¿Qué está pasando?

¿Qué está pasando?

POR BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Debajo de una fotografía en la cual se ve un féretro honrado con la bandera nacional, se lee: «El entierro de Ubaldo Mota Rivera {Nino Cuboy}, un presunto delincuente ultimado por la Policía, se convirtió en una manifestación popular». En la crónica que se refiere al cortejo dice que «Nino Cuboy» fue asesinado a tiros «en una lucha entre supuestas bandas dedicadas al narcotráfico». Mas adelante se lee: «la Policía dijo que Mota Rivera, de 32 años, había sido acribillado por cinco hombres en Villas Agrícolas».

Dicen que el «jablador y el cojo no llegan lejos sin ser descubiertos «La confusión que sufre nuestra sociedad permite que personas de un sector honren a cualquier muerto con la bandera nacional, sin que tenga los méritos para ello.

Ello es un reflejo del relajo que hay con los honores militares y civiles a personajes de la caverna política, del gatillo alegre oficial, del crimen de Estado, de los capitales fruto de la corrupción, el contrabando, la evasión fiscal.

Si Nino Cuboy era un delincuente de tantos hechos ¿por qué estaba en libertad, por tecnicismos legales? ¿O acaso por vagabunderías de autoridades judiciales y policiales? ¿Cómo es que la Policía dice que lo mató un grupo de personas con tales y cuáles nombres? ¿Quién vio, quién lo denunció? ¿Quién ha dicho que hay una regla de oro que, como un axioma establece: gente pobre = delincuente?

Mi amigo Arnaldo me envió un correo electrónico que llama la atención sobre lo que ocurre hoy en la sociedad.

Sacamos la enseñanza de la moral y la religión de las escuelas, permitimos que los muchachos asistan a clases con uniformes sucios, sin peinar, con las uñas como las de un vendedor de carbón de madera y los zapatos rotos, sucios y sin cordones.

La televisión exhibe senos, nalgas, escenas de sexo explícito a cualquier hora del día, cuando los niños están frente a ella y nada podemos hacer porque también ahí la «globalización» nos fuerza a que aceptemos lo que nos sirve quien tiene la sartén por el mango.

El día que papá me dijo que iba a trabajar en la banda municipal de música, sólo tenía 12 años, entonces no había esa mojiganga de prohibir el trabajo infantil, que no es lo mismo que la explotación infantil, juvenil o de adultos, ¡qué bueno que a Julio Gautreaux se le ocurrió enseñarme obligaciones: el cumplimiento del deber, a cumplir horarios, arroparme hasta

donde daba la sábana con una parte del sueldo que me dejaba, estimar y respetar a los compañeros de trabajo, trabajar en equipo y todo lo demás que aprendí en aquellos tiempos de la preadolescencia y la adolescencia.

La confusión existente sólo se puede corregir con un esfuerzo conjunto de toda la sociedad. Dado que no se puede colocar «detrás de cada flor un policía» la solución no es, nada más policial, se requiere una labor de conjunto. Pero volveré sobre el tema.

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