¿Qué perspectivas podría presentar la
economía mundial?

¿Qué perspectivas podría presentar la <BR>economía mundial?

POR ADOLFO MARTÍ GUTIÉRREZ
A pesar de que los precios del petróleo alcanzaron los US$60 por barril, la economía mundial creció a un ritmo muy sólido de 3.6% en 2005. En un entorno dinámico pero turbulento, el rendimiento económico de muchos países en el mundo ha ido en paralelo a su capacidad de recuperación. Este caso se manifiesta sobre todo en Estados Unidos, donde la economía ha ido cabeceando entre huracanes devastadores e interrupciones del suministro energético.

También parece haberse asentado ahora en Japón, mientras que en Europa se está recuperando progresivamente de su última racha de debilidad. No obstante, la economía mundial se ve confrontada por algunos riesgos externos. Esos riesgos básicamente tienen que ver con la posibilidad de que una crisis de la oferta provoque un aumento aún mayor del precio del petróleo; un posible incremento de las tasas de interés exigidas por los inversionistas extranjeros para financiar el pronunciado déficit de la balanza en cuenta corriente de Estados Unidos; y la posibilidad de una reducción significativa de los precios de los productos básicos no petroleros.

Según reseñan organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en sus “Perspectivas Económicas Mundiales” una posible expansión económica mundial prolongada podría extenderse hasta las convalecientes economías europeas en caso de mantenerse los precios, de surgir el potente impulso de las economías asiáticas y estadounidense y de reinvertirse las plusvalías de los exportadores de petróleo. Advierten, sin embargo, que los riesgos que acechan esta suposición son importantes. Entre ellos se mencionan nuevas alzas de los precios del petróleo, un empeoramiento todavía mayor de los desequilibrios de cuenta corriente, un brusco realineamiento de los tipos de cambio, un sostenimiento a largo plazo de los tipos de interés y una reversión del precio de los activos. Sus consecuencias para el crecimiento y la inflación podrían depender en gran parte de la capacidad de recuperación de las economías.

 

Crecimiento económico mundial

El crecimiento de las economías industrializadas en 2005 fue de 2.8%, considerablemente inferior al 3.3% registrado el año anterior. El elevado precio del petróleo, el aumento de las tasas de interés a corto plazo, el enfriamiento del mercado inmobiliario y una temporada de huracanes extraordinariamente perturbadora contribuyeron a desacelerar el crecimiento en Estados Unidos a 3.5% en 2005, frente a 4.2% en 2004. Por su parte, la joven expansión europea presentó un escaso crecimiento de 1.5% (1.4% en la zona del euro), beneficiada por los bajos tipos de interés a largo plazo, la depreciación del euro y los boyantes mercados de exportación. Y en Japón se ha registrado un sólido crecimiento de 2.8%, que ha logrado aumentar la confianza tanto de los consumidores como de las empresas. Así, pese al elevado precio del petróleo, las economías de todas las regiones en desarrollo continuaron creciendo en 2005 a tasas superiores a la tendencia (6.4%). El aumento fue particularmente sólido en China e India, donde el producto aumentó 9.9% y alrededor de 8%, respectivamente. Excluyendo a estos países, el crecimiento en los países importadores de petróleo fue de 4.3%, significativamente inferior al 5.7% registrado en 2004.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe sobre las “perspectivas económicas mundiales 2006”, señala que el crecimiento económico a nivel mundial continuará firme en 2006, pronosticándose una tasa promedio del 4.9% similar al crecimiento de 4.8% en 2005. En el mismo sentido, para el Banco Mundial la economía mundial permanecerá estable en 2006 (3.2%) para luego timar impulso en 2007 (3.3%), como resultado del mejor desempeño en Europa y un ritmo de crecimiento estable en Estados Unidos y Japón. En Estados Unidos, se prevé que el alza de los precios del petróleo y la adopción de una política monetaria más restrictiva contrarresten el estímulo positivo para el crecimiento de las depreciaciones del pasado. En cambio, a pesar del gran obstáculo al crecimiento que han significado los elevados precios del petróleo, se estima que la expansión europea pueda contrarrestarlo con creces por las bajas tasas de interés, la demanda reprimida de inversión y la disipación de las consecuencias más negativas que produjo la apreciación real efectiva del euro. En Japón, el robustecimiento de la demanda interna y el mantenimiento de políticas macroeconómicas de apoyo deberían permitir que el crecimiento se mantenga en niveles cercanos a su tasa potencial. Además, se prevé que el PIB continuará expandiéndose rápidamente en China e India (más del 9% y alrededor del 7%, respectivamente).

Los desequilibrios mundiales

El pasado año, fue notoria la persistencia en los desequilibrios de gastos que caracterizaron a la economía mundial en los últimos cinco años, en cuyo contexto los Estados Unidos nueva vez destacan un consumo bastante mayor a lo que producen soportando un cuantioso déficit en cuenta corriente. Desde entonces, los altos precios del petróleo no han hecho otra cosa que exacerbar esos desequilibrios contribuyendo así al deterioro de la posición en cuenta corriente de casi todos los países importadores de petróleo, aunque mejoraron considerablemente la de los países exportadores. De este modo, si bien en 2002 los importadores de petróleo prácticamente de todas las regiones (la excepción fue Estados Unidos) registraron superávit en cuenta corriente de sus balanza de pagos, hoy día casi todos ellos soportan déficit; las notables excepciones corresponden a China, Japón, República de Corea y muy pocos otros países de ingreso alto. En el caso norteamericano, los altos costos del petróleo han provocado un deterioro adicional (de alrededor del 40%) del déficit en cuenta corriente norteamericano, el cual llega ya a unos US$805,000 millones, representando un 6.4% del PIB.

Según el FMI (2006) y el Banco Mundial (2005), causa hoy grave preocupación la cuestión de la sostenibilidad de esos desequilibrios en las economías del mundo, y en la forma de financiarlos. Los persistentes déficit en cuenta corriente han hecho que Estados Unidos, que era el más importante país acreedor del mundo (con una posición de inversiones internacionales netas del 13% del PIB en 1979) se convirtiera en el mayor deudor del mundo (con una posición de activos netos de -21% del PIB en 2004). Es por ello que Higgins, Klitgaard y Tille (2005) sostienen que previsiblemente, si el ahorro no se incrementa en forma considerable en ese país, la posición de activos netos se deteriorará en forma pronunciada, hasta situarse entre -65% y -48% del PIB a más tardar en 2015. Hasta ahora, el financiamiento de esos déficit no ha planteado un problema grave a Estados Unidos, porque las tasas de interés han sido bajas y porque existe una disposición generalizada de los extranjeros a mantener en su poder activos estadounidenses menos rentables que los activos externos en manos de estadounidenses. En consecuencia, las inversiones extranjeras han seguido generando una rentabilidad neta positiva para Estados Unidos, pese al deterioro de la posición de activos netos de ese país.

Entiende el Fondo que las tensiones que implica el déficit en cuenta corriente de Estados Unidos se están intensificando, y es necesario hacer frente a ese problema. Sostienen que reducir los desequilibrios mundiales constituye una responsabilidad internacional, que requiere la adopción, por parte de Estados Unidos, de una política fiscal más restrictiva, el aumento de las importaciones en otros países y mayor flexibilidad cambiaria. Dicen que la aplicación de esos mecanismos debe necesariamente ser paulatina, para evitar excesivas perturbaciones, en Estados Unidos debido a la adopción de una política macroeconómica más restrictiva y en los países desarrollados y en desarrollo de Asia en virtud de la apreciación de las monedas. En especial, si en Estados Unidos no aumenta el ahorro, es improbable que el incremento de la demanda interna en otros países y una mayor flexibilidad cambiaria influyan significativamente sobre los desequilibrios mundiales, y es probable que exacerben las restricciones de capacidad mundiales, lo que reduciría la probabilidad de un aterrizaje suave. Aunque a corto plazo no es probable que los desequilibrios mundiales provoquen la grave crisis monetaria que mencionan algunos autores (Roubini y Setser, 2005), ese fenómeno supone que el dólar experimentará nuevas presiones a la baja y que en Estados Unidos las tasas de interés seguirán superando a las registradas en Europa.

Los peligros

Quizá el factor más decisivo, entre los que explican una posible escaso crecimiento económico mundial en 2006 provocado por el aumento de los precios del petróleo, consista en los resultados de la inflación ante dicho incremento, especialmente en los países de ingreso alto, en que se determinan las tasas de interés mundiales. Aunque la inflación ha aumentado prácticamente en todas las regiones, la mayor parte del incremento parece ser la consecuencia directa de la subida de los precios del petróleo. De hecho, pocas pruebas existen que se asista a un acelerado proceso de traslado de los precios, o a espirales salarios-precios como los que caracterizaron a las perturbaciones de los precios del petróleo en los años 70 y 80. En consecuencia, las expectativas sobre inflación y tasas de interés han permanecido en un nivel bajo (debido a factores como la mayor flexibilidad de los mercados de trabajo y de productos en los países de ingreso alto; uso menos intensivo del petróleo; una política monetaria más creíble, y una política fiscal más prudente), lo que parecería eliminar uno de los principales mecanismos a través de los cuales las perturbaciones del precio del petróleo ocurridas en el pasado han desacelerado el crecimiento económico. Otro de los factores que, según el “Global Development Finance” (2006), limitan las consecuencias del aumento de los precios del petróleo consiste en que en las dos últimas décadas más países adoptaron sistemas de flexibilidad cambiaria.

El FMI y el Banco Mundial sostienen que el empeoramiento de los desequilibrios fiscales y de cuenta corriente es un claro desafío que, para abordarlo con éxito, va a requerir im.portantes ajustes políticos. Estados Unidos, con una boyante demanda global, necesita claramente una racionalización fiscal y una reforma tributaria para sanear el equilibrio de ahorro e inversión, combinadas con el ajuste actual de la política monetaria. Japón, con crecientes presiones de gasto público por el envejecimiento demográfico, necesita un ajuste fiscal, mientras que la política monetaria debería relajarse hasta que la brecha de producción entre en territorio positivo y se haya descartado definitivamente la deflación. Los gobiernos de la zona euro deberían aprovechar la boyante demanda extranjera y las buenas condiciones monetarias para continuar las reformas económicas y empezar a reestructurar las finanzas públicas con más seriedad, a un ritmo compatible con el renovado impulso de la recuperación. Para lograr la consolidación fiscal manteniendo la recuperación hay que anteponer los recortes de gastos a una subida de impuestos, de forma que la reducción del déficit sea duradera y compatible con el crecimiento. Así, de cara al futuro no se debería dar por sentado un crecimiento mundial fuerte y sostenible. Hay que trabajar para cultivar este “bien público global” con un sistema comercial más abierto y la continuación de reformas económicas. En este sentido, una conclusión satisfactoria de la ronda de Doha y el avance de las reformas agrícolas podrían contribuir en gran medida a un crecimiento mundial más sostenible.

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