¿Qué historia te estas contando a ti mismo?

¿Qué historia te estas contando a ti mismo?

Hace un par de años, una amiga a la que visité en México me comentó sobre la extraordinaria experiencia que tuvo, luego de hacer un ejercicio que di en uno de mis talleres: debían buscar un episodio doloroso de sus vidas y hacer un relato. Luego, debían contar la misma historia de otro modo. Leer lo escrito, y otra vez buscar de qué otra forma podíancontar lo que pasó. La idea era hacer que la mente se “estirara».

Acerca de escribir, Ziley Mora Penrose dice: “…es preciso decir que re-escribir la vida tampoco es un puro proceso intelectual; es un “bordar con piedras”, un marcar hitos rotundos, como las piedras-discursos de los dólmenes de Carnac o Stonehenge; es algo que se hace con el cuerpo, algo que se cose a la tela de la piel con las puntadas de las emociones que siguen la aguja de las lucideces…escribir es algo que se hace con el fuego de una canción que encienda a nuestro corazón”.

A medida que escribimos, podemos darnos cuenta con claridad como lo que decimos –y la forma en que lo hacemos- refuerza nuestra autoimagen. El episodio con mi amiga en México me mostró la contundente importancia de los “contadores de historias” y de los “escribas”, dos arquetipos relacionados con la comunicación; oral y escrita. Ellos se encargan de recoger lo ocurrido, organizarlo, y dejarlo como legado a las generaciones que podrán re-significarlo.

En la actualidad, mi amiga es consteladora familiar –además de psicóloga-, da clases en un instituto de formación para terapeutas, y publica sus artículos regularmente. Cuando me leyó el ejercicio que había despertado su pasión, le dije: ¡es hermoso!. Su respuesta aun me sacude: -Es tuyo maestra.Entonces, me contó que cuando compartí el ejercicio en una clase, ella lo copió lo más textual que pudo, lo hizo, y recibió en su ser el poder sanador de la escritura terapéutica.

En el momento que ella me agradeció por ser el canal para encontrar su pasión, ¡yo estaba impactada!¡Era yo quien sentía un enormeagradecimiento por ella! ¡Ni siquiera recordaba el ejercicio! Para mí,era un regalo que recibía a través de ella, la escriba que rescató mis intuiciones perdidas. Después de esa conversación, ella me llevó a una gran librería en DF y me presentó a Ziley Mora Penrose y su “escribir para sanar”. ¡Eso fue el cherry del pastel!

Cada vez que contamos un episodio de nuestra vida, nos auto-rescatamos a nosotros mismos. Liberamos al verdadero yo que somos del cautiverio en el que lo mantenían las emociones dolorosas de nuestro pasado, y las memorias retorcidas de nuestros recuerdos. Escribir nuestra historia pone en nuestras manos un incalculable poder sanador, que nos permite re-significar y dar sentido a lo que hemos vivido.

Nuestro sufrimiento tiene más que ver con la forma como articulamos la historia, que con lo que nos sucedió. La manera en que miramos “lo que nos pasó”, es lo que genera el conflicto que sostiene nuestro dolor emocional. La mayoría, somos malos narradores. El relato que nos hacemos, pocas veces está a la altura de la dignidad del personaje que somos, o de la grandeza de la historia que vivimos.

Solemos mirar defectuosamente los episodios vividos. Nuestra competencia para conectar las claves de la travesía que hemos hecho, o hacer una buena descodificación de las experiencias, y encontrarles significado, es bajísima.Necesitamos ejercitar al narrador interno que cuenta la historia, a fin de que gane la experiencia que le convertirá en un buen contador de historias.

Olvidamos el poder que tenemos para elegir con libertad qué tomar de nuestros recuerdos, cómo interpretar una experiencia, y cómo responder a ella. El valor que le damos a los acontecimientos que nos pasan, determina la calidad de nuestra vida. El significado que les asignamos a las experiencias influye en cómo vivimos el día a día, cómo nos sentimos con nosotros mismos, de qué modo nos relacionamos con los demás, y la manera en que vemos el mundo.

Consciente o inconscientemente, escribimos para reforzar una autoimagen. Pasaron tres años antes de que pudiera percibirme a mí misma lo suficientemente valiosa como para escribir algo que pudiera interesar a otros. La imagen que tenemos de nosotros mismos es el filtro que cuela nuestros recuerdos, y nos brinda un valor, nos devuelve un cierto significado.

A veces, antes de empezar a escribir tomo las cartas de arquetipos de Carolin Myss, las despliego y pregunto: ¿Qué parte de mi necesita expresarse? Entonces, saco una carta, la observo y empiezo a escribir guiándome por esa imagen. Christina Baldwin decía: “Cómo recordamos, que recordamos y por qué recordamos constituye el mapa más personal de nuestra individualidad.

Contar nuestra historia nos permite enriquecer nuestro núcleo más íntimo, con un nutritivo discurso que alimente al sí mismo, de una manera sana. Esta “saga”, “leyenda personal” o “relato que sana” tiene el poder para individuarnos, transformarnos en personas singulares, ¡únicas!, capaces de conocer quiénes somos en esencia, y mantenernos puros en quienes somos, aunque formemos parte de una mezcla.

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