Qué se dice

<P>Qué se dice</P>

¿Retaliación?
Vicente Bengoa puede ofrecer, haciendo honor a sus muchas luces y mejor entendimiento, todas las explicaciones que crea necesarias -incluida la posibilidad de echarle la culpa al siempre mal visto FMI— para justificar la negativa del gobierno a conceder a los ayuntamientos del país el préstamo que para estas fechas ha venido facilitándoles, de manera ininterrumpida, durante los últimos 25 años, pero será muy difícil, en las presentes circunstancias, evitar que se interprete como una reacción —hay quien prefiere, para no dar muchas vueltas, llamarle retaliación— a la «intención» de acuerdo electoral entre el PRD y el PRSC, del que el dirigente Amable Aristy Castro, presidende de la Liga Municipal Dominicana, fue uno de los principales artífices. La sorpresiva decisión de negar ese tradicional préstamo a los cabildos afectará a por lo menos 800 mil empleados y a sus respectivas familias, que este año no recibirían su regalía pascual, una imprevista calamidad que desde luego sabrán a quien —o a quienes— agradecerle.

Cobro compulsivo

No hay otra manera de llamarlo. Y que nos excusen los propietarios del local donde funciona la escuela Mi Segundo Hogar, del barrio Villa Lila del kilómetro 11 de la autopista Duarte, que se han visto forzados a desalojar a los estudiantes para obligar a su vez a la secretaria de Educación a ponerse al día tras 12 meses de atraso. La situación, según cuentan los periódicos, ya volvió a la «normalidad» debido a que Educación abonó 10 meses de la deuda, aunque esa «normalidad» no durará mucho más allá del presente año escolar, pues los dueños se cansaron de dar viajes para cobrar sus cuartos y ahora dicen que no renovarán el contrato. El incuantificado déficit de aulas sigue siendo uno de los grandes lastres de la educación pública dominicana de cara a los famosos Objetivos del Milenio; el drama de los desalojados estudiantes de la escuela Mi Segundo Hogar una muy mala forma de recordárnoslo.

Contrastes

Bien sabido es por los estudiosos de las sociedades humanas que el mundo en desarollo es pródigo en contrastes, sobre todo los que provoca la convivencia de pobreza y riqueza en un mundo donde los pocos tienen demasiado y los menos prácticamente nada, lo que no quita que una vez nos tropecemos con esos notorios contrastes no demos la voz de alerta, aunque solo sea para que aquellos que nos gobiernan recuerden que mientras allá en las alturas se paladea la modernidad en sus múltiples formas y manifestaciones, muchos de sus compatriotas (en el sentido no-reformista de la palabra) padecen los rigores de la premodernidad más cruel, pues a pesar de estar viviendo en «la Capital» no cuentan siquiera con algo tan elemental y necesario como el agua potable. Cuatro meses justos llevan los residentes del barrio El Café de Herrera sin recibir ese vital servicio, por lo que ruegan -literalmente hablando- a las autoridades de la Corporación del Acueducto y Alcantarillados de Santo Domingo (CAASD) que se conduelan de su desgraciada situación, con la firme promesa de que allí donde ellas digan acudirán gustosos y agradecidos a prenderle un velón.

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