¿Qué implicó para RD muerte de 1J4?

¿Qué implicó para RD muerte de 1J4?

FABIO RAFAEL FIALLO
En el artículo precedente, nos referimos a la manera ejemplar en que la militancia del 14 de Junio se comportó durante la Revolución de Abril. El espíritu de disciplina que reinaba en esa agrupación, la ecuanimidad de que dio muestras, por ejemplo cuando procedió al desarme de los cascos blancos acantonados en la cercanías del parque Independencia sin cometer, ni permitir, abusos o humillaciones, o cuando uno de sus miembros más activos en la Revolución, Diego Guerra Nouel, intercedió a favor de Viriato Fiallo para impedir lo irreparable, la fibra antitrujillista de la que estaban forjados y su incuestionable nacionalismo son factores poderosos que hicieron de la militancia del 14 de Junio, independientemente o a pesar de su radicalismo ideológico, un modelo de patriotismo, firmeza y espíritu de justicia.

Hacíamos resaltar igualmente en el mismo artículo el contraste que existía entre el comportamiento de esos militares y el de algunos (no todos, por supuesto) de los recién llegados a las luchas populares, quienes, como para atrapar el tiempo perdido y hacerse perdonar un pasado no glorioso, necesitaban demostrar su flamante fervor hasta el punto, si fuere necesario, de no cometer o tolerar vejámenes y tropelías.

Viriato Fiallo, mi abuelo, siempre sintió gran aprecio y respeto por el 14 de Junio, a pesar de las diferencias ideológicas que lo separaban de quienes llegaron a controlar aquella agrupación política, y solía decir que uno de los acontecimientos más trágicos de la época posterior a la dictadura fue la desaparición de ese movimiento. Mucho se hubiera podido lograr, según él, en términos de saneamiento político y moral del país, si el 14 de Junio se hubiese consagrado plenamente, en vez de caer en disputas ideológicas tan absurdas como estériles, a la misión para la que había sido creado y que había insuflado valor y cohesión a sus miembros fundadores: la misión de erradicar la maquinaria política y la red de influencias legadas al país, cual un lastre paralizador, por los treinta y un años de tiranía trujillista.

Por desgracia, en vez de asumir plenamente esa misión, de por sí colosal, algunos de los dirigentes de esa organización, y no los menos allegados a Manolo Tavárez, fueron presas del fanatismo pro-castrista, tan a la moda en esos tiempos, y se dedicaron a una búsqueda infecunda de pureza ideológica marxista y a la caza de supuestas “desviaciones contrarevolucionarias” en el seno de ese partido. No sé si lograron exterminar todas las desviaciones habidas y por haber; pero de lo que sí no hay duda es que el 14 de Junio quedó significativamente reducido, y para muchos analistas, perdió su razón de ser. Todo eso, para el beneplácito mórbido de quienes se batían agazapados, al principio sin grandes esperanzas por el triunfo de la impunidad obscena que, a la salida del trujillismo, prometía el “borrón y cuenta nueva”.

La muerte del 14 de Junio significó la derrota de una concepción tal vez quijotesca, pero no por ello menos encomiable, del quehacer político y de la lucha revolucionaria. Muchos jóvenes dominicanos que habían simpatizado con el 14 de Junio o militado en sus filas, observaron con tristeza cómo esa concepción moralizante desembocaba en la radicalización política y en las estériles disputas ideológicas que llevarían inexorablemente al 14 de Junio a su pérdida definitiva. Si a esto añadimos que la pérdida de influencia de esa agrupación ocurrió al mismo tiempo que Balaguer retornaba al poder, podemos entonces hacernos una idea de la magnitud de la decepción que se apoderó de aquella juventud henchida de patriotismo, de nobles ideales y de exigencias de moralización política.

La desaparición del 14 de Junio creó de esa manera un vacío en el campo de la izquierda dominicana.

Ahora bien, en política no menos que en física, todo vacío tiende a ser llenado con rapidez. Y en República Dominicana, después del ejemplo dado y la decepción creada en 1966 por el triunfo electoral de Balaguer, las condiciones estaban reunidas para que aquel vacío existente en el seno de la izquierda fuese ocupado, no por una nueva forma de rigor ético, heredero del que había inspirado al 14 de Junio, sino por el cinismo político, por el deseo febril de alcanzar y preservar el poder a toda costa, incluso, y sobre todo, por medio de las componendas de partidos, el tráfico de influencias y el clientelismo electorero. Por medio, en definitiva, de la corrupción.

Aquel cinismo se encontraba latente en el subconsciente colectivo de la izquierda dominicana desde esa noche, lejana ya, de finales de 1962, cuando en un debate televisado con el padre Láutico García, Juan Bosch lanzara, cual una ley científica irrefutable, su famoso “saber gobernar es mantener se en el poder”, y nada más. El caso del generalísimo Trujillo figuraba entre los ejemplos dados durante aquel debate pues, según ese axioma, y pese a los sanguinarios métodos que empleó, él demostró “saber gobernar” por el simple hecho de haber logrado “mantenerse en el poder” durante 31 años. (Sobre ese debate, y sus consecuencias para la política dominicana, ver mi libro Final de ensueño en Santo Domingo, pp. 262-5 y 303-6).

Fue en ese contexto deletéreo, creado pro el triunfo de Balaguer y la desaparición política del 14 de Junio, en que el terreno de la izquierda se ve ocupado por nuevos actores, muchos sin duda de buena fe y de convicciones firmes; otros, sin embargo, simples oportunistas, e incluso antiguos trujillistas reciclados en el marxismo, o en ideologías populistas, y que pretendían haberse “reivindicado” por su participación, real o supuesta, en la contienda de abril.

No hubo necesidad de mucho tiempo para poner a prueba las flamantes convicciones de esos “reivindicados”. Una vez que Balaguer se entroniza en el poder y va imponiendo su hegemonía en la política dominicana, no le cuesta trabajo atraer al regazo del neotrujillismo a un cierto número de aquellos patriotas volátiles (como, desafortunadamente, a tantos otros dominicanos) por medio de cargos bien remunerados y contratos jugosos. Otros prefirieron ocupar el terreno de la oposición a Balaguer, soñando con que a ellos o a sus partidos les llegase el turno de alcanzar el poder para, desde ahí, promover el clientelismo y entregarse a la corrupción.

Y es así como la democracia dominicana y el juego de la alternancia sirvieron durante largo tiempo, no a combatir la indigencia y la injusticia, sino a consolidar el poder y llenar las arcas de gobernantes y politicastros desprovistos de sensibilidad moral.

El 14 de Junio, no cabe duda, cometió errores y adoptó tempranamente posiciones extremistas que lo llevaron a desaparecer. Pero no es menos cierto que, gracias a sus loables motivaciones primeras, al coraje de sus miembros en los calabozos de la tiranía, y finalmente al ejemplo y recuerdo de sus mártires, el 14 de Junio, por el mero hecho de existir, de tomar parte en el debate público, ejercía una presión constante, y cuán saludable, en pro de la moralización de la vida política en República Dominicana. Es justamente ese tipo de presión, que sólo un movimiento con autoridad moral puede ejercer, lo que tanta falta ha hecho en el país durante las décadas posteriores a la Revolución de Abril. Es por eso que Viriato Fiallo, aunque refractario a los posicionamientos radicales que adoptó aquella organización calificaba la muerte del 14 de Junio de tragedia moral para el país.

En cuanto a mí, apenas adolescente en la época en que el 14 de Junio rebosaba prestigio, que escuchaba atento a mi abuelo expresar su simpatía y admiración por los miembros de aquella organización, de lo que tengo ganas es de dirigirme a sus figuras principales, a aquellos que provocaron el giro ideológico radical, extremista, divisorio, que ese movimiento tomó, dirigirme pues a ellos, no para acosarlos con lecciones de moral, no me toca darlas, sino para formularles a cada uno, como lo haría un hermano menor desazonado al primogénito de la familia, de esa gran familia que fue la juventud antitrujillista de principios de los 60, la pregunta siguiente: ¿Qué hiciste tú, sí, tú, no ese o aquel otro, ni el comité central en su conjunto, sino tú en particular, individualmente, con tu exaltación ideológica, con tus teorías del foquismo, con tu fe en un marxismo que se desmoronó junto con el Muro de Berlín; qué hiciste tú, repito, de las esperanzas e ilusiones que miles de dominicanos de mi generación, inclusive yo, habíamos depositado en ese movimiento de cuya orientación llegaste a ser corresponsable? ¿Te das cuenta hoy de que la prematura desaparición de tu 14 de Junio contribuyó, y cuánto, a la entronización de Balaguer en el poder y a la invasión de la izquierda dominicana por un cinismo oportunista y amoral? ¿Por qué, en resumen, no evitaste que se produjera la hecatombe?

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