Qué se dice

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Delirios fronterizos
Al abordar el tema haitiano, al igual que muchos otros, somos esencialmente pendulares; vamos de un extremo al otro, sin transiciones ni puntos intermedios. Desde la decisión de la Iglesia de ofrecer todo el peso de su respaldo al cura haitiano que declaró como dominicanos a 87 de sus compatriotas en la provincia Valverde, auxiliado de la cédula de identidad de una mujer residente en la zona, hasta la delirante propuesta de la Logia Masónica de la República Dominicana de construir un muro a todo lo largo de la línea fronteriza con Haití, a fin de atajar la incontenible migración ilegal desde ese lado de la isla.

¿Cuánto costaría, en dinero contante y sonante, materializar tan descabellada idea? Ni siquiera se moleste en hacer un cálculo de lo incalculable, para no hablar de los inconvenientes logísticos de levantar un muro de esas características en una frontera tan abrupta, a ratos inaccesible, con más de trescientos kilómetros de extensión. Sigue haciendo falta, hay que insistir en ello, una dosis mayor de ecuanimidad y sensatez a la hora de examinar un tema tan sensible, al que todavía hoy nos cuesta encarar con la madurez y el realismo que nos imponen las circunstancias, mucho más tratándose de un problema que empezó desde el mismo nacimiento de la República Dominicana.

Candidez política

Resulta admirable la candidez de la precandidata a senadora por el Distrito Nacional por el Partido de la Liberación Dominicana, la diputada Minou Tavares Mirabal, cuando expresa su temor de que la campaña interna de los partidos termine convirtiéndose en una «guerra de papeletas» que solo podrían ganar, obviamente, los que dispongan de más recursos para invertir. ¿Pero cuándo no ha sido Pascua en diciembre? Hace rato, lamentablemente, que la preocupación que hoy externa la legisladora es parte de la cultura política dominicana, pues los procesos internos de los partidos, la competencia por las candidaturas, se define a papeletazo limpio, de lo que puede dar sobrada fe gente tan suya como su primo Jaime David Fernández Mirabal. Y no puede ser de otra manera, habiéndose convertido el ejercicio de la política en una actividad tan costosa, en la que hay que invertir a manos llenas si se quieren obtener resultados positivos. Los teóricos lo han llamado clientelismo, pero cualquier dominicano de a pie lo diría mejor con un simple refrán: el que tiene más saliva come más hojaldres. ¿No te resulta familiar, Minou?

Representantes del pueblo

No se extrañe usted si en estos días nota, con sospechosa frecuencia, la presencia de legisladores en los medios de comunicación reclamándole al gobierno la solución de tal o cual problema que afecta a la comunidad a la que representan, como si acabaran de enterarse del mal estado de las carreteras y caminos vecinales de su municipio, o del puente que se llevó la crecida del río hace ya varios huracanes. Ese repentino interés por la suerte de sus representados solo puede tener una explicación, bastante obvia por cierto: las elecciones municipales y congresionales del próximo año, en las que una gran cantidad de senadores y diputados, al igual que muchos síndicos y regidores, esperan reelegirse. Pero no todos los que aspiran, como es lógico suponer, recibirán el favor de los electores, que ojalá sepan distinguir, porque de eso también se trata la democracia, entre quienes les sirven con auténtica vocación y aquellos que solo van a un puesto público a servir sus propios intereses y los de su grupo o partido político.

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