Que otros paguen los platos rotos

Que otros paguen los platos rotos

Se veía venir.  Que a  nadie le coja de  sorpresa. De algo deben valer las experiencias. Esta proviene del  gran fracaso del CESI (Consejo Económica, Social e Institucional) en su primer intento de órgano consultivo y asesor del Poder Ejecutivo.

Se quiso conocer  su opinión sobre la construcción del Metro.     Monseñor Agripino, el  de siempre, Núñez Collado, Coordinador del CESI,  hizo la convocatoria. Citó al ingeniero Diandino Peña, Director de OPRET, encargado de la obra que, siendo condescendiente, accedió e hizo una amplia exposición en defensa de su  proyecto. Pero también fueron citados el Ing. Hamlet Hermann y el Ing. Santoni, que lo desmontaron;  y  presentaron  alternativas menos  ambiciosas, más viable, eficiente y menos costosa para resolver el problema del trasporte urbano de la ciudad capital. Los miembros del CESI estudiamos y valoramos ambas propuestas y de manera unánime, luego de largos debates, rendimos informe al Coordinador para ser presentado al  Presidente Fernández, motivando el rechazo del Metro.

Al Presidente no le gustó. Se mostró inconforme y les dijo a Monseñor y a la Comitiva, que él esperaba un estudio más profundo, con alguna opinión de técnicos extranjeros especializados en el tema.  Los comisionados salieron del Palacio con el moco para abajo. Habían hecho su mejor esfuerzo y no esperaban del Señor Presidente semejante reacción.

Informado sobre el particular, siendo en ese momento Coordinador General de Participación Ciudadana, aproveché una entrevista  con autoridades del Banco Mundial y les plantee la solicitud del presidente, siendo el Banco muy receptivo autorizándome a comunicarle que ellos tenían los técnicos necesarios a su disposición,  sin costo alguno. Inmediatamente comuniqué la buena nueva a Monseñor, quien, diligente, se  reportó al Presidente Fernández con la mala fortuna de ser   informado de que ya  han  sido  contratado  un par de técnicos quienes, como era de esperarse, favorecieron el proyecto del  Presidente  sin que se hablara más del asunto.

“El Metro va” y punto. Sin presupuesto, sin estudio previo, a la “brigandina”,  que los caprichos  de un Príncipe no tienen porqué explicarse. En medio de las carencias y de la espantosa miseria de su pueblo,  diría como el difunto Don Paco Escribano: “como sé que te gusta el dulce de leche, por debajo de la puerta te metí un ladrillo.” No se volvió hablar más del CESI que nació nati-muerto hasta ser  recauchado ahora para conocer de la reforma o paquetazo fiscal.

Y el CES, con el mismo Coordinador,  ahora con una letra menos, que se vuelve  a empantalonar. Tomó su misión en serio e hizo recomendaciones sobre recortes posibles al gasto público, que el gobierno, como era de esperarse, no aceptó. Rompió el diálogo, que  no es por ahí  por donde  va la cosa. Que resuelva el Congreso, dice Don Temo,  que hay apremio.  Allí  sí saben de ahorro, economía y austeridad. Y que  sean otros, los de siempre,  los que se aprieten el cinturón y paguen  los platos rotos.  

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