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La historia de mi cabello, de vuelta a lo natural

+ Que estilo<BR>La historia de mi cabello, de vuelta a lo natural

En mi niñez recuerdo tener siempre un afrito. ¡Mi madre me lo cortaba así para evitar tener que peinar esta greña imposible!

Después mi prima se ofreció a cuidar de mi cabello a cambio de que no me lo cortaran más; entonces comenzó una época de peinados interesantes, busca novios, trenzas, dos colas y demás estilos protectores que en aquella época yo no sabía ni que tenían un nombre. Mi favorito era cuando me hacían “ricitos” (coils)… eso sin estar consciente de que mi cabello ya era rizo.

A los nueve años, ya que mi prima no podía hacerse cargo por más tiempo de mi cabello y estábamos en vísperas de mi primera comunión, me aplicaron un “Glass”,  un alisado suave que se les ponía a las niñas. Yo estaba muy feliz  pues esto resolvería cualquier problema para peinarse y sobre todo porque podría hacerme una pollina y parecerme a mis compañeras de clase que tenían cabello “bueno”… pero lo que más me atraía de este proceso era saber que ¡yo misma podría peinar mi cabello!

Años más tarde, en 1998, aún con mi cabello alisado y después de pasar por cualquier tipo de proceso capilar que se puedan imaginar, desde cortes y tintes hasta  alisados, peines calientes y demás, decidí que quería dejar de alisar mi cabello. Sentía una necesidad por conocer que era lo que crecía y se escondía en mi cabeza detrás de esa melena falsamente lisa.  Así que un día después de pensarlo varias veces convencí a una compañera de trabajo a que me acompañara al barbero… ¡Ella aterrorizada y yo con una sonrisa de oreja a oreja! Le dije al señor “páseme la 3” y él, sin pensarlo mucho, puso a sonar su maquinita… ¡en diez minutos ya era una persona nueva!

Esa noche salí de ahí feliz al descubrir mi nueva cara y la mañana siguiente tenía una sensación muy extraña, pues tocaba mi cabeza y aún no lo creía. La mejor parte fue cuando llegué a la oficina y todo el mundo decía “¡que exótica te ves!”, lo cual fue un gran alivio. Mi madre creía que  tendría problemas en el trabajo; por el contrario,  al final terminaron ofreciéndome leer las noticias en un programa (trabajaba en la recepción de un canal de TV).

Creo que hasta ahí la historia se tornó fácil. Mientras llevaba el cabello corto no tenía problema alguno, me metía a la ducha cada día y al salir solo me secaba el cabello con la toalla, nada de gel, nada de espuma. Mi dilema comenzó cuando quise dejarme crecer el cabello, pues no tenía la más  mínima idea de cómo debía cuidarlo. Ya con un par de pulgadas me parecía imposible desenredarlo y los productos me “probaban” solo por unas semanas.

Pasé por las manos de muchos estilistas profesionales, y su solución siempre era la misma “vamos a ponerte un ablandador…” y la verdad es que  eran un éxito al principio: me dejaban unos rizos bellísimos  y fáciles de estilizar. Mi problema comenzaba con el crecimiento del cabello, porque estaba cayendo en la misma rutina de la cual huí con el alisado: tener que ir a ponerme un químico en el cabello cada tres meses… así es como también decidí desistir del ablandador.

De la otra cosa que decidí desistir  fue del tinte. Daba resultados muy bellos en cuanto a color, pero me dejaba el cabello extremadamente reseco y las puntas se dañaban muy rápido. Mucha gente se tiñe y alisa y tiene un cabello hermoso y saludable, pero yo  soy un poco simplista; para mí  el cuidado del cabello debe ser algo práctico,  y el tema de tener que ir a retocarme el tinte  me sonaba un poco al mismo proceso del alisado, así que lo eliminé.

Hay una cosa que descubrí en el proceso de auto-aprender a cuidar mi cabello, y es a desenredar de la punta a la raíz y a dividir el cabello antes de desenredarlo, creo que si hubiera aprendido eso antes me habría ahorrado muchas horas en la ducha y momentos de frustración teniendo que planear con antelación cuándo iba a lavarme el cabello, pues sabía que tomaría una hora sólo desenredándolo.

Últimamente mi rutina es un poco más simple: aplicar aceite diariamente al cuero cabelludo, lavar con un champú sin sulfato, acondicionar, desenredar y peinar (o despeinar) pero la verdad que llegar a una rutina simple y satisfactoria me tomó mucho tiempo de prueba y error. 

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