Hay un factor común en las denuncias de ciudadanos y dirigentes comunitarios que con tanta frecuencia recoge la prensa; en los barrios y sectores donde residen el patrullaje policial es nulo o tan escaso que la delincuencia tiene el campo libre para hacer y deshacer a su antojo. En el peor de los casos, las quejas se producen por la connivencia entre policías y delincuentes, denuncias que también es frecuente leer en los periódicos. Esos ciudadanos no solo se sienten indefensos, desprotegidos por una autoridad que con su ausencia los abandona a su suerte, sino también traicionados por la institución que debe protegerles. Se ha dicho y repetido hasta el cansancio y un poco mas allá que el problema de la Policía lo resuelve una profunda reforma que la depure y modernice, que mejore los salarios de miseria que cobran sus miembros. Pero esa cacareada reforma sigue atascada en la inconsecuencia de los políticos, y ni hablar del aumento de sueldo. A esa Policía plagada de vicios, insuficiencias y limitaciones, es a la que le estamos ahora pidiendo que haga de tripas corazón. Ayer su jefatura anunció la puesta en marcha de un nuevo modelo de patrullaje preventivo que reforzará la presencia de sus agentes en las calles, anuncio que fue acompañado de la advertencia de que serán drásticos con los usuarios de motocicletas, sobre todo cuando estas sean usadas por dos personas, advertencia que hemos escuchado antes y que ha tenido muy pocos resultados. Hay que confiar, sin embargo, en que esta vez será diferente, que se conseguirá contener a una delincuencia que nos tiene al coger el monte, pero también hay que pedirle a la Policía que no se canse tan pronto (ni que se acabe la gasolina conqué hacer los patrullajes), que la disuasiva presencia de la autoridad en las calles no dure tan solo dos semanas como ha ocurrido con otros operativos, pues los delincuentes no se cansan nunca y por eso no nos dan tregua ni de día ni de noche.