¿Qué es la economía?

¿Qué es la economía?

POR JOSÉ LUIS ALEMÁN S.J.
El perfil de la Economía, o sea los rasgos característicos que la separan de otras disciplinas, no está nada claro excepto tal vez diciendo que tiene que ver con el dinero y los precios de bienes que se venden en un supermercado y con los misterios bancarios.

La descripción popular de la satisfacción de las “necesidades materiales” como  las llamaba Marx en cuanto orientada a su venta o compra y no en cuanto a su calidad o tecnología para producirlas es suficiente para  una definición introductoria que nos permita hablar razonablemente.  Allí no se palpa gran opacidad del objeto estudiado. La dificultad nace de concepciones radicalmente diferentes de los fines para los que se estudia economía.

Para casi todo el mundo la economía existe para resolver situaciones desagradables en ese mundo lleno de  necesidades materiales que se satisfacen con dinero: inflación, por ejemplo, desempleo o desigualdad de ingresos y de distribución de recursos. La economía, como la medicina, tiene recetas dolorosas para curar enfermedades materiales aunque sea a base de operaciones osadas que cuestan a los sanos  los ahorros que   planeaban usar cuando les llegase el turno. Sin duda esta creencia se justifica por la eficacia exhibida en muchos casos. Pero no siempre recordamos o sabemos los siglos de investigación biológica y fisicoquímica pasados en hallar el origen de las enfermedades y en dar con tratamientos satisfactorios. La medicina cura gracias a las ciencias básicas biológicas, aparentemente cosa de científicos excéntricos. El éxito de la medicina depende de los triunfos de la investigación y no tanto de la habilidad clínica de los practicantes. Clínica sin teoría subyacente no es gran cosa como tampoco lo son recetas económicas sin teoría. Sin embargo la inmensa mayoría de las consultas no empresariales a economistas buscan meras recetas para ver dónde es mejor colocar  ahorros pequeños  o cuándo y en cuánto  se va a devaluar el peso, etc.,etc.

Para muchas personas, sobre todo estudiantes al inicio de sus estudios, el fin de la economía es todavía más sublime: diseñar exitosamente un “modelo social” o un “proyecto nacional” que resuelva consecuencias  indeseables del “modelo neoliberal”. De hecho algunos pensadores sociales, Henry George, Fourriere, Owen, por ejemplo, o Prouhom, creyeron poseer una doctrina económica capaz de proporcionar a los pobres,  a la nación o a la humanidad toda clase de beneficios. Esta concepción difiere de la anterior solamente en la mucha mayor extensión de su medicina social. Desafortunadamente sin una teoría satisfactoria sobre el funcionamiento de la economía global los grandiosos pero simples  modelos socialistas, humanistas o socialcristianos diseñados pertenecen más al olimpo de las utopías históricamente irrealizadas y probablemente irrealizandas que al complejo mundo de la realidad. Pero también es cierto que todo economista que se respete debiera sentir el anhelo de trabajar también para el bien de la humanidad aunque para lograrlo no deba prescindir de una “buena” teoría.

Finalmente, me parece que la menor parte de la población, o sea  algunos pocos  elegidos creen que la economía debiera aspirar ante todo a investigar las uniformidades repetidas que presenta la realidad económica, o sea sus leyes. Pareto, de ninguna manera un ejemplo del puro teórico, opina que la gran misión del economista es buscar esas leyes sin preocuparse en dar recetas o en formular preceptos para el bienestar de la humanidad. “Su objetivo es exclusivamente científico: comprender la realidad, no más”.

Existen por lo tanto opiniones diversas sobre la finalidad de la economía: los teóricos se niegan  a tomar en serio aspiraciones no fundadas en el conocimiento de la realidad; los políticos o los filósofos ven a los teóricos como simples empleados a sueldo del establishment.

Neville Keynes, padre del gran economista John Maynard Keynes, ofreció una solución realista y no unilateral a estas preferencias. Para él la Economía debe arrancar de una Teoría Económica que busca explicaciones generales de la realidad para pasar, después, a una reflexión cuasi filosófica de lo que debiera ser la economía: Teoría del Bienestar Económico, y terminar en la Política Económica  como manera práctica de intentar que la economía real se asemeje algo a la deseada.

Por ese triple sendero avanza la ciencia al llegar a cierta madurez. El economista, la economía, tiene que basarse en leyes reveladoras de conductas económicas uniformes para poder ser práctica. Sin teoría no se es práctico científicamente hablando aunque sin una visión práctica toda teoría es peligrosa, aunque probablemente menos peligrosa que el recetismo sin teoría real, es decir empírica.

Parece bueno indagar en  el por qué de estas afirmaciones.

La Teoría Económica

Toda realidad es compleja; mucho más de lo que la mente puede ingerir sin indigestarse. Por estas complejidad de la realidad y relativa limitación de nuestra inteligencia es obligatorio prescindir de algunas de sus dimensiones en orden a centrarnos en algo de ella que parece prometedor. Quienes contemplan la ejecución de un trabajo o de un servicio limitado a ofrecer información a clientes pueden interesarse o en la calidad del producto y de quienes lo demandan -mercadotecnia, digamos- o en el funcionamiento de las máquinas o computadores empleadas –ingeniería- o, para no seguir casi sin fin, en apreciar si los interesados están dispuestos a pagar precios que cubran costos y dejen una ganancia residual -los economistas o los administradores de empresa.

Dependiendo del objetivo nos limitamos a estudiar un aspecto de una única realidad o conducta pero sin con eso negar que ésta no puede ser estudiada desde otros ángulos. Cuál de esos ángulos es el apropiado depende de la actividad misma y  del usuario. Diseñar una mansión exótica y original se lo dejamos al arquitecto, levantarla y terminarla a los ingenieros, buscar el título de propiedad al abogado, venderla o alquilarla al administrador de la empresa propietaria, financiar la operación al banquero, evaluar su impacto en el volumen de empleo, de divisas requeridas y del producto añadido al economista, etc., etc.

Actividades hay, por ejemplo la presentación de una ópera donde lo que más importa puede ser la música aunque exista la posibilidad de estudiar su rentabilidad: la proporción entre los costos incurridos y los ingresos generados o las transferencias de fondos públicos desembolsados.

Para simplificar su trabajo la Teoría Económica suele partir de varias simplificaciones que más tarde son  parcialmente modificadas para hacerla más realista. La teoría económica se inicia implícita o explícitamente con los siguientes supuestos simplificadores (¡es decir no negadores de otras características!): cada persona se mueve a actuar sólo por motivos de interés -utilidad si va a consumir algo, rentabilidad si quiere producirlo-  tomando como regla aumentarlo lo más posible dentro de sus posibilidades de ingreso y riqueza , disponiendo de toda la información requerida sobre precios, calidad y gustos, y sin tener en cuenta la posibilidad de unirse con otros consumidores o productores. Con esos supuestos la teoría económica puede avanzar mucho y hasta diseñar y formular impresionantes reglas lógicas de comportamiento que toda persona racional está interesada en seguir: “leyes económicas”.

Por supuesto que los supuestos indicados no son tan sencillos: los consumidores no “calculan” dónde obtener la máxima satisfacción porque la moda social incita una conducta que está lejos de ser la que uno emprendería si estuviese solo   o porque está acostumbrado a hacer siempre lo mismo. Por supuesto que ignoramos  precio y calidad de casi todos los bienes competitivos o no con los que consumo, que trato de crear un  grupo de presión con otras personas con las que hago el mismo trabajo para obtener mayores salarios y que mis preferencias y deseos se oponen a los de otros.  Consecuencia: ¿la teoría no sirve, no es útil? Tal vez pero cuando se dirige uno a modificarla nota que en ella hay mucho de realismo pero que al llevarla a la práctica conviene “relajar”  supuestos que son una base interesante  para acercarnos en pasos posteriores  a la realidad. Akerlof, Siglitz y Spence,  premios Nobel 2001, se han mostrado verdaderos maestros en el arte de enriquecer la teoría con aportes sustanciales de mayor realismo.

Todo buen economista sabe, sin embargo, que este mayor realismo de ninguna manera describe adecuadamente la conducta humana. Hay muchos motivos y objetivos no económicos en ella: afecto, belleza, solidaridad patriótica, creencias, moral, sexo, etc., etc. El “realismo” de la Teoría Económica se aplica sólo a la conducta económica humana no a la conducta humana total. Obviamente una parte de esta conducta humana sí es económica aun aquella que parece más espiritual.

Esto no significa de ninguna manera que a uno le gusten o que esté de acuerdo con las consecuencias de la teoría o que las acepte como irremediables dada la naturaleza humana. Desigualdades patentes como la dotación inicial de riquezas o acceso a financiamiento y a tecnología no son ni siquiera considerados en la teoría cuando esta se toma, como debe hacerse,  sobre la base de lo que existe. “Comprendida” y “explicada” parte de la “realidad económica” surge la pregunta sobre si ella es la que uno quisiera. Esta pregunta ya más filosófica porque es más profunda la trata  la Economía del Bienestar.

La economía del bienestar

Existe en la profesión una curiosa confusión entre los postulados de optimización social y  la identificación de las condiciones necesarias para alcanzar un “óptimo” social válido para un momento dado. En el esquema de una teoría económica hay que formular las condiciones requeridas por   sus supuestos iniciales por la  aceptación de inmutabilidad de la dotación de recursos, financiación  y   tecnología, por la existencia de precios para todas las acciones económicas (lo que no es válido para  el comportamiento estatal en lo que a impuestos y gastos se refiere) y por el grado de  competencia  que enfrentan los actores.

Los verdaderos óptimos sociales, en cambio,  trascienden esos supuestos y preguntan cuándo una sociedad está mejor. El número y calidad de economistas que han pensado esta problemática es apreciable. Algunas propuestas con vigencia actual son las siguientes:

1. “Óptimos de Pareto”. Un estado social es mejor que otro si por lo menos alguien (generalmente “grupo”) está mejor económicamente hablando y nadie  ( ningún “grupo”) está peor. Hay que tener en cuenta que este resultado puede ser alcanzado compensando a quienes pierden con transferencias financieras o reales, bienes públicos incluidos.

El óptimo de todos los óptimos se daría si resultase imposible arreglo alguno que respete lo anteriormente indicado.

2.Regla de Pigou. Pigou, economista inglés de principios del siglo XX, opina que es importante que los criterios de optimización social sean mensurables y que de hecho se midan. Para él un estado social es mejor cuando aumenta el total de bienes producidos (PIB) y cuando simultáneamente mejora la distribución del ingreso  medido por el porcentaje de los bienes producidos de que disponen más pobres (por ejemplo el 20% de menos ingresos).

3. Principio de Rawls: un estado social  es mejor que otro cuando existe  una libertad de elección máxima para cada individuo sin dañar a nadie, mejora el grado de desigualdad de los más pobres medido por los bienes básicos de que disfruten, y todos los cargos públicos electivos son asequibles en igualdad de condiciones a todos los componentes de una sociedad.

4. Principio de Sen (premio Nobel de Economía): una sociedad es mejor cuando aumentan las posibilidades que todos tengan la capacidad para elegir lo que ellos desean.

No es posible negar que este tipo de criterios es demasiado general (con excepción de los criterios de Pigou) y que una aproximación empírica y medible  es importante para evaluar la situación de un país o grupo social. Las Naciones Unidas han hecho un colosal esfuerzo para diseñar “índices” cada vez más convincentes de “pobreza” y  “desarrollo”.

La gran pregunta de la Economía del Bienestar no puede obviamente ser respondida empíricamente si los miembros de una sociedad persiguen fines distintos. A lo más a que se puede aspirar es a una opinión mayoritaria aceptada por las minorías aunque no sea para ellas la mejor y aunque insistan  en seguir tratando de modificar las prioridades hoy dominantes.

En este sentido la economía es un arte, no una ciencia exacta. Peor (¿mejor?) aún: es incapaz de dar una respuesta unívoca que deje a cada uno plenamente satisfecho. No es esta prerrogativa exclusiva de la Economía; lo mismo sucede cuando hacemos preguntas importantes en el mundo de las tecnologías, de los diseños, de la poesía o de la filosofía sobre situaciones óptimas. Lo óptimo muchas veces está condicionado por la cultura: el “espíritu de la época” dirán los franceses. Lo interesante es plantear el tema de lo mejor, de lo siempre mayor. Y  sobre todo buscarlo.

La política económica

Después de percibir la distancia entre lo mejor y lo existente (que no deja de ser muy imperfectamente comprendido) le toca el turno a la pregunta práctica: ¿cómo hacer     que lo real se acerque más a lo preferido? La respuesta formal la da la política económica: las herramientas potenciales diseñadas para lograr esta meta en un contexto donde ya no se abstrae de todo lo que no sea económico sino donde se sabe que el ser humano reacciona también por motivos sociales, éticos, religiosos, ideológicos, patrióticos, etc.

Inclusive en ese contexto conviene recordar que lo que para uno es económicamente conveniente puede no serlo económicamente para otros. El libre comercio internacional , para presentar un caso clásico, favorecerá inicialmente a unos productores y dañará a otros que clamarán por protección estatal en nombre del bienestar de ellos tan ciudadanos como quienes se ven favorecidos esgrimiendo una larga letanía de ventajas sociales o patrióticas: nacionalismo, empleo,  retraso relativo nacional  de infraestructura y educación, imperialismo, neoliberalismo, etc.

La problemática de la política económica jamás se reduce a las clásicas políticas monetaria fiscal, comercial, o cambiaria. El problema de los problemas surge de los diferentes intereses, no sólo económicos, de los distintos miembros de una sociedad que se sienten con derecho a ser oídos y a influir sobre ellas en defensa de su supervivencia y de su  mejoramiento económico. Practicar políticas económicas en una sociedad de libre elección de los gobernantes por los gobernados es más difícil que imponerlas en una sociedad sin grandes derechos formales de los ciudadanos, pero las soluciones pueden en la primera  ser más respetuosas de las personas y más duraderas que en la segunda.

Por eso la política económica es mucho más que uso sabio de econometría, importante por lo demás para no errar en demasía. La política económica es una ciencia social e histórica en la que no siempre triunfa el que mejor teoría económica sabe pero donde quien no la domina está casi predeterminado al fracaso propio y del país y donde a veces la opinión pública dominante lleva a un  país al abismo económico aunque sea solamente  por un tiempo.

En este mundo de las recetas y de los modelos económicos la Economía, con mayúscula, “sólo” puede pregonar ventajas dolorosas para unos o profetizar desgracias si es ignorada. Penas y alegrías que refleja el verso de Calderón de la Barca: “en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es del color del cristal por donde se mira” pero donde hay que entender no que no exista verdad alguna sino que la vemos con la visión interesada que caracteriza la primera parte del  “animal racional”.

Conclusión

Las debilidades prácticas de la economía como recetario contra males económicos son demasiado visibles mientras que su potencial esclarecedor del comportamiento de la persona y de la sociedad se aprecia generalmente sólo después de las tragedias. Función del economista es empeñarse sin grandes esperanzas de ser oído en buscar el bien común más que el individual o grupal que es obra tanto de la abstracción teórica como de la comprensión del ser humano individual y social. Definitivamente hay economistas buenos profesionales  que viven, y muy bien, de la economía, y hay economistas para que otros vivan mejor. En la Historia de las Ideas Económicas apenas se aprecian huellas de los primeros.

En Economía como en Medicina  sin teoría no hay buena clínica.

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