¡Qué mundo tan pequeño!

¡Qué mundo tan pequeño!

Nueva York, Ciudad México y Puerto Rico eran, cuatro décadas atrás, los destinos laborales y turísticos predilectos de los dominicanos. A Miami iban los más ‘adinerados’ a comprar lujosos bienes.

Los de limitados recursos, y aquellos que tenían remotas posibilidades de obtener visado norteamericano o mexicano, viajaban a Curazao y Aruba en los seguros aviones cuatrimotores de Aerovías Quisqueyanas. No le requerían visa.

Los mexicanos se habían ganado el corazón de Quisqueya a través de su música ranchera y producciones cinematográficas. Sus tacos y quesadillas no eran, para la época que comento, tan populares como ahora.

Las cosas han cambiado bastante. Ahora es perfectamente posible que usted encuentre compatriotas suyos en las ruinas peruanas de Machu Pichu, en cualquier distante urbe del Medio Oriente, en un lejano punto sudafricano o en el  frío territorio de Alaska.

El mundo se ha empequeñecido; la soñada aldea global se adelantó.

No se sorprenda si la cama en que su cuerpo descansa por las noches, tras una agotadora jornada, lleva el sello ‘Hecho en Vietnam’, o de que muchas de sus prendas de vestir provengan de fábricas de libre exportación de Honduras, Tailandia o Indonesia. O que parte de los alimentos que ingiere, o de muchas otras delicias que se venden en supermercados y tiendas sean manufactura australiana, brasileña o singapurense.

Viajar en horas de la mañana a Nueva York, Boston o Dallas y regresar a Santo Domingo o La Romana al caer la noche, ya no es cosa “del otro mundo”.

¡Qué mundo tan pequeño y tan fascinante el que solemos disfrutar!   

Publicaciones Relacionadas

Más leídas