Qué se dice

Qué se dice

Eso que llaman “injerencia extranjera”, que en ocasiones no pasa de ser el inevitable resultado de la interdependencia que ha convertido al mundo en una aldea, puede tener unas causas y motivaciones muy criollas. De ahí que se esté poniendo de moda una autocrítica con tono de lamento profundo que dice: “debería darnos vergüenza que tengan que venir de fuera a decirnos cómo debemos hacer las cosas”. Hay en esta declaración un claro reconocimiento de que es fortaleciendo las instituciones que el país puede librarse de intrusos. Las presiones externas no tendrían razón de ser si los procesos judiciales, las operaciones bancarias y las justas electorales  se cumplen, en todo momento,  con honestidad y transparencia; no primordialmente  para dejar satisfechos a los extranjeros sino a nosotros mismos. Los partidos políticos y la sociedad civil, todos a una, deberían suscribir un acuerdo sobre  gobernabilidad  para que los poderes y organismos de la República en sentido general sirvan idóneamente a la nación y para que el Estado funcione de manera efectiva como instrumento  para lograr el desarrollo y el bienestar social. Con solo caminar en esa dirección el país tendrá calidad y autoridad para rechazar que otros vengan a meter sus narices más allá de lo que es aceptable en el campo de las relaciones internacionales.

Ley del silencio

No hay un ser más desconocido,  innombrable y carente de domicilio, que el sujeto que organiza viajes ilegales. Es un alivio escuchar que las autoridades disponen de identidades para perseguir  y castigar a los supuestos responsables de una travesia en yola que en estos momentos  mantiene  desaparecidos a 79 dominicanos. Esta es una excepción. Si se acude a los registros judiciales no aparecerían muchos casos definitivamente juzgados que puedan ser exhibidos como muestra de que el tráfico de personas está realmente prohibido en República Dominicana y de que se le persigue y castiga de manera sistemática. Quienes menos informaciones suministran sobre los llamados “capitanes y navegantes” del canal de la Mona son los propios viajeros, incluso después de haber estado  a  punto de perder la vida. Los sobrevivientes de los naufragios son amnésicos. Fuera de uno que otro apodo, nada dicen en colaboración con las autoridades para establecer responsabilidades.

¡Viene Chávez!

Si hay algo que conviene mucho a este país es normalizar, y hasta hacer más estrechas, las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela, el principal proveedor de petróleo a este mercado. Algunas torpezas y confusiones, originadas mayormente por reacciones temperamentales en altos niveles del poder local, le resultaron caras  a esta sociedad, a partir del momento en que el gobierno  venezolano estableció una política petrolera hacia República Dominicana atada a la presencia aquí del expresidente Carlos Andrés Pérez y  a sus supuestos movimientos conspirativos. Aún cuando, real y efectivamente, el gobierno dominicano no tenía vela en ese entierro, la intemperancia verbal y el pobre manejo diplomático del diferendo proyectaron una imagen distorsionada en perjuicio de los intereses nacionales. Por fortuna comienza un gobierno que augura el renacimiento de la confianza  y la cordialidad . Y Chávez estará aquí el 16 para contribuir a ello.

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