¿Qué nos depara el futuro?

¿Qué nos depara el futuro?

M. DARÍO CONTRERAS
Ante lo que parece un proceso irreversible como lo es la globalización, el aumento del terrorismo fomentado por intereses fanatizados, la criminalidad internacional incentivado por el narcotráfico y la facilidad de los movimientos poblacionales, el surgimiento de nuevas naciones y estados poderosos, como la India y la China, que anuncian la declinación del dominio unipolar de Estados Unidos.

Asimismo, la proliferación de las armas nucleares en países con cuentas pendientes por arreglar, el calentamiento global y la desertificación de países como Haití, la creciente brecha entre los que tienen y los que no tienen, y un sinnúmero más de otros posibles escenarios negativos, hacen muy válida la pregunta que encabeza este escrito para nosotros los dominicanos, ya que luchamos por nosotros y parece también que tenemos que hacerlo por nuestros vecinos.

La República Dominicana, todavía, cuenta con suficientes recursos naturales para enfrentar los serios retos que tenemos por delante, siempre y cuando manejemos inteligentemente lo que nos queda. Hasta recientemente en la historia las sociedades que destruyen sus recursos naturales terminan por fracasar o desaparecer. Hoy, sin embargo, la tierra no juega un papel tan importante como antes en la ecuación del desarrollo, como lo prueban países como Japón y Suiza que han logrado progresos envidiables sin contar con una dotación privilegiada de la naturaleza. Pero nosotros no podemos, dada nuestra posición insular y estadio de subdesarrollo, prescindir del factor tierra mientras creamos y fortalecemos aquellos nichos que nos han de dar una ventaja competitiva en la economía global.

En el mes de diciembre de 2004 el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, el instituto de estudios de largo plazo de la CIA, publicó un informe titulado «Proyectando el Futuro Global»   en inglés «Mapping the Global Future»   que reúne las opiniones de una serie de expertos internacionales sobre los posibles escenarios que podrían presentarse en el año 2020. En este informe, el único país de América Latina que le merece alguna atención es el Brasil, mientras Chile recibe una escueta mención. Los futurólogos consultados opinan que en la era del conocimiento, en que los servicios se cotizan mucho más que las materias primas, «casi ninguno de los países latinoamericanos podrá invertir sus escasos recursos en desarrollar proyectos de investigación y desarrollo», lo que hará que la brecha entre las capacidades tecnológicas de la región y de los países avanzados aumentará. La innovación, como es bien conocido, es vital para lograr sacar ventaja en un ambiente tan competitivo y cambiante como el de la actual economía mundial.

Actualmente las remesas y el turismo juegan un importantísimo papel en nuestra economía. Aunque tenemos capacidad para seguir creciendo en el área turística, este modelo se ha de agotar cuando nuestro territorio, relativamente pequeño, se sature y pierda su atractivo como destino turístico ante el surgimiento de nuevos centros vacacionales por explotar. Lo mismo ocurrirá con las remesas de los dominicanos ausentes, a medida que crezca la distancia generacional entre los que emigraron y sus descendientes, para los cuales, completamente absorbidos en la el tejido del país receptor, la isla será un borroso recuerdo en la mente de los que ya ni hablan el idioma de sus antepasados.

Pero quizás el mayor reto que tenemos los dominicanos es lidiar con la inmigración ilegal haitiana hacia nuestro país, que a todas luces ha de continuar ante la precaria situación de nuestro vecino. La forma más efectiva de paliar esta crítica realidad en el futuro es la de lograr que Haití se recupere, para lo cual se requerirá un enorme esfuerzo, por parte nuestra y de la comunidad internacional, y no mera palabrería de los paladines haitianófilos que cacarean, pero no ponen el huevo. No compartimos el temor expresado por muchos de que ante la presencia de tantos inmigrantes del vecino país podamos perder nuestra cultura, pero lo que sí es preocupante es que simplemente no sabemos cuántos son ni en qué medida contribuyen a nuestro progreso económico y social. ¿Compensa la mano de obra barata de los haitianos –   lo que permite producir bienes y servicios más económicamente –   la carga social que representan para nuestros deficientes servicios públicos de salud y educación? Les dejo con esa pregunta.

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