¿Qué esperar?

¿Qué esperar?

De un país donde el voto de los legisladores se compra como si se tratara de mercancía colocada para su adquisición por el peor postor.

De un país donde muchos dirigentes desvían para su provecho y acumulan dinero del erario, para participar en el día a día de la política.

De un país donde el empresariado compra legisladores y funcionarios para lograr la aprobación de leyes que sólo los benefician a ellos.

De un país donde el tiguerito del barrio pasa de limpiar cristales de los vehículos a importante activista de un partido que, por agradecimiento, lo coloca en la boleta electoral como candidato a diputado, resulta electo y se convierte en otro legislador que espera ser comprado por el hombre del maletín.

De un país donde la compra de la voluntad de congresistas, alcaldes y regidores tiene un precio predeterminado, aunque el voto sea para la aprobación de proyectos que perjudican a la comunidad, pero engrosan los bolsillos de quienes pagan sin que importe el daño que producen.

De un país en el cual los miembros de los Tribunales Superiores sean miembros de un partido político que dirige, mantiene a raya y actúa para beneficiar a su grupo, sin que importen código y leyes que contribuyan a la paz social, al mejor entendimiento entre los hombres.

De un país donde independientemente de los mandatos de la Constitución, de la leyes, de la moral y las buenas costumbres, se legisla y se administran las leyes para beneficiar a unos en perjuicio de todos.

De un país que se quitó la careta y proclama de voz en cuello a los cuatro vientos: tanto tienes, tanto vales.

De un país donde la actuación de las autoridades está normada por la fortuna de una persona o de una familia.

De un país donde mucha gente aspira a beneficiarse de los dineros públicos porque sabe que impera la impunidad, el compadreo, nuestra memoria corta, nuestra eterna permisividad.

De un país donde todos conocemos y adivinamos al ciego dormido y al cojo sentado, pero no somos capaces de condenar a los corruptos porque muchos aspiramos a ser perdonados cuando tengamos la oportunidad y podamos convertirnos en corruptos, ante una sociedad que entiende que es un pendejo quien no se beneficia personalmente de una alta posición en el gobierno.

De un país donde cualquier autoridad centuplica su sueldo sin ser cuestionada cuando adquiere bienes de fortuna sin cuenta, fruto del macuteo, del tráfico de influencias y nadie sabe cuántas nuevas formas.

¿Perdió nuestra sociedad el juicio? ¿Qué falta para que nos unamos e impongamos la justicia, persigamos la corrupción, el delito de cuello blanco y a todos los que se roban el presente y el futuro del pueblo?

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