El síncope es la pérdida total o parcial de la consciencia, asociada con frecuencia con una pérdida del tono muscular, durante menos de un minuto. En la mayoría de los casos los pacientes refieren mareos, debilidad muscular, sudoración profusa, y palidez de piel, acompañado de palpitaciones.
Puede deberse a causas circulatorias, metabólicas o neuropsicológicas. Se clasifican según el proceso que las desencadena: síncope vasovagal o neurocardiogénico, ortostático o hipotensivo, síncope por hipoglicemia y el síncope cardiaco, producto de una afección cardiaca estructural y/o trastornos del ritmo cardiaco. El síncope puede deberse a diversos tipos de causas.
Causas extracardiacas
Inestabilidad cefálica
Hipotensión ortostática
Enfermedad cerebrovascular oclusiva
Enfermedad obstructiva grave (estenosis aórtica, miocardiopatía hipertrófica)
Disfunción miocárdica.
Causas metabólicas
Hipoglicemia
Síndrome de hiperventilación
Hipoxia
Causas neurofisiológicas
Epilepsia
Tumor cerebral
Migraña.
El diagnóstico se realiza con una buena historia clínica y el tratamiento va indicado al proceso desencadenante. Solo los casos de afectación cardiaca podrían llevar un manejo farmacológico y/o tratamiento intervencionista.
El síncope cardiológico se sospecha ante un síncope producido en posición reclinada, provocado por el ejercicio, en el dolor torácico, en presencia de antecedentes cardiacos, insuficiencia coronaria y arritmias.
Las recomendaciones para evitar el síncope incluyen aumentar la ingesta de líquidos para evitar la hipotensión, alimentarse adecuadamente y en los horarios correctos para evitar la hipoglicemia y evitar las situaciones de estrés emocional. No se recomienda estar más de 45 minutos sentados o de pie para evitar la hipotensión durante los cambios posturales.