobres, hasta lograr el sublime sueño anhelado, !que el sol salga para todos!