¿Qué hacer?

¿Qué hacer?

La cuarteta habla claro: en este mundo traidor/nada es verdad ni es mentiras/todo se ve del color/del cristal con que se mira.
Juan Ramón Jiménez, el apacible poeta, premio Nobel de Literatura escribió alguna vez: hoy ante los retos de la sociedad, los jóvenes se preguntan si su actitud debe ser peleante o expectante, esa disyuntiva siempre está presente.
Los candidatos presidenciales de la oposición mantienen una actividad inteligente, unidos, como debieron haber concurrido a las elecciones, de todos modos, nunca es tarde. Es tarde cuando uno arroja la toalla en señal de no más, pero en política y menos en reclamos electorales esa acción no debe existir.
Los mañosos realizan fraudes electorales para torcer la voluntad popular, para que continúe en el poder el mismo mandatario o para imponer un candidato que mantenga el statu quo y permita que un partido siga en el mando de la cosa pública para beneficio económico de sus dirigentes.
Las actividades, los pronunciamientos, los documentos emitidos, los reclamos ante organismos propios y extraños, son importantes, pero no bastan. Los organismos electorales están secuestrados. Tanto la Junta Central Electoral como el Tribunal Superior Electoral, los conforman miembros del partido del gobierno, de una organización que amenaza con permanecer 30 años en el poder, al decir del expresidente Leonel Fernández.
Para mantenerse en el poder han sido capaces, lo han demostrado con creces, de hacer cualquier diablura, ignorar el imperio de la ley, irrespetar los derechos de todos y pisotear cualquier prurito de decencia y respeto a los principios morales.
Cuando se agoten todos los estamentos constitucionales y legales y se obtenga el resultado esperado, dada la corrupción imperante en los mismos, volveremos a la búsqueda de la respuesta a la pregunta del titular de este artículo ¿Qué hacer?
La historia es clara y su ejemplo constante, no existe el deber de dejarse apabullar, de dejarse ningunear, de dejarse abusar. Ninguna sociedad moderna se basa en la división entre minorías que ejerzan el mando por encima de la mayoría, mediante el uso del terror impuesto por organismos armados y de inteligencia, por el oro corruptor que compra voluntades, que compra el derecho al voto, que trastrueca los resultados electorales de modo tal que el elector vota por un candidato, por un partido y el organismo electoral escamotea, oculta, borra, cuenta los votos de manera irregular y engañosa.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX vivió el escritor colombiano José María Vargas Vila, quien removió importantes llagas de la sociedad de entonces que lo aplaudió y lo rechazó, una de sus más lapidarias frases es la que reza: cuando la vida es un martirio, el suicidio es un deber.
¿Qué hacemos, nos suicidamos?

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