Qué se dice

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Actas efímeras
La arbitraria decisión de la Junta Central Electoral de acortar a tan solo tres meses la vida útil de un documento tan importante como el acta de nacimiento, por el que un contribuyente debe pagar, tras pasar un auténtico calvario en una oficialía del estado civil, ochenta pesos, no solo es extraordinariamente oneroso para una población que, en su inmensa mayoría, apenas consigue para sobrevivir día a día, sino que está afectando seriamente el trabajo de otras instituciones.

Es el caso, por ejemplo, de la secretaría de Estado de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, institución ante la cual hay que solicitar el exequátur para poder ejercer legalmente profesiones como Medicina y Derecho, pues a los solicitantes de ese documento se les exige depositar un acta de nacimiento original, pero ocurre que la efímera vida legal del documento termina antes de que concluyan los trámites, lo que obliga al interesado a iniciar el enojoso papeleo nuevamente, y por supuesto, también a volverse a cantear en la oficialía. ¿Se imagina alguien una situación más absurda? Lo más curioso del caso, sin embargo, es que en la consultoría jurídica de esa cartera se han cansado de hurgar en nuestros textos legales, han consultado especialistas en materia civil y electoral, han indagado por trasmano en el propio tribunal de elecciones, pero por ninguna parte aparece la ley que dice que el acta de nacimiento, una vez emitida, solo tiene validez legal por tan solo tres meses. Alguien, en la JCE, debe ofrecer una explicación.

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Lecciones

Si una cosa ha quedado sobradamente establecida, a propósito del escándalo provocado por el descubrimiento de una red mafiosa que utilizaba pasaportes oficiales, supuestamente pertenecientes a regidores, para viajar ilegalmente a Europa y Estados Unidos, es la necesidad de que las dirigencias de los partidos políticos se replanteen la forma de seleccionar a sus candidatos a cargos electivos, incluidos -por supuesto- senadores y diputados, que se espera pueda ir más allá de las sugerencias de que se les someta a la prueba antidoping. No hace falta esperar a que concluya este vergonzoso episodio, que solo ha de ser con los responsables, pequeños y grandes, tras las rejas de la cárcel, para sentarse a barajar posibilidades, a pensar en controles que eviten que tanto sinverguenza pueda ser electo en un cargo público, pues cualquier día de estos nuestros políticos se despiertan con la desagradable sorpresa de que ya se nos agotó la paciencia.

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A la espera

Para bregar con relativo éxito en la política criolla hace falta tener la memoria corta, pero más que nada -y por encima de todas las cosas- la cara bien larga. El doctor Waldo Ariel Suero, presidente del Colegio Médico Dominicano, declaró ayer a El Nacional que se sentía confiado en que no saldrá con las manos vacías de la reunión que sostendrá esta semana con el presidente Leonel Fernández, gracias a la cual el gremio médico desistió de la huelga que tenía prevista realizar, durante una semana, en los hospitales públicos, pues el mandatario sabrá encontrar una solución a los problemas que aquejan al gremio, empezando por el anhelado aumento salarial.

Hace tan solo unos cuantos días, sin embargo, el mismo doctor Suero acusó al doctor Fernández de constituirse en el principal obstáculo en el camino de las reivindicaciones de los galenos, pero también de algo peor todavía; de mentirle de manera permanente al país. Son cosas que se dicen, cierto es, al calor del momento, sin pensar mucho en las consecuencias ni a quien se ofende al decirlas, y es de esperar que no hayan calado muy hondo en el ánimo del presidente Fernández, que como buen político ya aprendió a coger y dejar. Los días por venir dirán, de todas maneras, qué logrará en ese encuentro -para sí y los suyos- el doctor Ariel Suero, a quien se recomienda, mientras tanto, encenderle un velón a San Agripino, aunque ese no sea, precisamente, el santo de su devoción.

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