¿Qué haces por tu familia?

¿Qué haces por tu familia?

Píndaro, tú que sabes de tantas vainas… ¿Qué es para ti la familia?

Epa, Herminio… ¿qué gancho es ese a esta hora? Es fácil… Es una empresa compuesta por el padre, la madre y los hijos, cuya finalidad es la unidad.

Ah, pero Píndaro… ¡eso no fue lo que yo oí hace unos días en la radio! Mientras manejaba a casa, un locutor muy conocido leyó lo que parece ser una cápsula sacada de ultratumba: “La familia es ‘una fábrica’, cuyo principal producto es el ser humano”, decía. Casi me llevé de encuentro a un peatón al oir semejante disparate. ¿Cómo comparan a “la familia” con una fábrica? No somos máquinas ni nada parecido.

Mira, me dice Píndaro… Hoy, hasta en la radio de respeto se cometen errores sobre lo que es la familia, inconscientemente o por falta de supervisión apropiada. Hay sectores que, sin darse cuenta, fomentan la creencia de que una política familiar es luchar contra la pobreza y, estas dos cosas, son completamente diferentes y no tienen nada que ver entre sí, aunque la lucha contra la pobreza ayude a las familias desfavorecidas.

De acuerdo al Instituto Internacional de Estudios sobre La Familia, en Hungría el gobierno tiene un fuerte compromiso con la familia. En sus planes está el colocar a familias completas como parte de su tren gubernamental. Así lo refiere Laszló Markí, matemático e investigador durante más de 40 años, que a la vez ejerce el liderazgo de grandes organizaciones familiares en Europa.

La familia es una escuela de vida y de fe. Es una escuela doméstica para educar a las nuevas generaciones en los valores humanos y cristianos. Su finalidad debe estar orientada a formar una personalidad equilibrada, madura emocional y psíquicamente. Debemos ver a sus integrantes como institucionalmente formados y ricos en lo espiritual.

Como padres, somos los primeros y tenemos la última responsabilidad. La escuela que escogemos para nuestros hijos es apoyo, pero no la única responsable. Jamás deleguemos nuestra responsabilidad familiar al sistema escolar de nuestros hijos. Aunque debamos contar con ella como recurso externo para completar su educación.

Píndaro, pero a veces siento que el sistema está fomentando el que no tengamos derechos sobre nuestros hijos… ¡Eso no es cierto!… replica mi amigo… ¡Tenemos pleno derecho sobre nuestros hijos. No el Estado, ni las organizaciones internacionales. A veces, por comodidad, caemos en el gancho de aceptar imposiciones de contenidos educativos que suplantan a nuestras propias responsabilidades familiares! Pero… ¡a veces nosotros mismos metemos la pata hasta la tambora! Hace unos días, compartía con una madre que expresaba su disgusto porque una empresa distribuidora de una pasta dental fue al colegio de uno de sus hijos pequeños, a mostrar el uso correcto del cepillo y de la pasta. Su desacuerdo no vino por el procedimiento utilizado, sino porque a su hijo –decía ella- se le estaba enseñando a usar una pasta consumida por los estudiantes pobres y eso ella no lo iba a permitir…

¡Cuidado! ¡Eso se lo estamos transmitiendo a nuestros hijos inmisericordemente! Eso es fomentarles una competitividad mundana, de la cual somos los únicos responsables. Descuidamos los valores correctos para, por simple comodidad o ignorancia de formación, inculcar un contra-mensaje que sólo va a dar lugar al individualismo y al maltrato.

Si no mejoramos este comportamiento… ¡en el futuro nos puede pesar! Para nosotros, muchas veces la caridad y los valores fundamentales son palabras huecas. Debemos tener coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, para no seguir creando hijos hiper-rebeldes.

La familia es la constitución de nuestra sociedad a través de núcleos básicos. Es algo natural… es un impulso… es una herencia… es ayudar… pero es algo que, por nuestra propia culpa, está desapareciendo.

¿Qué haces por tu familia?

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