“¡Qué vaina!… El machismo transnochao nos está llevando a un abismo insalvable si no nos despertamos rápido…” –piensa Píndaro para sí, mientras camina con su enllave Carpito-… Todavía externamos a mandíbula batiente un orgullo pendejo, cuando vemos caminar frente a nosotros una fémina con curvas exhuberantes –y a veces construidas para provocar reacciones similares- sin siquiera pensar que cuando nos acercamos a ella, o gritamos para que nos oiga hasta el mismo diantre, olvidamos que reafirmamos la calidad única y exclusiva de madre que nos parió, nos crió y se encentra –o ya no- físicamente con nosotros…”.
“Es más… estamos insultando a quien creemos estamos piropeando… Con el ‘sota’ le estamos diciendo ‘insolente’ y ‘desorganizada’… ¡Qué barbaridad!… Y… ¡Nos sentimos orgullosos de una expresión similar!… Con ‘Mamasota’ nos lanzamos al vacío y nos estrellamos –sin darnos cuenta- cuando nuestra mente nos arrastra hasta llamar a nuestra madre con semejantes epítetos…” –expresa ahora Píndaro, mientras mira fijamente a Carpito-…”.
“¡Y… pensar que mañana es el día de las madres!” – le responde su amigo- “Un día en que debemos tributar el mayor de los honores a quien tuvo la entereza de llevarnos por muchos meses en su vientre… ¡Aunque algunos tuvimos la frescura de venir al mundo a fuñir, como sietemesinos!.. jajajaja….” –ríe a mandíbula batiente-… “A mí me gusta llamarle ‘Mamacita’ cuando la veo…” –afirma Carpito…
“Sí, pero déjate de vainas…” –interrumpe Píndaro- …“Si supieras de dónde viene ‘mamacita’, no te pusieras en las calles a decirle a una mujer que puedas creer atractiva frases como: ‘Mamacita… ¡Qué buena estás!’… Porque, lo que le has agregado a lo excelso de ‘Mamá’, es ‘cita’, que significa: ‘Hora y lugar… ¡para un encuentro furtivo!…’ y, eso es… ¡ser más estúpido que el que más!”.
“¿Y eso no es de cariño? –pregunta Carpito-…
“¡Ese es el cuentazo! –responde Píndaro-… Si fuera así, la cara que pusieras al decirle no tuviera la malicia que siempre es evidente, cuando lo haces… Es más.. ¿Nunca te has visto en el espejo del alma cuando, a modo de chulería, pero desconociendo su significado, tratas de impresionar a una mujer al decirle ‘Mamita’?… Es más, tienes la cachaza de agregarle: ¡Si como caminas cocinas guárdame el concón! … Sin darte cuenta, estás diciéndole a esa mujer que tienes cercana a tí que ella está lista para trabajos forzados, tal y como eran obligados los indios en su época en que los dominaban…”.
“¡Diantre!… Y yo que siempre le doy a un beso en la frente, o en la mejilla, a mi mamita cuando la veo… -comenta Carpito-… ¿Por qué será, que nuestras expresiones más amorosas hacia nuestras madres cuando las vemos han llegado al extremo de ser mal utilizadas por nosotros mismos?… Cuando encontrarnos a una mujer a la que queremos impresionar, se nos va el cerrojo, se nos cierra el control del respeto y liberamos la libido, pero a lo único a que se nos ocurre recurrir es al ser que más amamos: Nuestra madre… pero, al hacerlo, le hacemos daño…”.
“Es que somos tan estúpidos a veces –interrumpe Píndaro-, que no somos capaces de discernir entre lo sano y lo insano… Mezclamos la gimnasia con la magnesia… Olvidamos que con el amor hacia una madre –que esté viva o muerta- no se juega… Ese es un ‘juego pesao’… Debemos reservar nuestros deseos de cariño hacia ‘ELLA’, con la exclusividad única de expresiones de: ‘Mamasota’, ‘Mamacita’, ‘Mamita’ y hasta ‘Mami’, o ‘Mamita’ a ese ser que es insustituíble: ¡Nuestra Madre!…
¡Felicidad plena en su día!