¿Qué hacer?   Las bases “científicas” de la novela

¿Qué hacer?   Las bases “científicas” de la novela

¿Cómo está estructurada la novela de Chernishevski? ¿Cuál es la trama oculta, el propósito y el plan ideológico que busca mostrar y que domina el ritmo de la exposición y el orden en que se despliega el contenido mismo de la narración?

¿Qué objetivo nuevo tiene el autor al pasar de la exposición de ideas y propuestas concretas para la liberación de los campesinos y el reordenamiento radical de la sociedad rusa en su conjunto que articula en un plano teórico, filosófico, abstracto; a otro, nuevo para él, donde debe primar un tono narrativo, fantástico, literario?

Chernishevski, en primer lugar, debe aprender a filtrar las propias ideas y teorías mediante su transformación en material literario por medio de la imaginación y los efectos de la ilusión artística; debe dar muestras de gran sentido pragmático y, al mismo tiempo, aplicarse en tocar las fibras más recónditas de la sensibilidad de sus lectores, y debe ejercitarse en evocar poéticamente las propias vivencia, emociones y experiencias para dar un toque de verosimilitud a lo narrado.

Para responder adecuadamente, con cierto orden, las cuestiones planteadas será necesario mostrar, por un lado, el entramado de las ideas “científicas” que le sirven de base ideológica al escritor para configurar e interpretar las situaciones y circunstancias que tienen que afrontar los personajes en el desarrollo de la trama de la novela. Mientras que por otro lado, se debe evidenciar, con la utilización de algunos trozos extraídos del contexto de la novela, como la estructura teórica aparece “dúlcificada” en el cuerpo de la narración.

Subrayo, de entrada, que no hay que olvidar que para el autor, “la teoría es fría. Toda teoría debe de ser así. La inteligencia debe ser para juzgar las cosas fríamente. (…) –pero, entonces –afirma un personaje- se trata de una teoría despiadada. –Sí, así será para las fantasías vacías y dañinas”, responde el protagonista, Lopuchov-. “La ciencia es prosaica y no se escribe en versos”, pone -más adelante- en boca del mismo personaje, el autor.

Ante todo, habría que decir que Chernishevski intenta presentar un modelo funcional de lo que considera las notas fundamentales de un antropología científica, que se constituye como un saber cierto y experimentado, que es el resultado de una evidencia basada en la configuración pública y controlable del conocimiento científico. Esto garantiza a semejante interpretación del  comportamiento humano la solidez de sus principios, que son válidos y verificables para cualquier persona.

Por ello, Chernishevski puede afirmar que “cuando llegue el momento, los representantes de los que hoy aspiran a transformar la existencia de la Europa occidental, quedarán inconmoviblemente aferrados a sus convicciones filosóficas, y éste será el signo del próximo triunfo de los nuevos principios en la vida social de Europa oriental”.

Para el pensador ruso la ciencia descansa en una antropología –tal como lo aprendió de su maestro Ludwig Feuerbach-. La antropología actúa como el fundamento de toda ciencia, y crea como sus derivados una psicología y una moralidad que se sustentan sobre sus principios.

Chernishevski declara, además, ampararse en una firme convicción respecto a lo humano: el libre arbitrio no es posible. Éste no es más que una simple ilusión, creada en el transcurso de la historia y en el proceso de evolución de las especies, tal como se puede comprobar desde un análisis filogenético. Nuestro autor sostiene, que “todos los fenómenos del mundo moral proceden unos de otros, de las circunstancias exteriores, en conformidad con la ley de la causalidad”.

La impresión que se llega a tener, basados en sensaciones internas, de que el humano puede “querer”, de que tiene la capacidad de cumplir actos volitivos que se sostendrían en una “vivencia o experiencia de la voluntad” es una impresión puramente “subjetiva”, que constituye una ilusión en el sujeto.

En realidad, el “querer” es algo que se articula como un simple anillo en un largo proceso de encadenamiento de fenómenos y hechos unidos férreamente entre sí por un firme, complicado e indisoluble lazo causal. Por la complejidad y la amplitud de planos significativos que abarcan no siempre se revelan, ante los ojos del sujeto que los experimenta, los elementos necesarios que realmente vienen envueltos para hacer posible el más simple acto interno.

La vida de un ser humano, y la del conjunto de la humanidad, es la manifestación de semejante encadenamiento de actos, pensamientos, vivencias, emociones e impresiones que se manifiestan unidos aunque pertenezcan y ocurran en múltiples niveles de operatividad fisiológica, psicologica y cognitiva por vía del principio de causalidad.

Por esto, para Chernishevski es impropio hablar, respecto a lo humano, de responsabilidad. Todo cuanto acontece -lo que es movido desde el exterior de la persona por circunstancias, situaciones, fuerzas e influencias, y lo que actúa como incitaciones pasionales, sentimientos y emociones en su interior- busca alcanzar una especie de equilibrio entre lo interno y lo externo. Esto se manifiesta en la búsqueda constante de lo que parece ser agradable o placentero y, al mismo tiempo, en trata de evitar lo desagradable, inquietante o doloroso.

En la novela Chernishevski sostiene, respecto a la supuesta elección que se hace por vía de la libertad de la voluntad, que cada vez que “elegimos”, simplemente nos dejamos llevar por nuestras inclinaciones y por lo que consideramos son nuestros intereses: “Sólo los tontos pueden decir lo que quieren… Si se actúa de una manera en vez de otra, esto quiere decir que es nuestra índole, nuestra constitución la que nos impone actuar de esa manera en lugar de otra. ¿Quién puede condenar las consecuencias de un hecho o de una cosa cuando el hecho o la cosa, en verdad, existen? Dados los hechos de tu personalidad y el ambiente en que haz crecido y te encuentras, ninguno de nosotros puede responder de sus actuaciones”.

El ser humano es, para el pensador ruso, fundamentalmente egoísta. Si consideramos con atención un acto, un sentimiento o una vivencia que puede aparecer a una primera mirada como surgida de una fuente altruista o desinteresada, con cierta sutileza se puede llegar a descubrir que se basa en el primado que ejerce sobre la conciencia una valoración, que impone un pensamiento o una convicción de que el acto mediato que se realiza puede llegar a exhibir o a poseer un mayor valor o interés en el sujeto.

La realización de semejante acto o actitud mediata puede producir en el sujeto, un sentimiento de mayor compensación o una satisfacción más intensa y duradera, que un acto inmediato que pudieramos ejecutar.

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