Que nadie abuse de la telefonía

Que nadie abuse de la telefonía

Un blindaje contundente debe reducir los usos perjudiciales de la comunicación telefónica practicados desde el anonimato. Se trata de un recurso de transmisión de mensajes de libre y masivo acceso que fluye por redes de control centralizado. Contra los intrusos no identificados deberían funcionar unos filtros electrónicos que impidan o permitan rastrear incursiones para llamadas al 911 ajenas a los fines de obtener rápidas asistencias por peligros a la salud, la vida o propiedades con las que generan estorbos haciendo burlas a un sistema vital en perjuicio de quienes continuamente tienen que recurrir a esos auxilios crucialmente. Los delitos electrónicos con ocultación de procedencia han ganado espacio en el mundo y República Dominicana no es la excepción.
Recientemente se descubrió la utilización de facilidades telefónicas desde cárceles del país para cometer estafas. El hecho de que la Policía pudiera proceder al menos después de los daños causados por los prisioneros confirma que se dispone de mecanismos para imponer una amplia restricción y sanciones al empleo con malos fines de las facilidades de comunicación de hoy en día. Entre muchos dominicanos no cesa el temor a que sus conversaciones telefónicas sean escuchadas subrepticiamente con propósitos que desconocen. Una y otra vez se ha comprobado que tal espionaje existe y no solo porque los autoricen jueces.

En emergencia por la escasez

Sin indicios de que a corto plazo el país pueda superar la sequía que daña cosechas, mata reses e impide cultivos importantes como el del arroz, las asistencias a productores y consumidores domésticos cobran la excepcional importancia de tener que llegar con rapidez y más recursos hasta los lugares en calamidad. El Gobierno está activo en mitigar impactos con provisión de agua y forraje en las zonas más castigadas; y recurre a la distribución de alimentos cocidos en comunidades de mucha pobreza y merma del ingreso familiar.

La escasez afecta también ciudades como Santo Domingo en las que el consumo debe racionarse cívicamente. Ahora preocupa más que en tiempos de pluviometría normal el poco sentido de muchos usuarios de acueductos que desperdician el agua como si se tratara de un bien inagotable.

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