Que las aguas vuelvan a nivel

Que las aguas vuelvan a nivel

La actividad partidista de estos momentos, con protagonismos a veces excedidos de efervescencia, debe permanecer con el concurso tranquilizador y de sensatez de las dirigencias, en el marco de las normas y los debidos procesos que confieren legalidad y legitimidad a los proselitismos. La beligerancia, al menos verbal, con posiciones y contraposiciones de mucha hostilidad en el tramo previo a comicios genera tensiones y presagios de que sería con agitaciones descalificadoras que se pretendería atraer intenciones de voto, en vez de valerse de debates sosegados. Curiosa contienda fuera del cuadrilátero formal y ordenado a que aspiran las instituciones organizadoras y judiciales del ámbito. El cauce lógico por el que deben avanzar las rivalidades sujetas a la programación que culmina con los conteos de votos y fallos sobre recursos hasta lo definitivo.
El primer conflicto (vistas las reacciones nacionales) entre objeciones radicales a una sentencia del Tribunal Superior Electoral y sectores de opinión pública y del conglomerado político, hizo emerger de inmediato la muy atendible señal de que importantes núcleos de la sociedad están a la expectativa, susceptibles a los exabruptos, vengan de donde vengan. Ninguna actitud unilateral contraria a la armonía imprescindible para que la democracia funcione más allá de las palabras debe crear confusiones capaces de sembrar obstáculos al proceso electoral.

Poner oídos en San Cristóbal

La eficiencia administrativa, con acrobacias presupuestales incluidas, sería imprescindible para que el cabildo de San Cristóbal salga a camino, teniendo a cargo 275 mil habitantes y apenas 25 millones de pesos al mes procedentes del Erario más unos tres milloncitos por arbitrios. Los servicios ordinarios a la comunidad cuestan más y quedar bien con los munícipes conllevaría hacer de tripas corazón.
No son para menos las quejas del alcalde, Nelson Guillen, porque sucesivos gobiernos pusieron poca atención a su jurisdicción. Su testimonio de que el territorio de la provincia funciona como inmensa cantera de materiales de construcción para que Santo Domingo fabrique a todo dar, debería generar un debate nacional sobre el futuro de esa gran porción de recursos naturales explotados sin compasión.

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