¿Qué es la vida?

¿Qué es la vida?

La vida es una oportunidad, aprovéchala;
la vida es belleza, admírala;
la vida es beatitud, saboréala,
la vida es un sueño, hazlo realidad.

La vida es un reto, afróntalo;
la vida es un juego, juégalo,
la vida es preciosa, cuídala;
la vida es riqueza, consérvala;
la vida es un misterio, descúbrelo.

La vida es una promesa, cúmplela;
la vida es amor, gózalo;
la vida es tristeza, supérala;
la vida es un himno, cántalo;
la vida es una tragedia, domínala.

La vida es aventura, vívela;
la vida es felicidad, merécela;
la vida es vida, defiéndela
Madre Teresa de Calcuta

Después de haber vivido 22,265 días en mis 61 años de vida, creo que tengo derecho a atreverme para hacer algunas reflexiones, conclusiones y lecciones del gran oficio de vivir.
A veces quisiera, cuando veo a los jóvenes con bríos desmesurados, decirles que las prisas no son necesarias, que es conveniente detenerse para disfrutar el amanecer, sentir la lluvia o los rayos del sol. Abro los labios para pronunciar un consejo, lo pienso bien entonces los cierro. Mi impulso de hablar se detiene. Pues comprendo que nadie puede vivir por el otro, pues cada quien debe construir su propio camino. Entonces entiendo que a esos seres que se inician en la vida solo debemos acompañarlos. Abrazarlos cuando sufran, tenderles la mano para ayudarlos a levantarse, escucharles sus dudas y aconsejar, solo si te lo piden.
A veces, cuando en el aula de clases alcanzo a detectar a un joven ávido de saber, leyendo más de lo que puede o comprende, discutiendo de todo, aunque no sepa mucho o carezca de las informaciones debidas, me veo reflejada. ¡Qué atrevida es la inmadurez! ¡Que arrogante es la ignorancia! Cuando me ocurre, sonrío y trato de responder con la mayor dulzura posible. Me acerco y trato de ofrecerle una atención especial. Así hicieron conmigo mis maestros, quienes, al detectar mi desesperación por aprender, me tendieron la mano para que el impulso no se detuviera.
A veces quisiera que la gente ame la historia como yo la amo, que se interesen en las lecturas que hago, que amen con pasión a la poesía y al arte como yo. Entonces me doy cuenta que somos diferentes. Unos vibran por los números (que odio), por la medicina (que detesto y me aterra), por las matemáticas (que no entiendo y ni me interesan). Y al ver la realidad, sonrío y comprendo que todos vibramos por estímulos distintos. Así, mi vida se ha visto rodeada y amada por personas muy distintas a mí, pero que en la magia de la diferencia, se produce la complementariedad.
A veces olvido mis años y comienzo a plantearme nuevos sueños, muchos sueños, que cuando hago conciencia de mi silenciosa y solitaria hazaña, me río con ganas. Sin embargo, creo que nadie es lo suficientemente viejo para soñar y para mantener la curiosidad natural de aprender. Estoy convencida que mantener esa actitud te llena de energía e ilusiones para seguir hasta el final de tus días.
Es cierto que las ilusiones te ayudan a vivir; pero no menos cierto también es que después de haber construido un camino, ya no hay que correr. Debemos caminar a paso más lento, para poder disfrutar de las pequeñas cosas que también inspiran y te motivan a seguir. Cuando estoy escribiendo, me detengo y observo el pájaro que llega a beber agua de la fuente de agua dulce que mi esposo prepara especialmente para ellos. Después sigo en la tarea de escribir. Luego vuelvo y me detengo para observar cómo el viento juega con las ramas de los pinos y disfruto el maravilloso regalo que nos brinda gratuitamente la naturaleza.
He tenido que aprender muchas lecciones, que no son más que aprendizajes post caída. Al caminar, al intentar colocar los materiales de mi camino, he tenido, todo el mundo ha tenido, que sortear toda suerte de dificultades. Al tropezar con muros, piedras o rocas, tenemos la opción de enfrentarlas con violencia, o intentar quitarlas con paciencia, o, como aconseja la filosofía taoísta, tratar de bordearlos. Los taoístas recomiendan no enfrentar todas las batallas, sino aquellas que son de principios, aunque de antemano sepas que vas a perder. A veces es mejor callar, que insultar o decir palabras hirientes. El silencio, como dice la sabiduría popular, es más elocuente que la palabra.
Aprendí la lección de ceder, si queremos seguir. Pienso que debemos limpiar nuestro corazón para no amargarlo ni amargar a los otros. No creo, como hacen algunos, de vivir la vida con amargura, con paranoia de que otros quieren hacerte daño o maltratarte.
Me han dicho siempre mujer atrevida por gritar a los cuatro vientos mi edad. Yo digo, y esto lo aprendí de la filosofía china, que para vivir hay que cumplir años. Cada cana, cada arruga, cada grasa, cada mancha que tengo la he ganado a fuerza de aventuras y desventuras.
Lo mejor de haber cumplido 61 años es que el futuro se ha convertido en presente, que los sueños tienen tiempo de caducidad y que ya no hay nada que demostrar, pues demostramos lo que éramos y podíamos hace mucho tiempo.
Lo mejor de cumplir años es que amamos el silencio, la soledad y solo buscamos la compañía que nos apetece.
Lo mejor de cumplir años es que aprendemos a reírnos de nosotros mismos. Y lo mejor de todo es seguir amando la vida con pasión y paz, en esa doble dimensión contradictoria y complementaria.
Que estas palabras nacidas del corazón puedan llegar a otros. Nos vemos en la próxima.

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