¿Qué le sucede a la economía griega?

¿Qué le sucede a la economía griega?

Grecia es uno de los 16 países de la Unión Europea (UE) que tienen el euro como divisa común. Pero hoy esa nación experimenta una crisis tan aguda, que analistas han considerado que su economía ha llegado a sacudir la estabilidad del euro.

Por ello, para frenar la crisis de deuda griega, las naciones de la Eurozona ofrecieron un salvavidas financiero de 30,000 millones de euros en préstamos disponibles este año. El plan de salvamento financiero ha sido otro intento de calmar a los mercados, que han estado desesperadamente tratando de vender los bonos griegos. El hecho de que Grecia sea un país que use el euro como moneda hace casi imperativo que otras naciones de la UE acudan necesariamente en su ayuda. Porque la verdad es que hoy nadie quiere ver países que abandonen la UE o que puedan caer en falta de pago. Por tal motivo, el escenario más probable es que se convenga una reestructuración de su deuda. Lo que se discute es cómo debería hacerse el rescate. Si debería ser un rescate con condiciones, o más bien, si debería ser una advertencia de que cualquier país con un déficit grande tiene  primero que poner su situación fiscal en orden.

La brecha fiscal actual de Grecia, superior al 12% del Producto Interno Bruto (PIB), es la resultante del colapso del sector privado. Ante esa realidad, las autoridades griegas expandieron el gasto público y, por ende, llevaron el nivel de endeudamiento hasta niveles insostenibles. La razón fue una burbuja del gasto privado financiado con crédito externo, que una vez extinguido lo puso en una senda deflacionaria, arriesgando con ello a una caída drástica del nivel de actividad económica. Se sabe que el caso de Grecia no es el caso de Alemania, China y Japón, un grupo de naciones con grandes superávit en sus cuentas corrientes respecto al PIB. Estos líderes europeos lograron buenos resultados económicos expandiendo permanentemente sus exportaciones. Pero para Grecia ese argumento hasta el momento está vedado. Las reglas comunitarias y la intransigencia de Alemania son obstáculos que impiden la operativa de los mecanismos tradicionales de ajuste basados en un apriete fiscal, refinanciamiento de deudas y flexibilidad cambiaria.

Desempeño económico

Es sabido ya en la práctica económica europea que mientras las cosas han ido razonablemente bien (fuerte crecimiento, liquidez, optimismo) el euro ha funcionado bastante bien. Los problemas han surgido cuando la economía de uno de sus miembros se deteriora. Porque hay desequilibrios que no pueden mantenerse de forma indefinida. Y precisamente hoy, la estructura del crecimiento en Europa está desequilibrada de forma peligrosa.

Como la UE gira en función a su líder, un gran superávit por cuenta corriente de Alemania ha tenido que soportar como reflejo a los grandes déficits de los otros países de la Unión. Esos países sufren entonces una pérdida de competitividad que no pueden aliviar mediante una devaluación del tipo de cambio. Al mismo tiempo, Europa no cuenta con un mecanismo lo suficientemente fuerte como para redistribuir recuros de forma efectiva entre países y cuenta con una movilidad laboral limitada. Una unión monetaria en esas circunstancias, sin mayor integración fiscal y política, no puede funcionar. Grecia llevó a su economía a una situación grave de crisis  debido a tres razones fundamentales: 1) a su delicada situación fiscal, pues el Tratado de Maastricht, que consagró en 1992 la plena unión económica europea, establece que el máximo de deuda pública de un país miembro es de un 60% de su PIB y su déficit fiscal no debe superar un 3%; 2) a que el país nunca tuvo un nivel de integración política y económica que pudiera sostener su moneda; y 3) a la deficiente desregulación financiera, ya que Grecia, al igual que toda la UE, se encuentra condicionada por su dependencia de inversores foráneos y fondos especulativos que revolotean por el mundo en busca de alta rentabilidad. En este escenario, el comercio sobre su deuda soberana con altas tasas de interés se mezcla con los intereses creados de gobiernos e instituciones financieras.

La crisis explotó cuando la agencia Standard & Poor’s le bajó la calificación de crédito al país, al notar sospechosa la nota de la deuda pública ante el descalabro económico. Eso evidenció que el deterioro de las finanzas públicas de Grecia descendiera al nivel más bajo registrado en diez años. Hoy la deuda griega, de más de 400 mil millones de euros, representa un 115.1% de su PIB y su déficit fiscal el 13.6%. Anteriormente, la sentencia sobre el deterioro de las finanzas griegas la dio Fitch, que rebajó la calificación de la deuda soberana griega desde A- a BBB+, situando la economía griega por debajo de “A” por primera vez en diez años. Se trataba de la enésima vez que Grecia falseaba sus datos, incluidos los que le permitieron acceder a la moneda única en el año 2000. Desde entonces Atenas ha intentado ganar su confianza con sucesivos planes de ajuste que devuelvan a la economía helena al marco de las reglas comunitarias.

Perspectivas

La ayuda que los europeos están dispuestos a aportar a Grecia puede resultar un parche que no evitará a mediano plazo su quiebra, si no va acompañada de un verdadero plan gubernamental de reformas, estiman analistas, alertando sobre las peligrosas similitudes de esta crisis con la de Argentina en 2001. Presionados por los mercados, los 16 países de la Eurozona adoptaron un plan de tres años para ayudar financieramente a Grecia, junto a una aportación del Fondo Monetario Internacional (FMI), que será activado si Atenas lo requiere, pese a que, por ahora, afirma poder prescindir de ese apoyo.

Los socios europeos podrán aportar el primer año hasta 30,000 millones de euros (unos US$40,000 millones) y aunque el monto del FMI todavía no ha sido anunciado, se estima que puede llegar a los 15,000 millones de euros (solo en el primer año). Grecia necesita reducir radicalmente su gasto fiscal y aumentar su competitividad, pero de lo único que dispone ahora es de un “llamado plan de austeridad”, que incluye un aumento del 19% al 21% del impuesto al valor agregado (IVA), un incremento de los tributos al combustible, tabaco y alcohol y fuertes recortes de salarios en el sector público. Así, analistas concluyen una de dos salidas: o que Grecia se vea obligada a abandonar la eurozona, o por el contrario, que pueda ser rescatada.

Existen otras dos posibilidades: que Grecia no ceda, o que simplemente cometa impago. ¿Cuál es más probable? No se sabe. Pero el impago no puede ser una solución. Grecia se vería obligada a reducir su déficit en medio de una debacle económica nacional. La salida de la eurozona supondría una catástrofe política. Cualquiera de estas eventualidades (por no hablar de las dos juntas) contagiaría a los miembros vulnerables, con efectos letales. De repente, lo impensable sería posible. La eurozona podría tener que hacer frente, entonces, a una oleada de crisis de la deuda soberana y del sector financiero que haría que lo sucedido en 2009 pareciera una fiesta. Al mismo tiempo, un rescate de la eurozona originaría un enorme riesgo moral para los políticos.

Porque no se trata de que las reglas impuestas hayan sido equivocadas o insuficientes, sino que, en ausencia de una unión política, estos son los elementos con los que hay que trabajar y convivir. 

La cifra

2.45 por ciento.  Ha sido la tasa de crecimiento promedio de la economía griega en el período 1989-2009. En ese lapso, la economía ha mantenido un déficit fiscal de  7.33% del PIB y un déficit de la cuenta corriente externo  5.70% del PIB.

Zoom

La solución

La historia económica reciente muestra que ante la  crisis es imposible que la UE pueda a su vez cumplir dos objetivos estratégicos esenciales. Por un lado, relajar las reglas operativas de su unión monetaria cuando uno de sus miembros enfrenta una crisis, ofreciéndole financiamiento, reduciéndole sus deudas y dándole algún tipo de flexibilidad cambiaria. O, por el contrario, obligarla a adoptar las reglas duras de un ajuste deflacionario, vigilando sus desvíos fiscales, de manera tal de ponerla en forma para convertirla en una nación exportadora. En estrategias macroeconómicas  en la apertura comercial y financiera, contrarrestar la expansión del gasto privado desmedido  por crédito externo no es tarea fácil.

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