Una mala idea.- No hay que darle muchas vueltas. Por eso hay que decir, de manera clara, precisa y contundente, que se trata de una muy mala idea, absolutamente inaceptable, esa de instalar un campamento de refugiados en territorio dominicano para dar albergue a unos cien mil haitianos damnificados del terremoto que asoló el vecino país, como se dice que propuso la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que simplemente estaría desempolvando una vieja aspiración de la comunidad internacional, concretamente de los autodenominados Amigos de Haití, como parte de sus pretensiones de unificar la isla.
El padre Regino Martínez, coordinador de la organización no gubernamental Solidaridad Fronteriza y un ferviente defensor de los derechos humanos de los haitianos, también se opone a la instalación en suelo dominicano de ese campamento, convencido de que en el vecino país hay lugar suficiente para dar acogida a su gente. Más que pensar en refugios, lo que hay que hacer es ayudar a los haitianos sobre la base de buscar una alternativa diferente a lo que había antes del terremoto; porque si antes había un Estado fallido, ahora hay un Estado sepultado. Entonces, sacar de Haití a cien mil refugiados no es la solución y mucho menos viniendo para la República Dominicana.
La opinión del sacerdote jesuita, probablemente compartida a unanimidad de este lado de La Hispaniola, no solo expresa ese rotundo rechazo sino que tiene también un peso particular siendo como es una figura a la que no puede considerársele sospechosa de albergar sentimientos anti haitianos, racistas o xenofóbicos, acusaciones que con tanta ligereza como desconocimiento de la realidad particular de ambas naciones se nos suele endosar, de manera injusta, allende los mares.