Dondequiera que se habla de la explotación sexual de menores, sea en Washington, en Londres, en Madrid, en Caracas, en Santiago de Chile o en Ginebra, el nombre de la República Dominicana sale a relucir entre los primeros lugares donde esa práctica aberrante tiene lugar. Porque en los últimos 20 años nos hemos convertido en una nación que exporta mujeres que se dedican al comercio del sexo y hemos creado, internamente, un desgarrador mercado de sexo infantil.
En algún momento quisimos negar, casi siempre por influencia de los empresarios turísticos, que el país es un espacio vendido en el exterior como un lugar para el sexo fácil, donde es posible conseguir, con una facilidad extrema, cualquier placer carnal que se deseara. Las mismas autoridades cerraban los ojos y los oídos para no ver ni escuchar nada que aludiera a esta pecaminosa y triste realidad. Pero los hechos se impusieron, como ocurre siempre.
Siempre que tocamos este tema debemos recordar los reportajes que a principios de los años ochenta hicieron Esteban Rosario y Marcia Facundo, desde el Equipo de Investigación del periódico HOY, sobre lo que entonces era considerado el inicio de la prostitución infantil en el área turística de Puerto Plata. Las autoridades estimaron, a la sazón, que se trataba de una exageración y los sectores vinculados al turismo vieron las denuncias como la expresión de intereses contrarios al desarrollo de la industria turística.
Se argumentaba que en el país siempre había habido prostitución y que siempre había menores en este negocio. Se trataba y se trata de una verdad parcial. Los estudiosos del tema indican que, ciertamente, siempre ha habido mujeres menores en la venta de sexo. A esta práctica la llaman formas tradicionales de prostitución de menores, las cuales tenían lugar en las denominadas casas de citas, en los cabarets y en los prostíbulos. Pero a partir de 1992 un estudio de la Oficina Nacional de Planificación y UNICEF, La Neoprostitución infantil en República Dominicana, encontró una práctica diferente, que los autores llamaron neoprostitución, y que tenía como protagonistas a niñas, niños y adolescentes que se movían en playas, parques y discotecas.
Hoy son cientos, quizás miles, los niños, niñas y adolescentes que están dedicados a la prostitución. Operan en redes en lugares como Santo Domingo, Boca Chica, Puerto Plata, particularmente en el área de Sosúa y en la cercanía de San Pedro de Macorís. Los manejadores de estos menores, unos desalmados para quienes la única razón de vivir es el dinero y el lucro personal, buscan las proximidades de los hoteles turísticos. Este diario ha denunciado de manera pormenorizada, gracias a los esfuerzos de nuestro colega Diógenes Tejada, cómo cada tarde las menores y adolescentes son llevadas, religiosamente, a distintos puntos de Boca Chica.
El más reciente estudio que conozco sobre el tema, Explotación sexual comercial de personas menores de edad en República Dominicana, consigna que muchos de estos muchachos declararon que les han pagado para bailar desnudos, que les han pagado para fotografiarse desnudos y, por supuesto, que han recibido pagas para tener relaciones sexuales, para bailar en clubes nocturnos, para acompañar a turistas, para asistir a sesiones de fotografías y videos, etcétera.
Pero no crean nuestros amigos y amigas lectoras que este negocio va en declive. Todo lo contrario, va en aumento. Las condiciones de vida de una amplia franja de nuestras niñas, niños y adolescentes facilita esta neoprostitucion, así como un turismo marginal y minoritario. También, de manera inexplicable, la falta de empuje, la pasividad, la insensibilidad de varias instituciones que, formalmente, tienen entre sus responsabilidades ocuparse de este gravísima y feísimo problema.
En los últimos años, desde mediados de los noventa, el gobierno ha elevado su burocracia para hacer frente a este asunto, pero los nuevos departamentos se limitan a hacer radio, televisión y prensa escrita para hablar del tema, pero sin dar pasos hacia delante, sin atacar un problema que es serio, que mueve millones de pesos y que, por consiguiente, no cederá solo ante estudios coyunturales, a sermones y a exhortaciones más o menos piadosas.
Mientras, estamos, tristemente, en los primeros lugares entre los países donde la prostitución infantil ha pasado a ser un serio problema social, de moral pública y de salud pública.