Con demasiada frecuencia salen noticias, vídeos y comentarios sobre la entrada “por su cuenta” de indocumentados a través de la Frontera; y sobre delitos y crímenes diversos cometidos por haitianos en territorio nacional, contra dominicanos y contra haitianos, y la consuetudinaria evasión de la justicia por los ejecutantes, que de un brinquito están en tierra de nadie.
Hay especies que aseguran que el porcentaje de haitianos que residen en las provincias fronterizas es en algunos casos mayor que el de dominicanos. Similarmente, se conoce sobre un tráfico ilegal de mercancías, armas y sustancias prohibidas, dando la clara idea de que aquello es un perfecto desastre.
Concomitantemente, parece aumentar la proporción de dominicanos, aquí y en el exterior, que manifiesta gran preocupación por diversos asuntos fronterizos, y en general, por la creciente presencia de indocumentados y gentes “no referenciadas”, ni mínimamente controladas, cuyos paraderos y planes de estadía son desconocidos por nuestras autoridades.
En este sentido, lo menos que debe suceder es que la población dominicana conozca, de fuentes oficiales creíbles, qué es lo que en realidad está ocurriendo en esa zona y esa línea supuestamente divisoria.
Al mismo tiempo, debe iniciarse un programa de levantamiento de información validada y acompañada por la sociedad civil, sobre las provincias de la zona; especialmente sobre las aprensiones y actitudes que tienen los dominicanos sobre la presencia haitiana y extranjera en general; a fin de que nos evitemos preocupaciones innecesarias, perturbadoras de la tranquilidad y la paz general, y nos economicemos el fortalecimiento de prejuicios racistas y nacionalistas, que por demás ya son bastantes; y los motivos de preocupación que tiene cualquier vecino juicioso y decente sobre estos asuntos territoriales, migratorios y de seguridad en general.
El alma nacional, queriendo y sin querer, se formó en contra, a diferencia, a pesar de las invasiones de ejércitos haitianos sobre nuestro territorio; produciéndose aquí el inefable milagro de no tener los criollos mayor resentimiento contra ellos, y jamás haberse pensado en agredirlos como nación o como individuos; mucho menos como pobres migrantes que llegan en busca de mejor vida, y que suelen ayudarnos en las tareas duras y mal remuneradas.
Los dominicanos somos personas de buen corazón y trato al prójimo, posiblemente de las menos racistas y xenófobas del planeta (especialmente siendo nosotros un producto histórico-cultural de contraste y contraposición a “lo haitiano”).
El hecho de que nuestras gentes estén desinformadas en un tema tan delicado, es de por sí una situación insostenible, que ningún dominicano agradece y que, por demás, pone de manifiesto una eterna deficiencia de nuestras autoridades respecto al conocimiento y control del asunto.
Wilfredo Lozano, un verdadero experto en el tema migratorio, merece ser la oportunidad que los dominicanos esperamos: La de una institución que promueva verdaderas soluciones, que permitan al Gobierno llevar a cabo políticas sensatas y eficaces sobre una inmigración desordenada.
Lo menos que debemos saber, el gobierno y los ciudadanos es: Cuáles preocupaciones tenemos, qué tan justificadas son, qué podemos esperar y cómo apoyar a nuestras actuales autoridades al respecto.