Hasta el momento, los gobiernos norteamericanos, ¿quién sabe hasta qué punto forzados por arrogancias militares y una insaciable voracidad de hartazgos financieros, hijos del formidable negocio de la guerra? hasta el momento repito- los gobiernos estadounidenses han utilizado el término Democracia como estandarte, como aquellos lábaros que precedían las legiones romanas, tras los cuales marchaban toda suerte de personajes cargados de motivaciones diversas.
Unas veces obligados, otras comprados y pagados, algunos, creyentes en los beneficios que otorgaban a los pueblos subyugados al someterlos a la dudosa Pax Romana.
No hay que olvidar que en el 312 D. C, Constantino, aspirante al trono romano en oposición a Majencio, hizo poner en lábaros y escudos el signo de Jesucristo para insuflar una fe en los motivos nobles de su acción. Y venció amparado en una consigna. Como se hace en U.S.A.
Durante mis estancias en los Estados Unidos, conversando con gente sencilla, comprobé lo terriblemente desinformado que está el hombre común y digo hombre porque es quien participa más en la guerra, aunque la mujer penetra progresivamente con mayor vigencia.
A muchos jovencitos escuché expresando su convicción de que América (su país, ya que parecen entender que el continente se limita a su territorio) tiene el sagrado deber de imponer las nobles ideas de los Padres Fundadores, aunque no se enteren de que allí mismo no se respetan en verdad sino que se esgrimen como un arma contra otras culturas.
Como las multitudes no piensan, pueden acoger la idea de que la democracia se puede recetar como panacea a todo el mundo, sin tomar en cuenta la trayectoria histórica de las diversas naciones, con el espeso cúmulo de acontecimientos que han ido formando la realidad, la verdad, la naturaleza y el sustrato de cada agrupación humana.
Pero, hijos míos si ustedes no tienen, verazmente, eficientemente, el sistema que creen tener
¿Adónde no se ha metido el militarismo norteamericano? ¿Adónde no ha ido a corromper, a fortalecer dictadores vendidos a intereses suyos, para acabar con los títeres cuando ya no les resultan útiles debido a nuevas circunstancias?
Noriega, Pinochet, Saddam Hussein pero muchos otros antes y después. El malo se vuelve bueno y el bueno malo, según convenga.
Si uno no supiese la respuesta cabría preguntarse: Con lo que se ha invertido en Haití, ¿no podría haberse mejorado la vida de sus habitantes, manejando con respeto sus realidades, marcadas por una trayectoria trágica, envuelta en crueldad, vudú y miseria?
Luego ha venido la rapacidad puesta en el Cercano Oriente.
¡PETROLEO! Hay que cortar, en nombre de la humanidad, las matanzas de Saddam. Hay que imponer la democracia, no por cucharadas, sino con el sistema de aquellos piratas norteños que acostaban sus prisioneros en las naves, le ponían un embudo en la boca y le echaban agua hasta que reventasen.
Pero los muertos aumentan cada día.
Engañados muchachos de U.S.A.