Que florezcan mil Elizabeth

Que florezcan mil Elizabeth

Cuando decidimos invitarla para una entrevista en Uno más Uno no teníamos la más remota idea de todo lo que representaba. Sabíamos que era la coordinadora del recién creado movimiento de tan novedosa denominación “Toy Jarto pero creo en mi país”, por lo que acababa de ser despedida de su trabajo como abogada en la Suprema Corte de Justicia.

La comunicación en la que daba cuenta de su despido dirigida “a los dominicanos y dominicanas en todas partes del mundo” nos conmovió al denunciar la intolerancia de que ha sido víctima  nada menos que del órgano superior de justicia. Simplemente por formar parte de un movimiento juvenil contestatario que se manifiesta harto del desorden, de la corrupción, de la anarquía y la anomia social y reclama un nuevo aliento para el país.

Algunos han pretendido justificar el despido de Elizabeth Mateo por los zapatazos lanzados recientemente a fotografías del Presidente de la República y del presidente de la Suprema Corte de Justicia, durante una manifestación que no fue organizada por ella ni por su movimiento. Pero es que además la cancelaron días antes, obviamente por participar de las inquietudes socio-políticas que se manifiesta en el grito de Toy Jarto aunque creo en mi país. Porque no fueron capaces de tolerar el más leve gesto de rebeldía. Ni siquiera frente al enorme desorden nacional.

Está más que demostrado que el autoritarismo pasa por encima de toda consideración jurídica o humana. A Elizabeth se le despide de su primer empleo  como abogada. A Manolo Tavárez y a Francisco Caamaño se les cobró la vida. Como se quiso cobrar masivamente en el hotel Matún, el 18 de diciembre de 1965, la de varios cientos de militares y civiles que aquel año habían intentado restaurar el régimen constitucional, por lo que se vieron precisados a enfrentarse hasta a los invasores extranjeros que no lo aceptaban.

La historia toda de esta nación, desde sus orígenes más remotos, es de horripilante cacería de palomas y ruiseñores. Debería bastar que recordáramos la persecución y escarnio a que fue sometido el padre de la patria Juan Pablo Duarte y el fusilamiento de Francisco del Rosario Sánchez y de la heroína María Trinidad Sánchez. Para no irnos al origen de nuestra veneración de la Vírgen de Las Mercedes, cuyo día es fiesta nacional, porque habría aparecido en las alturas de La Vega Real para devolver a los nativos las flechas con que se defendían de quienes los despojaban de sus tierras y riquezas y hasta de sus mujeres e hijos.  

El último párrafo de la comunicación de Elizabeth Mateo fue lo que nos obligó a  llamarla para esa entrevista: “No tengo ninguna instancia judicial a la cual recurrir, porque la instancia que se supone garante de mi derecho constitucional ha sido quien ha promovido su negación por medio de una intolerancia ilimitada. Hoy mi derecho a la libre expresión fue violentado, mañana puede ser el tuyo. No lo permitas”.

Grande fue la sorpresa al ver aquella muchacha con cara y belleza de niña, allí sentada en el escenario de las entrevistas mayores de Uno más Uno. Más aún cuando dijo que sólo tenía 22 años y que llevaba cuatro trabajando en la Suprema Corte.

Ahí estaba Elizabeth Mateo, enhiesta, simbolizando la recuperación de la esperanza, la persistencia de la fe en los valores sociales, la refrescante fragancia de los jóvenes incontaminados, refractarios a la resignación, sustentadores de los sueños colectivos que elevan la dimensión humana.

Su aplomo y precisión expositiva  no dejaba de contrastar con sus 18 años. Se manejó con seguridad, sin resentimiento, con alegría y entusiasmo. Y al final la despedimos con nostalgia, como queriendo tener una Elizabeth cada día, o siquiera cada semana, para que nos ayude a mantener la llama votiva de la esperanza.

Toy Jarto, La Revuelta, La Multitud, Juventud Rebelde, Juventud Caribe, Justicia Global o Colectivo Caracol son algunas de las expresiones esperanzadoras de una juventud que se levanta negándose a aceptar el derrotismo imperante, proponiendo altas metas a las nuevas generaciones, más allá del hedonismo que se apoderó de la generación que relevó a la de los sesenta. Démosle la bienvenida con entusiasmo, aunque de vez en cuando se le zafe un zapatazo más o menos justificado. Que florezcan mil Elizabeth por todos los caminos de este país tan necesitado de nuevas palomas y nuevos ruiseñores. 

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