LEONARDO DÍAZ JÁQUEZ
Veinte años después de las elecciones nacionales que se celebraron el 16 de mayo de 1986, en que por la debilidad institucional de la Junta Central Electoral, bajo la presidencia del señor Caonabo Fernández Naranjo, hubo la necesidad de conformar la Comisión de Asesores Electorales, la que sin duda fue la que le dio algún hálito de credibilidad a un proceso electoral plagado de inconvenientes, que resultó en un veredicto que aún lo rodea un manto de dudas, es lamentable constatar que en el aspecto electoral no se ha avanzado lo suficiente.
En su libro Testigo de una Crisis, monseñor Agripino Núñez Collado, quien fuera miembro de la referida Comisión de Asesores Electorales, dice que personalmente, anhelo y pido al Señor que nunca más sean necesarias las comisiones de notables en situaciones difíciles. Se impone la existencia de un sistema en el que las instituciones funcionen por sí mismas…, lo que contrasta con la solicitud hecha hace varias semanas por el PLD, pidiendo conformar una Comisión de Seguimiento, tal y como la que existió para las elecciones presidenciales del año 2004, planteamiento que no ha caído en el olvido, pues el doctor Rafael Alburquerque, vicepresidente de la República, reiteró que en caso de que la Junta Central Electoral no acepte la observación de la Comisión de Seguimiento, la población no tendría credibilidad en ese tribunal electoral (HOY, 25-4-2006). Dijo que en las elecciones anteriores hubo ese seguimiento y no se registró ningún problema, de manera que esa labor le daría más confianza a toda la ciudadanía de que habrá transparencia y que se respetarán los resultados de las elecciones. El Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), la mayor agrupación de empresarios, hace un pedimento similar al sugerir que es necesaria una Comisión de Seguimiento que ayude a la Junta a preparar las tareas de las elecciones (HOY, 26-4-2006).
Si la situación que vivió el país para las elecciones del 1986 se pudo solventar con la creación de la Comisión de Asesores Electorales, dando paso a una JCE mejor organizada bajo las presidencias de los doctores Floirán Tavárez y García Lizardo, desmeritada por el fraude colosal del 1994, bajo la presidencia de este último, no es menos cierto que sólo con la llegada del Dr. Estrella Sadhalá y su sucesor, el doctor Sully Bonnelly, se logró tener una JCE creíble y que garantizó el ejercicio electoral de la ciudadanía en 1996 y 2000, rodeado de las mejores garantías de idoneidad y credibilidad. Pero, como dice el refranero popular, la alegría dura poco en casa del pobre, pues la necesidad de la Comisión de Seguimiento para las elecciones presidenciales pasadas, así como todos los problemas en que se ha metido la misma JCE con la aceptación tardía de las inscripciones de los candidatos del PRD y el PRSC, más las impugnaciones de los candidatos desplazados por la Alianza Rosada, ha creado serias dudas sobre el tribunal electoral, como muestra del retroceso que hemos tenido en la institucionalidad de la JCE bajo la presidencia del doctor Luis Arias.
En una actividad proselitista en San Francisco de Macorís el pasado domingo 23 de abril, el doctor Leonel Fernández, presidente de la República, dijo que en el país se juega el próximo 16 de mayo: o queremos el progreso o queremos el atraso, o queremos la moralización o queremos la desmoralización de la política dominicana. Y por ahí anda la cosa, pues los ciudadanos queremos tener políticos que ejerzan la política como la más pura de las ciencias, tal y como nos legara Juan Pablo Duarte, dentro del más estricto apego a la ética. Lamentablemente, a pesar de la justificación, esto lo dijo al momento de juramentar dirigentes que han sido sonsacados de sus respectivos partidos haciendo uso de los resortes del poder.
Entonces, lo que se juega el próximo 16 de mayo es a que el ciudadano se sienta atraído por un proceso en el que el tribunal electoral sea garante del ejercicio del sufragio, lo que lamentablemente no se ha logrado, por culpa de los mismos partidos políticos, quienes se han conformado con tener una JCE en la que ellos pueden influir a conveniencia, y cuando se les va de las manos ese control, apelan a la mentada Comisión de Seguimiento. Por otro lado, el descrédito de los partidos y de sus dirigentes, aunque no ha tocado fondo, es el aspecto más importante a que se juega este 16 de mayo, ya que la nación no puede darse el lujo de seguir el camino hacia la desilusión y la desesperanza, pues lo que nos espera, de seguir así, lo podemos ver en los procesos que se desarrollan en América del Sur. Ya tenemos por lo menos un ex militar que comienza a ser vendido como la panacea a nuestros males que corroen el cuerpo moral del país.
El 16 de mayo nos la jugamos a avanzar, teniendo un gobierno más participativo, más plural, más democrático, en que cada poder del Estado interfiera menos en los de los otros y en el que los políticos hagan conciencia de que se hace necesario un cambio de su accionar. Que no se engañen, pues la abstención que se vaticina es un reflejo de la desconfianza que la ciudadanía tiene de sus ejecutorias, las que cada día acrecientan el estado de frustración de la población.