¿Qué quieren?

¿Qué quieren?

Ignoramos si el impuesto a la importación del sirop de maíz, a la postre, resultará en beneficios o en perjuicios para la República Dominicana.

Ignoramos si la colocación de ese impuesto ha sido el producto de un cabildeo intenso por parte de los intereses azucareros, nacionales y extranjeros, que convergen en el país.

Ignoramos si detrás de la aprobación de ese gravamen existen intereses políticos espúreos que pretenden lograr ganancias en un río revuelto.

Lo que sí sabemos, a ciencia cierta, es que la carga tributaria aprobada es una decisión de un Congreso constitucional que se presume soberano. Poco o nada importa que una de sus Cámaras esté conformada, mayoritariamente, por hombres y mujeres procedentes de un partido determinado. Eso no invalida su legitimidad y su legalidad.

Creemos que el jefe del Estado dominicano, al anunciar la promulgación de la reforma fiscal en que se incluye el cacareado impuesto al sirop de maíz, ejerce una prerrogativa constitucional en un país que se estima soberano.

-II-

Lo que nunca acabaremos de entender es que la nación más poderosa del mundo –Estados Unidos– amenace descaradamente a un pequeño país caribeño, el nuestro, por ejercer sus atributos de país que se juzga libre.

Resulta incomprensible que el gobierno norteamericano amenace con «sanciones drásticas» a la República Dominicana por el gravamen colocado a la importación del sirop de maíz, como si ese gravamen constituyera un arma de destrucción masiva. La sola mención de esa expresión nos aterra, aún cuando la razón nos hace descartar que podamos ser pasto de misiles, como ha ocurrido en Irak.

Comprendemos la `preocupación` que pueda embargar al gobierno estadounidense por la colocación del impuesto al sirop de maíz. Lo que jamás entenderemos es que esa preocupación se traduzca en amenazas a una nación cargada de dificultades económicas, inmersa en una de las peores crisis de su historia, y abatida hace algunos días por un terrible fenómeno de la maturaleza.

Esta nación acaba de inaugurar un gobierno producto de unas elecciones libres, elecciones muy elogiadas por cierto por el régimen estadounidense que hoy nos amenaza. Para nadie es un secreto, por más que se disfracen las cosas, que ese mismo gobierno estuvo muy atento al proceso comicial dominicano y que intervino en determinadas ocasiones con miras a evitar dificultades en el mismo.

¿Qué ha hecho o qué no ha hecho el nuevo gobierno para merecer amenazas cuando el país esperaba, cuando menos, una ayuda masiva para enfrentar los graves males dejados por el paso de un huracán?

-III-

No hay duda de que somos responsables, en gran medida, por el trato que nos dispensan los poderosos, especialmente Estados Unidos.

Nos hemos acostumbrado a estar de rodillas ante el poder imperial, a recibir `favores`, a pedirlos. Y sin ruborizarnos hemos aceptado que nos impongan condiciones.

Ahora mismo tenemos que el Tratado de Libre Comercio (TLC) suscrito entre Estados Unidos y República Dominicana es la aparente manzana de la discordia. Ese es un TLC que no ha sido ratificado por los congresos de ambas naciones, aún cuando es el producto de negociaciones que respetamos.

Entendemos que es posible que no fuera lo más prudente incluir el impuesto al sirop de maíz en la reforma fiscal. Quizás hubiera sido más lógico hacerlo en un proyecto aparte. Debe admitirse, sin embargo, que el Congreso ejerció un derecho. Y fuera hasta risible la reacción norteamericana, si no se tratara de la nación más poderosa del mundo embistiendo a un pequeñín país caribeño.

De todos modos, hay que tener dignidad. Rechazar las presiones y las amenazas con verticalidad. Y si bien comprendemos que a Estados Unidos solo le interesa la defensa de sus intereses, hay que hacer entender a ese poderoso país autodesignado policía del mundo, que sus abusos, sus excesos, son rechazados con energía por quienes se sienten hijos de una nación que desea ejercer plenamente su soberanía.

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