¿Y ahora qué?.- A estas alturas el doctor Radhamés Jiménez debe estar arrepentido por haber permitido que sus emociones dominaran su raciocinio, al responder bajo cuerda las recriminaciones públicas que ha venido haciéndole el senador Wilton Guerrero por su indiferencia frente a las denuncias del representante de la provincia Peravia sobre complicidades de autoridades provinciales con el activo narcotráfico que opera en la zona. Si el largo silencio tras el que se parapetó el Procurador para no darse por enterado de la cantaleta de Guerrero causó profunda sorpresa, no tanto por dar la callada por respuesta a las alusiones personales en su contra como por ignorar responsabilidades inherentes al cargo, su desproporcionada reacción cuestionando el paso de Guerrero por la administración pública o arrojando dudas sobre las razones por las que un hijo de este cayó preso en Estados Unidos lo han colocado en una posición muy incómoda, sobre todo después de que el aludido recogió sus palabras y lo emplazó a que utilice todas las prerrogativas que el cargo pone a su disposición para indagar su paso por el Instituto Agrario Dominicano durante el primer gobierno peledeísta, acompañando el emplazamiento del compromiso de que ante cualquier indicio de manejo inadecuado de los recursos que se le confiaron renuncia a su inmunidad y se pone a disposición de la justicia. ¿Qué hacer ahora? ¿Continuar con el tirijala público abriendo una investigación sobre el paso del legislador por el IAD con la esperanza de encontrar algo que justifique el exabrupto? ¿Pedir excusas por el arrebato y, sobre todo, por hacer insinuaciones malsanas contra un muchacho cuyo único delito en Estados Unidos es una infracción de tránsito? ¿Darse cien golpes en el pecho y rezar 500 padrenuestros como penitencia? El doctor Jiménez se ha metido, él solito y por sus propios pasos, en un callejón sin salida del que le será muy difícil salir indemne.