¿Qué hacer si tu hijo se quiere vestir de princesa?

¿Qué hacer si tu hijo se quiere vestir de princesa?

España. Cuando los padres de Luis no estaban en casa, el pequeño de 7 años se vestía con los disfraces de su hermana. La primera vez que la mamá lo vio, se asustó y pensó: «A mi hijo le gusta vestirse como mujer».

Luis, cuyo nombre no revelamos para proteger su privacidad, vive en Colombia con sus padres y su hermana que es un año mayor.

Otro caso es el de Asher, quien tiene tres años y vive en Estados Unidos. Tiene una hermana dos años mayor, a quien admira y cuya influencia en él es obvia.

«La primera vez que Asher escogió un vestido, tenía dos años», le cuenta a BBC Mundo su padre, el actor y escritor Seth Menachem.

Aunque en una oportunidad intentó presionarlo para que se pusiera «ropa de niños», sintió que no estaba haciendo lo correcto. Ese día en particular -recuerda- Asher se empecinó tanto con ponerse un vestido que se dio cuenta que su enfoque era errado. «Me disculpé con él y lo ayudé a ponérselo (…) Me preocupan más sus sentimientos que los míos».

También en Estados Unidos, Cheryl Kilodavis se inspiró en su hijo para escribir el libro ilustrado «My Princess Boy» («Mi niño princesa»), publicado en 2009.

«Soy un niño princesa y me encanta ponerme vestidos y amo los colores rosado y rojo», le dijo el pequeño de cinco años (en 2011) a la cadena NBC.

La primera reacción de su madre ante sus gustos fue (como lo manifestó a NBC): «reencausarlo para que jugara con un camión o para que leyera ciertos libros» y cuando Dyson le dijo que quería vestirse de princesa para Halloween, se resistió.

Pero fue su hijo mayor el que con una pregunta le sugirió que quien estaba teniendo un problema con la situación era ella y no su hermano.

La pregunta clave fue: «Mamá ¿por qué no puedes simplemente dejarlo ser feliz?»

Protección

Cuando Asher pidió por primera vez ponerse un vestido, su padre recuerda haberse reído internamente y haberlo ayudado a ponérselo.

La hermana de Asher, Sydney, es una clara influencia en el niño (Foto: Seth Menachem).

«Después se convirtió en algo que quería vestir todos los días», señala Menachem en una entrevista por correo electrónico con BBC Mundo. Sus trajes incluían disfraces de princesas de Disney.

«Recuerdo haber tenido un poco de dudas, pero provenían de querer proteger a mi hijo de cualquier persona que quisiera acosarlo.

«Estoy estudiando en la Universidad Antioch de Los Ángeles un master en Psicología Clínica, con una especialización en desarrollo de niños y adolescentes. He visto muchas formas en las que los padres pueden ser dañinos para el desarrollo de sus hijos».

Dejarlos ponerse vestidos no es una de ellas, asegura.

El día que quiso disuadir a su hijo, Menachem recuerda que se preparaban para ir a una fiesta y no se sentía con ganas de lidiar con «gente preguntándome toneladas de cosas» o de ver que «juzgaran a mi hijo».

«Generalmente mis amigos y familiares me muestran su apoyo. He encontrado algún conocido para quien la situación le puede parecer extraña, pero es su problema, no el nuestro. Algunos han admitido que sería duro para ellos si su hijo quisiera usar un vestido. Y otros desearían poder tener las agallas y hacerlo ellos mismos. Es una pieza muy cómoda para vestir», señala.

Libertad

Menachem le dice a BBC Mundo que su misión es criar a sus hijos con amor, alegría, límites y una guía moral. Para él, el que su hijo se quiera vestir con vestidos no es una cuestión moral.

“Asher no volvió a usar vestidos diariamente. Ahora lo hace una o dos veces a la semana”, cuenta su padre (Foto: Seth Menachem).

«Por eso no hay razón para que los padres sofoquen la creatividad y la libertad de sus hijos cuando se hace de una manera sana. Tristemente, a lo largo de sus vidas su creatividad la truncarán muchas veces.

Déjenlos que disfruten esos momentos. Quizás sus hijos disfrutan cuando juegan a disfrazarse. Quizás quieren probar una nueva identidad. Pero no es usted quien lo debe definir».

En una ocasión, la hija de Menachem le pidió que se pusiera un vestido para jugar. Él le dijo: “No”. Pero ella insistió. “La gente se va a reír de mí”, él replicó y ella le respondió: “Si lo hacen, les diré que se pierdan”. Su respuesta lo desarmó y aquí está la muestra (Foto: Seth Menachem).

La historia de Luis se la contó a BBC Mundo la psicóloga y especialista en terapia familiar sistémica María Esther Revelo, quien orientó a sus padres en el proceso de entender a su hijo.

Sus padres lo sorprendían vestido con los disfraces de su hermana en las tardes, después de regresar del colegio, a donde debe ir con uniforme.

«Cuando la mamá o el papá llegaban de hacer alguna vuelta, lo encontraban disfrazado con este tipo de ropa.Inmediatamente, se volcaban contra el niño: ‘¿Por qué estás vestido así?»¡Cámbiate!'», relata Revelo.

«Los fines de semana, se negaba a vestirse. La mamá le elegía la ropa (de niño) y él no se la quería poner. Si tenía la invitación al cumpleaños de un amiguito, la mamá le decía: ‘Esta es la ropa que te vas a poner’, pero él se negaba y se armaban tremendas pataletas hasta que lograban que se vistiera y luego (el problema era) que saliera de buen ánimo. Llegaba a la fiesta muy mal y la pasaba muy mal porque no iba vestido como él quería. No se sentía cómodo».

Entrar en su mundo

Para Revelo era fundamental no sólo escuchar al niño sino a los padres.

De acuerdo con Revelo, es muy importante que los padres traten de entrar en el mundo de fantasía que sus hijos construyen.

«Primero procedimos con el niño. Era muy fácil dialogar con él. Me funcionó muy bien entrar en ese mundo de fantasía que estaba alimentando a través de los vestidos femeninos. Eso me permitió orientar a sus papás», señala la especialista.

«Descubrimos que el niño tenía una inclinación por la estimulación sensorial que ese vestuario producía en él, tanto desde la perspectiva táctil por las texturas sedosas y suaves de los disfraces, como desde la perspectiva visual, pues le gustaban los colores brillantes y fuertes».

Su fascinación por los disfraces de niñas terminó siendo no solo una inclinación estética y artística, sino una opción mucho más cómoda.

«Indagué y me dijo que los pantalones le molestaban mucho en sus piernas y que era más agradable vestirse con los disfraces de la hermanita». De hecho se sentía bien cuando usaba shorts.

Temores paternales

«Es un tema más social, más cultural. Son pautas de vida que se tejen en cada familia. Está bien que se vista de Batman o de Superman, eso está aprobado, pero que se quiera vestir de Blanca Nieves, no estaba bien. Ahí empieza la burla.

La mamá de entrada descalifica y dice que esa no es ropa para un niño sino para una niña y que se tiene que vestir como un niño», indica la psicóloga.

«Es un trabajo importante que tenemos que hacer como papás y como adultos: liberarnos de prejuicios.

Pero ante todo tenemos que sobreponer el amor y la capacidad contención en las situaciones que se presentan en las vidas de nuestros hijos».

«Es muy importante para un papá entender cuál es su temor exactamente. ¿Homofobia? ¿Una dificultad sexual personal que no ha brotado? Mirar hacia adentro ayuda mucho. Entenderse a sí mismo libera: ¿dónde están nuestros temores?, quizás encontremos cosas muy interesantes que no hemos resuelto de nuestra propia historia».

Tras trabajar los miedos de los padres de Luis y sugerirles dialogar con él, Revelo vio un cambio notable en la situación familiar.

«Liberado ese prejuicio, el niño se pudo sentir mejor. Es que no había una conducta anormal que tuviéramos que tratar o trabajar. No había razones para intervenir. Era una conducta que solo había que observar y acompañar. Así fue cómo los padres consiguieron comprender a su hijo».

En las escuelas

«My Princess Boy» es un libro que, de acuerdo con la editorial Simon & Schuster, cuenta la historia de «una familia extraordinaria».

El libro, que fue un best seller en EE.UU., es sobre un niño de cuatro años que «expresa felizmente su auténtico yo» con cosas «tradicionales de niñas».

«A Dyson le encanta el color rosado y las cosas brillantes. Algunas veces viste vestidos y algunas veces viste jeans. Le gusta ponerse su tiara de princesa, incluso cuando se trepa en los árboles.Él es un Niño Princesa y su familia lo ama exactamente como es. Esta es una historia de amor y aceptación. También es un llamado a la tolerancia y al fin del acoso y los juicios».

A la luz de su propia experiencia Kilodavis inició una compaña en Estados Unidos enfocada en docentes para promover la aceptación de las particularidades de cada niño. «Es hora de reivindicar las diferencias y con suerte aprenderemos a aceptar a aquellos que se sienten diferentes», dijo en una conferencia de TedTalks.

Sin embargo, aclara que el hecho de que un niño de cinco o seis años quiera vestirse de princesa puede tener diferentes explicaciones y no necesariamente es algo relacionado con un conflicto de género.

Por eso insiste, al igual que Roldán, que en un comienzo hay que dejarlos que exploren, jueguen y descubran.

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