Los niños conocen el placer desde que nacen. En la etapa oral, a través de la boca satisfacen todas sus necesidades. Posteriormente, en la etapa anal logran controlar los esfínteres, lo cual también es placentero para ellos. En la tercera fase, conocida como fálica, se masturban y tocan sus genitales.

Los expertos en sexología recomiendan a los padres cuyos hijos se masturban a no condenar esta acción y a instruirlos para que crezcan con una personalidad sana y sin asumir que la masturbación es un acto prohibido.

Aunque debe ser tomada como una situación normal, también es necesario aprender a reconocer el momento en que puede salirse de control: si a pesar de que el niño realiza otras tareas continúa tocando sus genitales, lo hace aun si está distraído, o si sus juegos u otras situaciones las relaciona con el sexo, puede ser una señal de que el niño padece angustia, ya sea por la separación de los padres, pleitos en la familia o, en el peor de los casos, ser un aviso de que es víctima de abuso sexual.

Cuando se trata de preadolescentes y adolescentes, los padres deben entender que a esta edad se tiene un ímpetu sexual muy despierto y una gran necesidad de autogratificarse, lo cual es normal en tanto no centren su vida en ello y dejen de realizar actividades que acostumbran, o bien que esto les signifique alejarse del resto de las personas.

Adicionalmente, los sexólogos recomiendan que los padres enseñen a sus hijos que la masturbación debe hacerse en un lugar privado.