Que no estamos condenados por una trayectoria histórica

Que no estamos condenados por una trayectoria histórica

Creo firmemente en el movimiento. Nada es estático. Así, pues, todo lo que pretende ser inamovible permanencia, está condenado al fracaso, porque se fundamenta en suposiciones –unas veces honradas, otras, fabricadas por engañosas argumentaciones hijas de egoístas voracidades externas-. 

El historiador británico Arnold Toynbee, uno de los más importantes  historiadores y eruditos del siglo XX (1889-1975) afirmaba que la historia no necesariamente se repite sino cuando los hombres repiten conductas, que son mayormente dañinas. Señala en su obra “Change and habit” (Oxford University Press, 1966) que (traduzco literalmente): “La lección de mil trescientos años de totalitarismo Cristiano en occidente, hasta tanto la raza humana se permita asimismo permanecer viva, permite que  ésta puede confiar en que habrá de sobrevivir a algunos de los hábitos e instituciones que han sido introducidos en su herencia social y cultural”. Y  añade: “La herencia social y cultural dura menos que el Hombre en sí, y la herencia no es parte integrante de la naturaleza humana sino meramente un producto hecho por el hombre, que es libre de modificar su elección”.

     El hora de que los dominicanos empecemos a modificar nuestras elecciones como miembros de una Nación que anhela salir, deshacerse, abandonar viejos defectos conductuales que se han ido encadenando a través de nuestra historia, como resultado de un acomodamiento tropical, de un residuo (que se insiste en  negar) del modo de vida taíno, que mantiene una presencia conductual y física, al parecer mayor de lo que se cree, y que podemos visualizar en personas de apartadas regiones del país, cuya forma no corresponde a la simple mezcla de blancos y negros, sino a las descripciones de Colón y antiguos cronistas.  hoy     somos trirraciales, pero resultado de ciertas particulares mezclas de razas.

   Se ha querido ridiculizar como estúpidos a los taínos que daban oro a cambio de espejitos, olvidando que las cosas valen por su escasez. ¿No lo vemos ahora con el petróleo, por cuya posesión se desatan masacres de inocentes civiles, mujeres, niños, adolescentes y ancianos, cuyo único pecado es estar pacíficamente en un territorio en cuyas entrañas duerme una enorme riqueza petrolífera?  Si no abundase el petróleo ¿habría tal interés en Medio Oriente? Si se trata de ayudar y promover la justicia social ¿por qué no volcar las montañas de millones de dólares que absorben las intervenciones militares sobre misérrimas  y cruelmente manejadas regiones de África, Asia…o Haití?

No es que los dominicanos seamos tontos o cobardes, es que se ha ido construyendo una decepción acerca de las protestas y revoluciones, aún sean tan nobles y bien intencionadas como fue la esencia de la Guerra de Abril del ’65.

 pasividad que presenciamos, y que resulta incomprensible para  inteligentes observadores internacionales, no es sino fatiga de fracasos. Existe un sistema inhumano que flota sobre un mar de injusticias e iniquidades.

         Viene siendo tiempo de apartar la vista y la esperanza en “el situado”, en lo que nos mandan de fuera, y poner la Nación a producir y comercializar justicieramente lo que tiene.

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