¿Qué podemos aprender
de la experiencia económica china?

¿Qué podemos aprender <BR>de la experiencia económica china?

POR ADOLFO MARTÍ GUTIÉRREZ
China se encamina a convertirse en el principal productor y mercado del mundo. Tiene una economía gigante con 1,300 millones de consumidores potenciales, una fuerza laboral de 640 millones y un crecimiento económico anual medio de 8% en la última década. La economía china aterra a muchos ejecutivos extranjeros y atrae a otros (y a veces ambas cosas), dependiendo de si consideran al país como un competidor, una fuente barata de aprovisionamiento, un mercado, o las tres posibilidades juntas.

Y los ingredientes de la receta parecen fáciles de establecer: un volcamiento sobre el comercio exterior, con un 6% de las exportaciones del comercio global y enormes flujos de inversión extranjera que hoy equivalen al 40% del Producto Interno Bruto (PIB).

La creciente presencia de China en el mercado mundial se puede convertir en una ventaja o en una amenaza para los productores regionales, según sean asimilados los pasos dados. Por ello, muchos ejecutivos y analistas siguen de cerca la economía china. Desde acero hasta petróleo y desde autos hasta tarjetas de crédito. Empresas de lo más diversas sienten la enorme presión: o equiparar sus precios con los de China o perder los clientes. Eso puede significar recortes de precios de un 25 a un 50%, que en algunos casos conllevan empleos perdidos y hasta cierres. Al mismo tiempo, muchas compañías de EE.UU. y Europa están aprovechando la enorme mano de obra barata, trasladando sus actividades a China y ofreciendo sus productos a los consumidores.

LA DIMENSIÓN CHINA

El ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC), la mayor apertura de su mercado tanto al ingreso de nuevos productos como a la inversión extranjera directa (IED), y el consiguiente mejoramiento del sistema de transporte hacia allá abren nuevas posibilidades. Se trata de un mercado de casi 1,300 millones de personas, cuyo poder adquisitivo va en aumento.

China es ya un importante proveedor de muchos productos en el mundo, los cuales vende a bajos precios por dos razones: el gran volumen de producción en cadena y el bajo costo, principalmente por la alta disponibilidad de mano de obra. Entre los principales productos que venden los chinos están materias para textiles, calzado, juguetes, videojuegos, llantas, maquinaria para trabajar la tela, insecticidas y fungicidas, televisores y medicamentos. China acapara ahora un 70% del mercado mundial de zapatos, un 50% del de cámaras fotográficas, un 38% del de confecciones, un 30% del correspondiente a televisores y un 20% del de refrigeradoras. Eso significa que China puede sacudir a un país en desarrollo no solo con textiles, sino también con muchos otros productos, y ganar así mercado tanto en Europa como en Estados Unidos. China ya es el mayor usuario de acero y cemento y va en camino de superar a EE.UU. en el consumo de varios productos, desde el cobre hasta la soja. Ya es el mercado de celulares más grande del mundo y está alcanzando a Alemania y a Japón como mercado automotor. Las empresas que se llevan los mayores beneficios son, entre otros, las que abastecen la necesidad de infraestructura de China.

EL IMPACTO ECONÓMICO

El profesor Edmund S. Phelps, de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, analizó en «el despertar y sus efectos» de la economía china en el VI Encuentro Internacional de Economistas, que el despertar de ese país es el resultado de dos fenómenos: el surgimiento de un mecanismo empresarial y la ampliación de su comercio exterior que fungen como una locomotora en su crecimiento y, con ello, la posibilidad de mayores inversiones. Esto se hizo sin privatizaciones y con un sistema bancario controlado por el Estado. Sin conspirar contra la región, esos avances demuestran cómo es posible lograr crecimiento sin capitalismo, sobre la base de innovación tecnológica, dirección estatal fuerte, prioridad a las fuerzas productivas y desarrollo armónico social.

La economía china, la sexta del mundo, se está expandiendo a un ritmo de más de un 8% anual, tres veces más que el del Grupo de los Siete (G-7) países más industrializados. El PIB de China, de US$1.42 billones, es poco más de un décimo del PIB de la economía estadounidense de $10.95 billones, y casi un tercio el de Japón, la segunda economía del mundo. Según recientes cálculos, el crecimiento económico chino representó 12.6% del crecimiento total del PIB mundial en 2003, más de cuatro veces su participación de 4% en la economía mundial.

Las exportaciones chinas representan el 20% de las exportaciones de toda Asia y 5.3% de la economía mundial. Por su parte, las importaciones de China están sirviendo de impulso a la expansión económica del resto del mundo. Las compras chinas al exterior aumentaron 40% en 2003, con lo cual China desplazaría este año a Japón como el tercer mayor importador del mundo, después de EE.UU. y Alemania. Las compras han contribuido a que suban los precios de productos básicos, desde metales hasta insumos agrícolas, y a que aumenten las ganancias de firmas asiáticas como siderúrgicas y fabricantes de equipos de construcción. China también está siendo un mercado para materias primas y componentes de países vecinos como Corea del Sur, Taiwán y hasta Japón, que ahora considera al país uno de sus principales clientes junto con EE.UU.

No obstante, en EE.UU. predomina la queja de que China le está quitando empleos al país y que no compra productos estadounidenses. Dicen, además, que sus exportaciones baratas se están convirtiendo en un beneficio económico para gran parte del resto del mundo, debido a sus importaciones. EE.UU. perdió 2.6 millones de empleos desde que el presidente George W. Bush asumió el cargo. Por eso se pueden oír críticas de los secretarios de Comercio y del Tesoro de EE.UU denunciando a China como un mercado cerrado, al constatar que el déficit comercial de EEUU con el país más poblado del mundo alcanzará un récord de US$140,000 millones en 2004.

Aunque China tiene superávit comercial con EE.UU., tiene déficit con el resto del mundo. El año pasado China compró productos y servicios por 448,200 millones de dólares y exportó 484,274 millones, un superávit de 36,074 millones frente al resto del mundo. Si se descuenta el superávit comercial con EE.UU. (134,902 millones), China registró un déficit de US$98,828 millones con el resto del mundo. Pero en 2004 el superávit mundial de China podría contraerse a US$18,000 millones, como resultado de US$477,000 millones en importaciones y US$495,000 millones en exportaciones. Así, para el año 2010, China probablemente superará a EE.UU. como principal socio comercial de la Unión Europea. Además, China es el mayor receptor de inversión externa del mundo (US$53,500 millones en 2003) aumentando sus tenencias de bonos del Tesoro de EE.UU. y convirtiéndose en el tercer mayor tenedor extranjero de bonos detrás de Japón.

INTERROGANTES

Como pasó con Japón entre los años 50 y 90, China demostró que un país puede sostener tasas altas de crecimiento durante muchos años combinando trabajo duro con un sistema financiero cerrado que canaliza ahorros muy altos de los hogares hacia proyectos seleccionados en parte por burócratas del gobierno. El estancamiento nipón desde los 90 sugiere que esas políticas tendrían límites. Predecir cuándo China se topará con esa pared se ha vuelto una suerte de deporte nacional, especialmente desde 2001, cuando Beijing puso controles bastante estrictos sobre los préstamos bancarios, ante señales de que la economía se estaría recalentando. Y es por eso que el alza de los precios de commodities industriales, que subieron en el mundo principalmente por el crecimiento de China, alarma a los industriales chinos. Por ello, más allá de cualquier evaluación, sobrevuela el interrogante de cuánto más competitiva se puede volver China a nivel internacional si su economía interna se desacelera y libera aún más exportaciones a precios aún más baratos al tiempo que baja su demanda de importaciones.

Los ejecutivos, los políticos y los economistas coinciden en que si China sufriera un colapso económico agudo, los resultados serían graves tanto en el país como afuera. Señalan que el principal desequilibrio de la economía china (el hecho de que la mayor parte de su crecimiento depende del gasto en la construcción, muchas veces especulativo) no duraría. En lugar de un «aterrizaje brusco» o «suave», China podría tener un «aterrizaje prolongado» (crecimiento económico más lento por años). Aún así, lo que si es una gran interrogante es su estabilidad política. Los historiadores señalan que la actual prosperidad de China coincide con casi tres décadas de la mayor estabilidad política y social que tuvo el país en más de un siglo. Cuánto durará es la cuestión.

LECCIONES QUE APRENDER

Las lecciones para Republica Dominicana saltan a la vista. Si un país con un mercado doméstico de casi 1,300 millones de personas opta por un modelo de desarrollo jalonado por su sector externo, con cuánta mayor razón tiene que resultar adecuado para una nación de tamaño pequeño cuya población es 150 veces menor. Esta simplificación permite señalar lo que puede ser la controversia de fondo respecto a la globalización y a las negociaciones de tratados como el Tratado de Libre Comercio (TLC). En efecto, se omite que esta política y este crecimiento se dieron bajo un régimen en que es el Estado quien dirige la economía, no estando presionado por grupos de intereses privados, ni sujeto a la manipulación que estos hacen de las emociones o pasiones de un electorado.

El otro punto que omite es que este logro no ha sido bajo tutela ni siguiendo los lineamientos o planteamientos de los órganos de poder internacionales (Fondo Monetario Internacional o Banco Mundial), ni con base en las «políticas de ajuste» o de «estabilidad macroeconómica». La diferencia es alrededor de cuál camino es el mejor para la globalización, si debe ser dirigida y adelantada mediante la planeación y la intervención del Estado, si es mejor vía la capacidad competitiva de los empresarios particulares y el mercado, o si se puede configurar de alguna manera un sistema mixto (social de mercado) que se fundamente en objetivos y metas amparadas bajo una estrategia nacional de desarrollo y un sistema de evaluación de resultados.

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El autor es economista y profesor universitario.

adolfomarti@codetel.net.do

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