Que no me quiten lo baila’o

<P>Que no me quiten lo baila’o</P>

No exagero cuando digo que los congresistas que desfiguran a su antojo la Constitución de la República son ignorantes y perversos. Están generando frustración y enojo en cada uno de sus intentos dirigidos a perjudicar al pueblo dominicano para favorecer a grupos empresariales.

Remenean un avispero sin tomar en cuenta las experiencias anteriores de la historia nacional. Eliminan a marcha forzada los derechos de los dominicanos a vivir pacíficamente en la tierra que los vio nacer y que no quieren abandonar porque unos cuantos miserables los traicionen.

¿Es esta la primera vez que tiene lugar un despelote contra la Constitución como el que están llevando a cabo ahora los diputados y los senadores? No, que va. Ese es un movimiento cíclico de la historia dominicana que ha provocado enorme violencia. Se da cada vez que la degeneración de los partidos políticos y de sus principales dirigentes llega a extremos. Ejemplos sobran y habría que elegir por dónde empezar para hacer memoria y darse cuenta de que los corruptores de las leyes siempre han abundado. Podríamos empezar por la modificación constitucional que le dio la oportunidad al entonces Presidente de la República, Hipólito Mejía, para postularse a una reelección. El tiro le salió entonces por la culata cuando perdió las elecciones de 2004.

¿Se habrán enterado los congresistas actuales que el Triunvirato golpista de 1963 a 1965 prohibió por decreto que la gente se vistiera de rojo y negro porque eso estimulaba al “comunismo ateo y disociador”? ¿Estúpido verdad? Sí, lo fue, como estúpidas son las medidas de los ambiciosos congresistas que ahora desacreditan lo que es una reforma constitucional. Aquellos utilizaban la guerra fría como excusa para sus imbecilidades y los de ahora ni siquiera tienen justificación, como no sea el simple saqueo del erario. Quizás si actuaran siguiendo esbozos ideológicos de cualquier tinte podrían justificarse ligeramente, pero el fraude en el manejo de un sistema no controlado de votación y un orden parlamentario antojadizo, hace que su voracidad por lo ajeno se evidencie más. Fraude y desorden son magnífica mezcla para provocar violencia social.

Ojalá alguien hiciera una encuesta entre los congresistas perversos para determinar si están enterados de que, por otra decisión aberrante del Congreso, a la capital dominicana le fue cambiado el nombre por Ciudad Trujillo. Aquellos trujillistas pensaron entonces que la tiranía era eterna y que nuestro pueblo aguantaría todo lo que a ellos se les antojara. Igual que los de ahora.  Peor aún, esos atorrantes no deben haberse enterado de que la ocupación militar de Estados Unidos entre 1916 y 1924 eliminó el Estado dominicano y con ello la bandera, el himno y todo cuanto oliera a patriotismo y nacionalidad independiente. Y después, cuando repitieron la ocupación en 1965, obligaron a los patriotas constitucionalistas a aceptar un Acto Institucional que haría las veces de Constitución de la República. En cada una de esas oportunidades el pueblo dominicano tomó el desquite y recuperó los derechos que la historia le había conferido.

Pues bien, ¿Saben qué, señores deformadores de la Constitución? Tanto la ley general de 1922 como el Acto Institucional de 1965, aplicados por gobiernos provisionales producto de las invasiones militares estadounidenses, preservaron derechos para los ciudadanos dominicanos que ahora ustedes pretenden amputar. Y ese es el colmo de los colmos. Que invasores extranjeros sean más liberales que los corruptos nativos requiere de nosotros una paciencia extraordinaria para darles el mínimo beneficio de la duda a esos arribistas de oportunidad.

Lo que nunca podrán erradicar los mercenarios de la política es el derecho a la rebelión y al desacato que nos imponen el himno nacional dominicano y los textos de todo aquel patriota que consideró la nacionalidad y la soberanía por encima de cualquier interés particular. Esto así, al tiempo que tratan de poner en vigencia un mamotreto de Constitución, estarán firmando un pagaré que la verdadera dominicanidad les reclamará cuando menos lo esperen.

Y entonces no tendrá validez la exc usa de que estaban cumpliendo directrices del Presidente de la República. Él tampoco quiere recordar los fundamentos de la nacionalidad y del patriotismo dominicano. Olvida que provocar la ira del pueblo puede traer graves consecuencias.

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