¿Qué queremos, qué somos?

¿Qué queremos, qué somos?

Del carácter y la actitud mental de los dominicanos se ha escrito desde distintos puntos de vista, pero esas opiniones podemos dividirlas entre los pesimistas, que son los más, y los optimistas, que somos los menos.
Los pueblos no avanzan con el pensamiento y la acción de los pesimistas, se estancan y retroceden, quien no avanza retrocede, la historia le pasa por el lado sin que en muchos casos los pesimistas se percaten de ello.
La sociedad sólo avanza hacia estadios superiores, hacia mejores condiciones de vida, hacia situaciones de beneficio colectivo cuando se aceleran los procesos mediante el uso de la presencia y combatividad de las masas, de la fuerza, de la violencia. La historia está llena de ejemplos.
Dado que los pesimistas tienen un enorme peso en el curso de la historia, los pueblos se acotejan, se acomodan, son anestesiados, se acostumbran a situaciones como si pensaran que la sociedad nunca cambiará, que todo permanecerá igual por los siglos de los siglos.
Una mirada retrospectiva a las aspiraciones, sueños y desvelos, luchas y propósitos que tenía la sociedad dominicana a la muerte de Trujillo, nos permite hacer un balance entre lo que heredamos y lo que pudimos y supimos construir después.
Heredamos un país cerrado, con la Suprema Corte de Justicia en manos del partido de Trujillo, con un Congreso Nacional acostumbrado a recibir órdenes del Poder Ejecutivo, con un cuerpo de leyes elaborado para impedir el ejercicio de las libertades públicas, con leyes que impedían el ejercicio de los derechos ciudadanos, con unas fuerzas armadas y una policía corrompidas por el servilismo y la falta de respeto a sus hombres y sus instituciones.
Entonces se inició la lucha por desmontar una tiranía que nos desgobernó por más de 30 años, que castró varias generaciones anteriores y las que nacieron y se desarrollaron bajo la sombra de la hegemonía de “la voluntad cesárea que gobernó omnímodamente”, como dijo el doctor Joaquín Balaguer, uno de sus arquitectos, sostenedores y continuadores.
Desde siempre he sido un gran optimista, apuesto a que el pueblo dominicano sabrá escoger el buen camino y dirigirse hacia estadios de desarrollo que permitan cumplir con las metas por las cuales luchamos, soñamos, trabajamos, peleamos, estudiamos y morimos.
En ocasiones gente de mi generación y de las inmediatamente siguientes, se pregunta, cuando hace una reflexión profunda sobre la República Dominicana de hoy: ¿y para esto fue que luchamos durante décadas? No. Luchamos para construir un país libre, con igualdad de oportunidades, con respeto por la persona, un país donde todos podamos vivir sin temor. Y eso no lo tenemos hoy.
Tenemos que volver a luchar por la libertad y la democracia.
No hay de otra.

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