Que no callen los muertos

Que no callen los muertos

Un domingo previo a la Navidad de 1511, Fray Antón de Montesinos desde la Hispaniola, en su famoso sermón de Adviento expresaba: “Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras, mansas y pacíficas, donde tan dellas, con muertes y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dáis incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?”.
El patricio Juan Pablo Duarte nos legó un mensaje inolvidable: “Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria.
A inicio del pasado siglo XX la educadora Luisa Ozema Pellerano Castro leía ante la tumba de Eugenio María de Hostos: “!Ha muerto el amado Maestro!, era el alarido de dolor inconforme que se exhalaba de todas las almas. Y mi alma, surgiendo de las sombras de ese dolor, se decía a cada instante: ¡Mentira! Es un sueño. Él no ha muerto; no puede morir, porque vive en el espíritu de las generaciones educadas en su apostolado de verdad y amor. Y hoy, ante la tumba cubierta de flores que guarda tus restos mortales, torna el alma conmovida a repetirme que tú eres inmortal. Porque fuiste bueno y sabio, y enseñaste lo que predicabas y viviste lo que predicaste. Por eso tu vida fue perenne ejemplo de altísima enseñanza moral”. Correspondió a Federico Henríquez y Carvajal sellar el entierro de tan insigne antillano con esta lapidaria frase: “Esta América infeliz que sólo sabe de sus grandes vivos cuando pasan a ser sus grandes muertos”. Juan Bosch en el prólogo de su libro Hostos El Sembrador escribió: “El hecho más importante de mi vida hasta poco antes de cumplir 29 años fue mi encuentro con Eugenio María de Hostos… Hasta ese momento yo había vivido con una carga de ser útil a mi pueblo y a cualquier pueblo, sobre todo latinoamericano. ..Si mi vida llegara a ser tan importante que se justificara algún día escribir sobre ella, habría que empezar diciendo: “Nació en La Vega, República Dominicana, el 30 de junio de 1909, y volvió a nacer en San Juan de Puerto Rico a principios de 1938, cuando la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos le permitió conocer qué fuerzas mueven el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”.
En 1963 Martin Luther King desde Washington predicaba: “Yo tengo un sueño que algún día cada valle será elevado, y cada colina y montaña serán hechas llanas. Los lugares más ásperos serán aplanados y los lugares torcidos serán hechos rectos, y la gloria de Dios será revelada y todo género humano se verá junto. Con esta fe podremos labrar de la montaña de la desesperación, una piedra de esperanza. Con esta fe podremos transformar el sonido discordante de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad”.
Montesinos, Duarte, Hostos, Bosch y King, cual que sea el lugar del Cosmos en donde estén: ¡Reenvíennos el eco de vuestros pensamientos para que no muera la esperanza!

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