Dice el diccionario: Emergencia, suceso, accidente que sobreviene. Situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata. En los hospitales urgencias. Atención médica que se recibe en la emergencia de un hospital.
Cuando se anunció la sede y la construcción del complejo deportivo del parque olímpico Juan Pablo Duarte, parecía un sueño del ingeniero Juan Ulises (Wiche) García Saleta, año 1972 o 1973. Todos hemos visto lo oportuna, inteligente y beneficiosa que ha sido esa inversión estatal cuyos resultados brillan en múltiples medallas de oro y trofeos obtenidos por nuestros deportistas. Con Wiche salimos ganando.
Cuando el gobierno anunció que se construiría el Centro de Diagnóstico, Medicina Avanzada y Telemedicina se informó que tales instalaciones albergarían lo más moderno, la tecnología de punta para atender la salud el pueblo dominicano, al fin y al cabo, dueño de las instalaciones construidas por el gobierno nacional con dinero del erario. Pero como bien reza el refrán: al encuero nunca le llega un pantalón nuevo o aquel otro refrán que dice: ahora es cuando vamos a ver lo que es un peine en cabello malo.
Como en el cuento del niño sepultado en una cueva que era alimentado por el ogro, pero el pequeño cuando el monstruo le decía que sacara el dedo para ver si estaba engordando y saber cuándo lo podía comer, el chiquito sacaba un rabito de ratón, hasta que pudo salvarse de la condena. A nosotros nos comió el terrible ogro.
Se construyeron las modernas instalaciones, especialmente construidas para los distintos servicios, se amoblaron con todos los equipos más sofisticados, se inauguraron los edificios con todo el bombo y platillo, lleno de pirotécnicas verbales que duermen y engañan como la visión del fuego fatuo y se abrieron los trabajos, pero he aquí que los dueños del dinero, el pueblo que pagó sus impuestos, tuvo dificultades desde el primer día si es que alguna vez recibió los eminentes servicios.
Lástima que hayamos perdido la responsabilidad de llamar al pan pan y al vino vino, los juegos verbales deben ser para ejercicio de poetas y escritores, pero aquí los empleamos en ocultar la verdad. ¡Qué pena! ¿Es o no es corrupción, emplear inversiones del Estado para beneficio de particulares, sin que importe la “prestancia” de quienes dirijan y crean las políticas de explotación de un bien público?
Hay muchas formas de criminalidad, por acción o por omisión, lean lo que dijo la familia más cercana de mi hermano Claudio Caamaño “entonces lo trasladaron a Cedimat, pero allí no lo ingresaron por falta de cupo, luego hicieron contacto con la Clínica Abreu, pero en ese centro no había un cirujano torácico”.
Tal descaro debe ser castigado por el mayor rigor. No los perdones, Señor.