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§ 1. En el Seminario sobre el centenario del Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure, organizado por la Cátedra Extracurricular sobre el Pensamiento de Henri Meschonnic, celebrado el 25 de octubre de 2016 en el auditoria Manuel del Cabral de la Biblioteca Pedro Mir de la UASD, Manuel Matos Moquete (1) presentó una ponencia en la que releyó “los conceptos básicos” de la referida obra del maestro ginebrino.
§ 2. La lingüística de Saussure con su dualismo metafísico permitió, como punto de llegada, el surgimiento del estructuralismo lingüístico teorizado por el Círculo Lingüístico de Praga en 1928 y los sucesivos ensayos publicados hasta su muerte por Román Jakobson, los cuales fueron generadores de múltiples disciplinas inseparables de ese dualismo bien estudiado por Emile Benveniste en su artículo “Saussure después de medio siglo” (1963: 4) y que Matos Moquete enumera: «… la lingüística histórica o historia de la lengua, la sociolingüística, la geolingüística, la antropología lingüística, la psicolingüística, etc.» y añade el ponente que «… otras orientaciones lingüísticas han brotado, retomando la lingüística del habla o del discurso, la lingüística del texto, la pragmática o lingüística de los actos de habla, etc. También ha habido un auge de la estilística, la filología y la semiótica» (Matos Moquete, 27), como lo evidencia su ponencia. El lenguaje es una disciplina subordinada a la semiótica, según Saussure (CLG, 61), cuando es todo lo contrario: «Si por vez primera hemos podido asignar a la lingüística un puesto entre las ciencias es por haberla incluido en la semiología», semiótica que, como punto de partida, transformará Benveniste por “sistema de signos que no son de la lengua”, sino que esta, al ser el interpretante por excelencia de todas las prácticas sociales, tiene la facultad de interpretar a los demás sistemas de signos y a sí misma, pero a través del discurso (“Semiología de la lengua”, en Problemas de lingüística general, t. II. México: Siglo XXI, 1979 [1977], [1971]). Esta novedad, como punto de partida también, le permitirá a Meschonnic fundar su poética y una semiótica con semántica cuyo objeto será estudiar y analizar el valor de esos sistemas de comunicación no lingüísticos con otro tipo de poética. Por ejemplo, la poética de la pintura, tal como el lingüista y poeta francés la aplica a las obras del pintor Pierre Soulages en Le rythme et la lumière. Avec Pierre Soulages (París: Odile Jacob, 2000).
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§ 3. Sin embargo, estas disciplinas citadas supra fundan su teoría del signo en el dualismo metafísico, negador de la teoría saussuriana de lo radicalmente arbitrario y lo radicalmente histórico del signo. Este “radicalmente arbitrario del signo” lo es porque Saussure estableció que entre el signo y el objeto o la abstracción nombrados no hay identidad ni separación, sino que culturalmente el signo es inmotivado, es decir «… arbitrario con relación al significado, con el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural» (CLG, p. 131), ni lógico-semántico, digo yo, sino radicalmente cultural y necesario (Benveniste) para que el destinatario entienda al emisor del mensaje cuando dice mesa y no pesa. Pero Meschonnic ha descrito perfectamente la definición del signo por parte del estructuralismo metafísico: «En esta teoría, el signo es un representante: aliquid stat pro aliquo, redecía Jakobson. Este signo se compone de dos partes: un elemento portador de sentido y que no tiene sentido en sí mismo, el significante, escamoteable y escamoteado: y un elemento esencial, el significado o el sentido, al que la práctica común de la comunicación identifica con el signo: la parte por el todo. Ese signo es la ausencia del objeto o abstracción. Puede, además, circular perfectamente suponiendo la ausencia o el olvido del significante. Lo cual confirman tanto algunos aspectos del discurso de la filosofía como, recientemente, el olvido de la traducción en la semiótica literaria.» (2)
§ 4. Pero esta teoría dualista y metafísica del signo ha permitido, a su pesar, un punto de partida en razón de que el Curso de lingüística general (3) contiene los cuatro conceptos fundamentales de la lingüística de Saussure que quedan hoy en pie: el signo lingüístico definido como radicalmente arbitrario, radicalmente histórico y culturalmente inmotivado, es decir «arbitrario en relación con el significado, con el cual no guarda en realidad ningún lazo natural» (edición de Rudolf Engler, citada, pp. 151-152 y CLG, p. 131); la lengua como sistema en el que todas sus partes están indisolublemente interrelacionadas; el valor, definido como «… la diferencia interna de un signo con respecto a otro signo. Esta diferencia interna es semántica y es su rasgo distintivo, como lo es para un fonema ese mismo rasgo distintivo con respecto a otro fonema. Tanto el fonema como el morfema (o signo) son, mediante el principio de solidaridad interna de un sistema y sus componentes, «… una forma, no una sustancia», como la definió Saussure. Los rasgos distintivos del fonema y la diferencia interna o valor de un signo con respecto a otro signo son radicalmente arbitrarios, históricos y culturales. El funcionamiento es el lenguaje como facultad humana de simbolización a través de la lengua como sistema de signos actualizados en el presente del discurso por su sujeto, discurso entendido como la sincronía de los registros oral (el habla) o el escrito. No existe ninguna separación entre el habla y lo escrito. Ambos son discursos y su valor es el ritmo. El concepto de funcionamiento permitió en primer lugar la teoría de la enunciación de Benveniste y en segundo lugar permitió que Henri Meschonnic construyera tanto la teoría del discurso como la del sujeto que ni Saussure ni Benveniste lograron inventar, concepto de sujeto que le es radicalmente inseparable. El concepto de funcionamiento elimina el falso problema del origen del lenguaje, según afirma Saussure: «… es una idea enteramente falsa la de creer que en materia de lenguaje el problema de los orígenes difiere del de las condiciones permanentes. No hay manera de salir del círculo.» (CLG, p. 50). Solo las lenguas poseen un origen histórico, el lenguaje, no: «Se puede pensar por de pronto en el origen primero, en el punto de partida de una lengua; pero el razonamiento más sencillo muestra que no hay lengua alguna a la que se pueda asignar una edad, porque toda lengua es la continuación de la que se hablaba antes de ella. No sucede con el lenguaje como con la humanidad: la continuidad absoluta de su desarrollo impide distinguir en él generaciones (…) No se puede decir en este sentido que una lengua es más vieja que otra (…) Mientras se trate, como en este caso particular, de dos idiomas positivamente salidos uno de otro, e igualmente bien conocidos, por supuesto que el único que debe tenerse en cuenta es el más antiguo. Pero si no se cumplen esas dos condiciones, tal antigüedad no tiene importancia alguna…» (CLG, pp. 341-342). El lenguaje y el sujeto surgieron simultáneamente junto a la historia y la cultura, según Saussure. Sobre la historia del origen del lenguaje, decía el maestro ginebrino, solo existen moraines de glaciers, expresión que traduzco por “capas infinitas de morrenas de glaciares”, perdidas en la noche de los tiempos.
§ 5. Benveniste era todavía más categórico e irónico en “Semiología de la lengua”: «Las historias de lenguaje inventado, espontáneo, fuera del aprendizaje humano, son fábulas». (Problemas de lingüística general, t. II. México: Siglo XXI, 1979 [1977] y 1ª ed. francesa [1971]. Todavía es más contundente en “La subjetividad del lenguaje: «Siempre propendemos a esa figuración ingenua de un período original en que un hombre completo descubriría un semejante no menos completo, y entre ambos, poco a poco, se iría elaborando el lenguaje. Estos es pura ficción. Nunca llegamos al hombre separado del lenguaje ni jamás lo vemos inventarlo. Nunca alcanzamos el hombre reducido a sí mismo, ingeniándose para concebir la existencia del otro. Es un hombre hablante el que encontramos en el mundo, un hombre hablando con otro, y el lenguaje enseña la definición mismo del hombre (…) Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto; porque el solo lenguaje funda en realidad, en su realidad que es la del ser, el concepto de ‘ego’» (…) Todos los caracteres del lenguaje, su naturaleza inmaterial, su funcionamiento simbólico, su ajuste articulado, el hecho de que posea un contenido, bastan ya para tornar sospechosa esta asimilación a un instrumento, que tiende a disociar del hombre la propiedad del lenguaje» (Problemas de lingüística general I. México: Siglo XXI, 1971: 180).
§ 6. Meschonnic fue todavía más radical al desechar la ideología teológico-política del origen del lenguaje, producto de la divinidad o un acuerdo entre los sujetos que dejaron atrás el grito y el gruñido animal antes de inventar el lenguaje. Traduzco del francés: «El discurso sobre el origen del lenguaje es una forma de comedia, la comedia del pensamiento». (Dans le bois de la langue. París: Laurence Teper, 2008, p. 419). Incluso dice Meschonnic que en el: «… artículo 2 de los estatutos de la Sociedad Lingüística de París, creada en 1865, no se admite ningún trabajo que trate sobre el origen del lenguaje o la creación de una lengua universal». (Ibíd., p. 422).
§ 7. En su ponencia, Matos Moquete se refirió solamente a los primeros tres conceptos de la lingüística de Saussure (4), pero omitió el del funcionamiento, el cual liquida el dualismo de diacronía y sincronía. Tampoco se refirió Matos Moquete en su ponencia al concepto saussuriano del signo como “radicalmente arbitrario e histórico” empleado por Saussure en su definición del signo y que nuestro ponente no conoció por no haber leído la edición crítica del Curso de lingüística general, t. I y II, de Saussure, publicada por Rudolf Engler (Wiesbaden, Alemania: Otto Harrassowitz, 1968) y que Meschonnic recupera en todas sus obras donde funda la nueva teoría del lenguaje, del discurso, del sujeto, del ritmo y del poema. Fue también quizá un olvido de Matos Moquete. En su ponencia citada, él se limita al empleo de “arbitrario” aplicado al signo lingüístico y que figura en todas las ediciones tradicionales del Curso de lingüística general. Incluida la edición de 1945 de Losada traducida y prologada por Amado Alonso. Si tomo el sintagma “el lazo entre la idea y el sonido” como sinónimo del signo lingüístico, lo que concluye la frase de Saussure: “es [lo] radicalmente arbitrario.” (16ª ed. Losada, 1977 [1945], p, 193). (CONTINUARÁ).
NOTAS:
(1) “Una relectura de los conceptos básicos del Curso de lingüística general” en Ponencias sobre el centenario del Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure. Santo Domingo: Editora Universitaria de la UASD, 2017, pp. 15-28. Citado como Matos Moquete y CLG, seguidos del número de la página.
(2) “El lenguaje, el poder”. Cuadernos de Poética, Santo Domingo, 7 (1985: 10).
(3) Curso de lingüística general. Buenos Aires: Losada, 1977, pp. 206, 193 [1ª ed. 1945]. Obra citada más adelante como CLG, seguido del número de la página.
(4) Es cierto que en “Langage, histoire, une même théorie II”, en La Nouvelle Revue Française (París (X. 297, 1977: 114, nota 2), Meschonnic solo cita estos tres primeros conceptos: sistema, valor y lo radicalmente arbitrario. Quizá Matos Moquete abrevó en esa fuente. Será a partir de Poétique du traduire (Lagrasse: Verdier, 1999, p. 116) que Meschonnic citará los cuatro conceptos fundamentales de la lingüística de Saussure que, dice él, quedan hoy en pie y añade que los demás pertenecen al dualismo metafísico de la lingüística estructural de Jakobson y el partido del signo. Para la historia lingüística y cultural de la sociedad dominicana, esos cuatro conceptos vieron la luz pública en mi artículo de vulgarización titulado “Hay que volver a Saussure: el triste caso de la lingüística hispanoamericana”, en Estudios lingüísticos, literarios, culturales y semióticos. Santo Domingo: Universidad APEC, 2011, PP. 95-110 y retomé el mismo tema en otro artículo titulado “El resplandor imperecedero de Saussure”, en Las ideas de Saussure en la República Dominicana (compilador, Pedro Antonio Valdez. Santo Domingo: Ediciones Ferilibro, 2016, pp. 51-63).