Que nos quitan hasta la Navidad

Que nos quitan hasta la Navidad

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Es que no lo dejan a uno tranquilo. Aún con el mejor ánimo de impregnarse en el misterio tierno de la Navidad, misterio que perdura impasible, por más que severos investigadores de la historia afirmen que Jesús no nació un 25 de diciembre. La fecha tiene su magia. ¿Acondicionamiento reforzado por siglos de tradición y ansiedad de poesía? Puede ser. Pero la conmemoración alegre del nacimiento del Salvador, que tal cosa es la Natividad, la Navidad, invita al ejercicio de virtudes cristianas, a la solidaridad humana, a la conmiseración derramada sobre los sufrientes de injusticias de todo tipo, sobre los humildes y los enfermos, sobre aquellos abrumados por el peso del vivir, que puede -a menudo- ser intolerable. Tal vez, por eso, muchas almas sensibles se entristecen y se deprimen en esta época supuesta a ser de gozo, contento y alborozamiento.

Lo que perdura es la poesía y la esperanza, pero los insaciables delincuentes, que no imagino qué pueden ambicionar con más millones, ya que poseen más ropa de la que pueden usar, más vehículos de lujo de los que pueden utilizar, más viviendas de ciudad, playa, montaña en su país y en exóticos y sofisticados parajes del «primer mundo».

Michel de Montaigne, uno de los ensayistas y prosistas más admirables que ha tenido Francia (1533-1592), con una vida llena de sucesos interesantes, nos dejó la textual afirmación de que «Nadie puede sentarse más alto que su culo», pero aquí, y en otras partes, hay mucha gente que lo cree, y con tal creencia hace mucho daño.

No puede evitar asombrarme al comprobar la facilidad con la cual los pobres y débiles de hace poco, olvidan realidades que ellos y sus familiares sufrieron, diez o veinte años atrás, cuando estos protagonistas eran niños o adolescentes… tal vez, jóvenes dueños de estudios superiores, cargados de ambiciones de justicia y bien. Pueden ser políticos, pero también propietarios y vendedores directos en pequeños comercios barriales de gran trascendencia, como colmados y pulperías, farmacias y tarantines.

Son capaces, y lo hacen tranquilamente, de cobrar cuatro veces más por el precio de artículos de primera necesidad, aún conociendo bien la situación económica del vecino, que es su cliente, porque no se puede costear el traslado a un supermercado, ni aguardar para darle de comer a la familia.

Es asombrosa la capacidad de olvido que en su alforja tiene el humano. Y no voy a caer en diferencias de hombres y mujeres, porque prácticamente existen iguales posibilidades acciones. Las diferencias esenciales, no visuales, son mínimas.

En una de las cartas del romano-cordobés Lucio Anneo Séneca a Lucilio, publicadas en sus «Cartas Morales», Séneca, preceptor de quien luego sería el emperador Nerón, envilecido o distorsionado por la riqueza y el poder, quien cayó en las distorsiones al parecer inevitables de la opulencia, escribía:

«¿A quién, en efecto, le satisfizo conseguir lo que le parecía excesivo cuando lo deseaba? No es la felicidad, codiciosa, como piensan los hombres, sino pequeña; así que no sacia a nadie. Tú crees que es alto un objeto porque yaces abajo, lejos de él, pero por el que lo ha alcanzado es bajo. Mentiría si dijera que éste no busca subir aún; eso que te parece la cumbre es un escalón» (Quod tu summun putas, gradus est).

Así, no hay límites.

Lo estamos viendo. En un interminable período, «La Era», el ladrón y abusador era Rafael Trujillo y aquellos a los cuales él les daba limitada licencia de uso y despojo criminal.

La democracia no la hemos sabido entender y aplicar correctamente.

Es la democracia del robo.

Encima, estamos dando, los dominicanos, unas descomunales connotaciones de ingenuidad. La valerosa y talentosa productora de televisión Nuria Piera, a quien todavía no se le reconoce en justa dimensión su honestidad y coraje, presentó la semana pasada en su programa que transmite Color Visión, Canal 9, contundentes pruebas de estafas realizadas por Augusto Menéndez Junior, presidente de la empresa «Global Group», subsidiaria de la «Global Strategic Investment» contra una prestigiosa firma de abogados dominicana, además contra la importante firma ReMax Dominicana, la Asociación Duarte de Ahorros y Préstamos y el estatal Banco de Reservas de la República.

¿Cómo es posible realizar estafas en tal dimensión?

¿Somos tontos, o hemos entendido mal lo que es apertura democrática?

Hemos caído en la democracia del latrocinio y en el reinado de las nebulosas.

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