¿Qué pasará en Honduras?

¿Qué pasará en Honduras?

Depende de la cambiante correlación de fuerzas entre fuerzas que pugnan por abrir nuevos caminos y una oligarquía inteligente, que entendió los peligros para sus intereses que estaban apareciendo en el horizonte y reaccionó con presteza, sin medir las consecuencias.

En estos momentos el presidente Zelaya, apoyado unánimemente por la opinión mundial, está siendo presionado para que acepte la camisa de fuerzas que constituyen los cinco poderes que lo adversan, poderes que representan a la oligarquía y a ciertas tendencias liberales ingenuas, y sus reglas.

Estos son el Congreso, la Suprema Corte, el Poder Electoral, la cúpula de la iglesia y la cúpula de las Fuerzas Armadas. A su favor: una masa creciente del pueblo, envalentonado por la reacción mundial favorable y por su propia movilización.

La oligarquía hondureña y sus instituciones, principalmente las cúpulas de las Fuerzas Armadas, fueron formadas por uno de los agentes más funestos de los aparatos de inteligencia y del poder norteamericano: John D. Negroponte, hoy disfrazado en un alto puesto político del poder norteamericano. Alto agente de la CIA, con casi cincuenta años de servicio. Graduado en la escuela de Vietnam, dirigió, como embajador en Honduras y jefe de la CIA para toda Centroamérica, la guerra sucia contra los sandinistas, la insurgencia salvadoreña y el baño de sangre, que nunca acaba, en Guatemala.

El ejército salvadoreño y el poder judicial y electoral hondureños, fueron formados en la escuela política e ideológica de Negroponte: Mano derecha de Kissinger en la sangrienta  operación Cóndor en América y en todo lo sucio existente en Vietnam, Irak (donde fue embajador) y en la guerra sucia de Centroamérica.

Esa es la catadura de las elites del actual ejército hondureño, el mismo que dirigió el golpe de Estado unos días atrás y que impuso el actual presidente títere.

Pero en Honduras, esas fuerzas pueden ser barridas y convertidas en polvo, si el pueblo, mayoritariamente, toma la palabra.

Eso es lo que está en juego en estos momentos. Si Zelaya cede, y se somete dócilmente a las instituciones que le sirven de camisa de fuerza, a cambio del apoyo internacional, entonces la historia hondureña seguirá los caminos hasta ahora transitados. Pero si Zelaya no cede y reivindica su derecho a consultar al pueblo; a introducir una quinta urna, donde los hondureños voten si están de acuerdo con una constituyente y una nueva constitución, el fascismo hondureño, que tiene en Negroponte su icono, podría tener sus días contados.

En Honduras, en estos momentos de los hornos, todo depende de la firmeza política, del  valor y de la capacidad de negociar del Presidente Zelaya.

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